viernes, 24 de junio de 2011

LOS PUENTES “PUNCERES”, “SAN PABLO” Y “ROMUALDA”

Una de las claves del crecimiento urbano en la Caracas colonial, está en la construcción de puentes, que le permitieron expansión fuera del encierro de las quebradas. La de Caroata, porque era necesario vadearla para dirigirse a La Vega; y la de Catuche, ya que el desarrollo agrícola de Sabana Grande, Chacao y Petare, exigían un paso sin dificultades. Por lo tanto hubo puentes de madera tanto sobre el Caroata como sobre el Catuche, y también sobre quebradas menores. Seguidamente nos referiremos a los tres primeros puentes construidos en Caracas.

El primer puente de Caracas con materiales perdurables lo fabricó a sus expensas el Sargento Nicolás Puncel, por el año 1676, para facilitar la comunicación de su finca y tenería con la carnicería de la ciudad que se encontraba muy cerca de la actual esquina de La Pelota.

El puente de Punceles (Punceres) estuvo sobre el río Catuche, en el sitio hoy conocido como esquina de Punceres. Fue una obra de mampostería, ladrillos y cal que permitía el paso de personas y bestias de recua.

El puente sobre el río Caroata es de 1728 y se denominará luego de “San Pablo”. Se debió a la iniciativa del Alcalde Ordinario de primera elección don Diego de Liendo, y estaba junto a la actual Plaza Miranda y daba paso hacia San Juan, Antemano y Aragua. Ciertamente, don Diego de Liendo fue un benefactor de la ciudad; pero no tuvo, como si le tocó a Punceres, la memoria de su nombre inmortalizada en una esquina.

1834 La Diputación provincial de Caracas ordena la construcción de un puente sobre la quebrada de Caroata, al norte de la ciudad.

El puente de Catuche o Candelaria comenzó a prestar servicio en 1736. Era un sólido puente de mampostería con bien trazado arco ojival. En su construcción tuvo destacado papel don Feliciano Sojo y Palacios, el bisabuelo materno de Bolívar. Animó la vida de la ciudad e hizo sentir inmediatamente el incremento del mercado inmobiliario y el tráfico comercial hacia el valle de Petare y los fundos cacaoteros de Barlovento. Lamentablemente, la descomunal crecida del Catuche, ocurrida en los primeros días de enero de 1742, destruyó la estructura del famoso puente. Para la reparación de dicho puente, se cuenta que los “Llaveros” de la ciudad fueron a la casa situada entre las esquinas de Sociedad y de Traposos, propiedad de don Feliciano Palacios y Sojo, hijo del constructor del puente, y retiraron el dinero necesario. En lo sucesivo el referido y famoso puente de la Candelaria, se llamaría “Puente de Doña Romualda”.

(Notas publicadas en diversos números del “Boletín Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela).
"Puente Ayacucho" inaugurado en 1924 con motivo a las fiestas del Centenario
de la batalla, ganada por el Mariscal Sucre. Comunicaba la populosa
Parroquia de San Juan con la Avenida el Ejército

El Puente de Hierro, visto desde el cerro de San Agustín. Su primitiva estructura
fue arrastrada por la arrolladora creciente del río en 1892.

La influencia francesa en la Caracas de finales del siglo XIX

Decía Alejo Carpentier: “...El anhelo de afianzar una cultura americana, ecuménicamente hispanoamericana - es decir: una cultura de ámbito propio, consciente de sus grandezas y debilidades, que se aplique a desarrollar sus características más estimables, a exaltar sus valores profundos, a indagar y definir sus rasgos determinativos - no puede hacerse en realidad sin una aceptación abierta e indiscriminada de las influencias que obraron sobre el hombre de América, desde la conquista hasta hoy.”

Al finalizar el proceso independentista, las luchas, las propuestas políticas y los ideales libertarios de Bolívar tomaron un rumbo diferente, como ya el propio Libertador lo había previsto, con mucha amargura, antes de su muerte. En la escena política, económica y social, el mantuanaje y la nueva burguesía se desvían del proyecto emancipador original para asumir posiciones sectarias, en las que la corrupción, el abuso, la explotación de la mano de obra (incluida, sin duda, la esclava) y el desorden en el manejo de la Hacienda Pública, están a la orden del día. En consecuencia, el pueblo se ve traicionado y emprende reiterados alzamientos contra el nuevo gobierno, en particular contra el de José Antonio Páez y los que vendrán alternándose paulatinamente durante todo el siglo XIX.



Para ese momento existían dos tendencias claramente diferenciadas que defendían la causa de la Federación: la de los liberales, que eran comandados por el general Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco; y la otra, la de los campesinos, liderada por Zamora y un grupo de civiles revolucionarios influidos por las ideas socialistas europeas. En poco tiempo, estas revueltas, aparentemente aisladas, derivarán en la Gran Guerra: la Guerra Federal, cuyo líder más notable y apreciado por el pueblo, a quien darán el título de Valiente Ciudadano, es Ezequiel Zamora, pero su vida será pronto cercenada por la traición. Durante los años siguientes al asesinato de Zamora, vencedor de la Batalla de Santa Inés, el pueblo no logrará ver realizadas sus aspiraciones de “Tierra y Hombres libres”, ni siquiera el decreto monaguero de liberación de los esclavos de 1854, cumple su acometido, generando una nueva forma de explotación campesina: el peonaje, sometido y limitado al comercio de las propias haciendas. Pero los objetivos de ambas tendencias eran radicalmente distintos.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, Venezuela aún trataba de sobrevivir al saldo que la Guerra Federal había dejado - 40.000 muertos aproximadamente - y de limar las tensiones sociales acumuladas en 50 años de administraciones alternantes conservadoras y liberales. En este caos parecía necesario establecer un poder central lo suficientemente fuerte como para que pudiese controlar la violencia desatada en el período anterior. Desde 1870, con el triunfo de la Revolución Regeneradora, comienza una nueva etapa a partir de los sucesivos gobiernos de Antonio Guzmán Blanco y es, precisamente durante el Guzmanato que se producirán cambios notables, especialmente en la vida cotidiana de los habitantes de Caracas, que aún conserva los, no tan lejanos, esquemas coloniales. Estos cambios se harán más notorios en las relaciones de uso e identificación del caraqueño con su espacio vital, y por tanto, en el proceso de incorporación de las pertinaces influencias “modernizantes” provenientes especialmente de Europa.

La tendencia generalizada de los gobiernos que se suceden entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, estuvo orientada, justamente, hacia la modernización y hacia la diferenciación muy marcada con los grupos que tradicionalmente habían sustentado el poder en Venezuela. Esto se evidencia en los postulados del partido liberal conformado a partir de la Guerra Federal y autodenominado “liberal amarillo”, con matices muy diferentes a los del grupo que originalmente había reunido Antonio Leocadio, padre de Guzmán Blanco. El principal propósito de las políticas de Guzmán Blanco iba dirigido a demostrar al país y al mundo el progreso al que él mismo habría de conducirlo, un claro ejemplo son las festividades del Centenario del Natalicio del Libertador en 1883, las cuales sirvieron de justificación para lucir la incansable actividad de su gobierno en las tareas transformadoras: en obras públicas y de ornato, en pomposidad y despilfarro, fruto de su inclinación por vivir a la zaga de Francia que lo trastornaría todo, incluso el Erario público.



Antonio Guzmán Blanco gobernó por tres períodos constitucionales entrelazados por dos más cortos, que podrían calificarse como testaferros: el Septenio de 1870 a 1877, al que continuó el de Francisco Linares Alcántara, aproximadamente por dos años; a este le sigue el Quinquenio de 1879 a 1884 precediéndole Joaquín Crespo por otros dos años; y por último el Bienio (conocido como “La Aclamación”) de 1886 a 1888, en el que Guzmán deja encargado de la presidencia a Hermógenes López, se llevan a cabo las elecciones y gana la candidatura propuesta por Guzmán: la del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl (1888-1890), y el año siguiente muere Guzmán en París.

Guzmán concentra en su entorno una suerte de anillo de hierro que lo instituye como “jefe necesario”, con un partido y una administración fortalecidos y aparentemente capaces de centralizar todas las energías de la nación. Logra así controlar al país y construir un modelo de Proyecto Nacional, “Orden y Progreso” será la consigna sobre la cual se afianzará su política basada en los prolegómenos del pensamiento positivista. Bajo estos principios, las reformas legales que se realizaron en esos años fueron decisivas en la transición hacia el siglo XX.



La población, a su vez, trató de recuperar los ideales de justicia, de igualdad y de libertad propuestos por la Federación. Esto hizo que la violencia latente en el país volviese a ser un hecho cotidiano. La recluta y las alcabalas interestatales produjeron una situación de constantes enfrentamientos que no encontraron una salida nacional, hasta tanto no apareció un fenómeno político capaz de aglutinar a todos los descontentos: José Manuel Hernández, conocido como el “Mocho Hernández”.

Las luchas entre caudillos estaban a la orden del día, pero sin llegar a mermar seriamente el poder del "Ilustre Americano" Guzmán Blanco. También en la ciudad había con frecuencia brotes de violencia, los estudiantes caraqueños derribaron las estatuas de Guzmán, conocidas popularmente como Saludante y Manganzón. En efecto, la hegemonía guzmancista conserva su fuerza y su injerencia, incluso después de muerto Guzmán. Ninguno de los actos de rebelión civil tuvo mayores efectos sobre el poder central, pero los alzamientos se sucedieron durante todo el período como síntoma de los desacuerdos entre el gobierno y los grupos de poder, puesto que sus vinculaciones eran abiertamente más estrechas con la élite financiera y comercial que con los caudillos rurales y los hacendados. Estos últimos clamaban porque se consolidara el viejo proyecto de un Banco Agrícola; los caudillos veían su cuota de poder disminuida por la centralización de Caracas. A todo ello hay que agregar los enfrentamientos del presidente masón con la Iglesia, los desalojos y disolución de los conventos y congregaciones, así como el conflicto suscitado con el arzobispo Guevara y Lira, entre otras cosas, por la disposición oficial de instituir el matrimonio civil.



Caracas se había convertido en el faro desde donde el poder centralizado irradiaba su luz hacia el resto del país y, por supuesto, era el punto de concentración de los nacientes capitales, de cuyos beneficios poco podían disfrutar las regiones del interior. Pero no sólo era centro de poder, también lo era de las manifestaciones culturales académicas, y a ella se dirigían desde todo el país artistas e intelectuales en espera de ser aceptados en los círculos selectos de la capital, desde donde se dictaban las pautas procedentes del resto del mundo.

Para el momento en que Guzmán Blanco llega por primera vez a la presidencia de la República, ya poseía una buena de formación académica y había viajado lo suficiente como para conocer, aunque sólo fuera someramente, otras culturas, sobre todo, conocía bastante bien el modo de vida francés al cual le daba un gran valor, no sólo por lo atractivo que pudiera resultarle el refinamiento y el “bon vivre”, sino también por la admiración que despertaba en él la organización de su sistema de gobierno, modelo que trataría de implantar en Venezuela, y las justificaciones para llevar a cabo su objetivo no faltaron durante todos esos años, por ejemplo, en “La Crónica Legislativa” del 7 de abril de 1885 publicada en el periódico El Delpinismo, el Diputado Carvajal refiriéndose a la discusión de varios contratos celebrados por el Gobierno con otros países, entre los cuales Francia estaba incluida, expresa como argumento convincente por el cual debían ser aceptadas tales negociaciones, que:...” Con este contrato ganará la lingüística porque vendrán idiomas nuevos al país...” .

No obstante la ruptura de relaciones diplomáticas entre Francia y Venezuela en 1897, los patrones franceses siguieron dominando la escena de la ciudad durante las primeras décadas del siglo XX, incluso, a pesar de las tendencias nacionalistas tanto de Castro como de Gómez. Al reanudarse las relaciones, El Nuevo Diario, en 1913, recuerda como Venezuela ha estado siempre tan estrechamente ligada a Francia, principalmente por el idioma: “Y no es la menos de las razones porque debemos alegrarnos del nuevo acercamiento a Francia, el considerar la influencia que en ella viene ejerciendo sobre los pueblos latinos del continente, (...) nuestra literatura ha sido tachada hace muchísimos años de galicismo deliberado, en el pensamiento y en la elocución.”...



El pensamiento científico adquiere también un nuevo rumbo, sobre la base de los postulados positivistas, que penetran en Venezuela a través del Discurso de Rafael Villavicencio pronunciado en diciembre de 1866, en el Templo de San Francisco, con motivo del Acto de Repartición de Premios a los alumnos de la Universidad Central, de aquí surgirá la primera generación de científicos positivistas cuyo ascendiente llegará hasta el gomecismo. Incluso en el campo de la medicina, venía de Francia todo aquello que se consideraba como lo más avanzado en la materia y, muchos de los galenos, verdaderos precursores de la medicina en Venezuela, cursaron estudios en París financiados por el propio gobierno. Este fenómeno dio lugar a lo que se ha llamó el “Renacimiento de la Medicina Venezolana”, el cual se puso de manifiesto con la creación de las sociedades médicas, la aparición de nuevas publicaciones especializadas, la reforma y creación de algunas cátedras de enseñanza médica y, fundamentalmente, con la creación del Instituto Pasteur de Investigación (1895-1902), como resultado del descubrimiento del suero antidiftérico, en 1894, y la fama universal que había adquirido el Instituto Pasteur de París (1888).



De Francia llegan tanto las ideas científicas como una significativa influencia en las artes, en la literatura y en todos los aspectos de la vida cultural y cotidiana de la ciudad, incluyendo esa suerte de imposición idiomática - aunque ya desde mediados de siglo los caraqueños usaban galicismos con frecuencia – y es la prensa uno de los principales medios a través del cuales penetra el francés en el habla coloquial. Comienzan a editarse dos de las más representativas publicaciones de difusión del idioma, del pensamiento y de las costumbres francesas: El Cojo Ilustrado (1892-1915), y Cosmópolis(1894-1895); más tarde aparecerán Alborada, El Nuevo Diario y El Universal.

Al respecto expresa Marisa Vannini que: “El Cojo Ilustrado a lo largo de su trayectoria (1892-1915) representa la gran aceptación de la influencia francesa en Venezuela, no sólo en el aspecto literario, sino en todas sus otras manifestaciones: publica traducciones de las obras y noticias de los autores franceses más representativos del romanticismo, del simbolismo, del realismo, del naturalismo, del impresionismo, de la novela psicológica (...) divulga comentarios o resúmenes de artículos de periódicos o revistas francesas...” , lo que a juicio de Andrés Mata, habría de servir, por supuesto, de estímulo a la literatura nacional: “La galería de jóvenes escritores que ha venido formando EL COJO ILUSTRADO, (...) es una muestra de distinción con que nos favorece el Director de esta Revista, en quien todos mis compañeros, de que me hago interprete en esta ocasión, reconocen cuanto han hecho en bien de las Letras Patrias y en especial de la Juventud.” Pero no todos comparten esa opinión, Miguel Tejera, desde una toma de conciencia nacionalista y una buena dosis de machismo, advierte los peligros que puede correr una joven con tales lecturas: “Sin embargo, hace algún tiempo que, gracias al descuido de los jefes de la casa, se ha introducido entre nuestras jóvenes un amor demasiado intenso á la lectura de cuentos y novelas.[...] Esa literatura superficial y llena de veneno, que se ha esparcido por el mundo como una plaga desastrosa, señal segura de decadencia universal en las letras, es causa de grandes males para nuestras sociedades constituidas de muy diferente manera que las de Europa.[...] - y agrega - La mujer venezolana no es muy instruida; cuanto se le enseña generalmente es lectura, escritura, aritmética, gramática, geografía é historia; frecuentemente se le hace aprender el piano; algunas veces la pintura y el francés, y siempre la costura y todas las labores propias de su sexo que se conocen en el país.”



La revista Cosmópolis, de corte particularmente romántico, tan pero tan azul que: “La oficina de redacción la forran de azul, color del modernismo, allí se realizan tertulias donde acuden los jóvenes escritores venezolanos de la época a intercambiar ideas y exponer inquietudes.” Tanto El Cojo Ilustrado como Cosmópolis son publicaciones inspiradas en la obra de Rubén Darío, quien por esos años editaba su revista en Argentina, así como la Revista Azul del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera. Durante el gomecismo se editan algunos periódicos, cuya aparición confirma la continuidad, hasta las primeras décadas del siglo, del afrancesamiento idiomático y cultural, me refiero a El Cable Francés y a La Ilustración Francesa. Para 1920, cinco años después de la desaparición de El Cojo Ilustrado, las revistas Cultura Venezolana y Actualidades, vendrían a ocupar su espacio.



Durante todo el período los ciudadanos de las clases media y alta, estarán prácticamente obligados a redescubrir a Francia, para felicidad más de unos que de otros. Estos nuevos y exógenos referentes cotidianos, encontrarán su asidero más firme en una sociedad que desea romper definitivamente con las tradiciones, especialmente la clase media. Asimismo, una de las características más significativa del “sacrificio” que significa para la población caraqueña el tránsito a la vida urbana, se relaciona precisamente con la incorporación de nuevas necesidades a la vida cotidiana. Lo superfluo y de ahí el consumismo, pasan a ser una necesidad social. En el atuendo, en las diversiones lícitas o no, y hasta en el uso del tiempo libre, se agudiza la competencia por el status, que se convierte en un verdadero calvario.



Paralelamente a este desarrollo cultural, el teatro, la ópera, los conciertos, la zarzuela, se volvieron espectáculos de acceso restringido a un sector social muy exclusivo, que se mostraba particularmente exigente y admirador de la creación francesa, conducta que Teodosio Adolfo Blanco critica en su expresión y en sus gustos: “Nuestro teatro aunque hace esfuerzos por abrirse, tiene que volverse a cerrar, como muy bien lo dijo un colega nuestro: 'por indisposición del público', pero ¿Cómo es posible que haya concurrencia si el espectáculo no es L'Opera comique, ni el Vaudeville y ni siquiera Les concerts, el can-can o cosa semejante?” Por su parte, los diarios dedicaban algunas secciones a las novedades teatrales francesas y entre las anunciadas también llegaban algunas obras de muy escasa calidad, y había incluso quien consideraba que atentaban contra la moral y, por supuesto, eran sujeto de la más severa censura, como el caso de esta dama que en El Cojo Ilustrado hacía notar su descontento: “Hace poco (...) quise llevar al teatro á mi sobrina, joven soltera, y me encontré con que todas las obras más en boga - Amants, Demi-vierges, Vivens, Le Carnet du diable, Paris fin de sexe, etc., etc., - constituían un verdadero ultraje para una muchacha decente.”... lo que no se contradice con la opinión al respecto de Enrique Gómez Carrillo cuando dice que: ...”París no es en el fondo, sino un 'emporio para la exportación' de cantatrices ligeras y de bailarinas más ligeras aún.”...



A pesar de que la ópera no es un género de origen francés sino italiano, y la zarzuela es española, y aunque ambos gozaron de buena acogida entre la sociedad caraqueña, estas manifestaciones llegaban a través de Francia, siempre y cuando ésta les hubiera puesto su sello de calidad. La Opera tenía más importancia como acto social que como arte, a tal punto que, cuando venía una compañía la gente enloquecía de tal modo que, aunque careciera de medios económicos: “...quedaba el recurso supremo: empeñar el escaparate, o la cómoda, o el seibó del comedor, o los tres a la vez, con tal de poder asistir a las funciones (aún cuando no les interesara la música) y no desmerecer un ápice en la escala social.” Sin embargo, el público caraqueño, tal vez por costumbre, se fue haciendo lo bastante crítico como para rechazar, por su mala calidad, a la Compañía de Opera que la propia Teresa Carreño trajo a Caracas por encargo de Guzmán en 1887.

Junto al teatro, la ópera y la zarzuela los caraqueños aficionados a la música, disfrutaban de las retretas que con regularidad se daban en las distintas plazas de la ciudad, pero en especial a la que Guzmán dio la forma y el carácter de Plaza Bolívar. Estas eran un motivo de encuentro de las familias y de distracción y romance para los jóvenes: “La Plaza Bolívar entra también en el programa del domingo, la que a pesar de sus grandes dimensiones se niega a veces a contener las oleadas de gente que la invaden en confusa tropelía. Entonces aquello no parece una plaza pública, sino un regio salón de baile al que han ido a disfrutar de los deleites de la danza y de las rapideces del valse, millares de parejas, listas a echar reparos a la espalda con las primeras variaciones de la orquesta.”



En la Caracas finisecular son pocos los que saben leer y entre las mujeres mucho menos, en general, solamente tienen acceso a la lectura las llamadas “damas de sociedad”, pero a ellas están destinadas las banalidades de las crónicas de belleza, una de las cuales alcanzó gran éxito entre la población femenina: la de la Baronesa Staffe, en la que podían leerse cosas como esta: “Creo que era Montaigne quien decía 'Amo a París hasta en su verrugas' pase para una gran ciudad pero nada tan feo y que desmejore tanto un bonito rostro que esos pequeños tumores llamados vulgarmente poireau.” , y por supuesto, todos esos pequeños y “encantadores” detalles de la “toilet” femenina tienen sus nombres en francés: “A pesar de que los vestidos sin cuello, las ruches pierrot y las galas de pluma están en todo su apogeo. Las personas muy friolentas optan por una gran estola de encaje de Malinés...” En 1898 Enrique Gómez Carrillo en su columna permanente “La vida parisiense”, de El Cojo Ilustrado, afirma que la mujer francesa es la más bella y refinada del mundo, lo que la convierte en paradigma a seguir por la mujer venezolana . Haciendo alusión a las mujeres de otros países, por ejemplo, L. García Ramón, en su artículo “Las mujeres de España”, publicado en esa misma revista, observa con respecto a la mujer catalana que: “Así Barcelona es la ciudad de España más parecida a las grandes ciudades francesas; el carácter serio y práctico, el espíritu perfecto de economía doméstica y las actitudes comerciales muy desarrolladas en la catalana, la acercan más á la mujer francesa.”...





De aquí que la mucha gente entrara en una especie de hipnosis colectiva, inducda a la imitación y al consumismo. Las familias en pleno hacían lo posible para mantener las apariencias, y el “vivir de prestado” se volvió costumbre; no tenían para comer, pero las niñas iban a la “derniére”, no había quien no tuviese al menos una prenda comprada en la “Compagnie Francaise”, afamada casa de modas establecida en Caracas desde 1892. Un padre de familia se queja: “como cultivo tan buenas amistades debo llenar las apariencias, aunque vacíe la caja de mi crédito. Tal es hoy la sociedad. (…) debo, pues, aviarme con todo lo nuevo. Mis hijas no me apuran por comida, no señor; pudieran mantenerse con alpiste; poco importa que luego vengan la dispepsia, el histérico, las neuralgias, la tisis; pero en cuanto a trajes ¡ay, si llegan a faltar!”

Si la niña lograba encontrar marido y contraer nupcias era preciso organizar el trousseau, equipo completo de ropa que la novia debía tener listo para el día de su matrimonio, éste solía confeccionarse en equipo, digamos entre todas las mujeres de la familia, aunque ya desde los primeros años del siglo XX se puso de moda incluir en el ajuar muchos artículos pret-a-porte. Y todo esto gracias al “Ilustre Americano” quien con su afrancesamiento pretendía convertir a Caracas en un pequeño Paris: “Para aquel entonces, la vida social y cultural de Caracas tendía a imitar a Paris: había ‘soirées’, paseos en ‘landau’, descansos en el ‘café cantante…” Hasta el final del siglo XIX no se había instituido la costumbre de comer fuera de la casa, no había restaurantes, y es muy posible que haya sido, en las primeras décadas de este siglo, cuando hiciera su aparición el primero de la ciudad, con la llegada de un francés llamado Pierre René de Lofre, profugo de Cayena, que conocía el negocio de restaurant y de cabaret, e instaló en Caracas uno hacia la zona de San Francisquito, y un pequeño y discreto cabaret donde se presentaban espectáculos de muy baja calidad. Por esa misma época, abrió sus puertas frente a la Plaza Bolívar “La Glacier”, un botiquín de Carlos Zuloaga propietario, a su vez, de “La Francia”.

El viaje a Paris era el colmo del status, aunque no sólo se va por diversión, unos lo hacen en busca del conocimiento y la formación académica, otros por exilio, pero la mayoría por el “glamour”. P.E. Coll critica al autócrata Guzmán por vanagloriarse de su libertina vida parisina con actrices de baja reputación, porque, como dice E. G. Carrillo: “París no es en el fondo sino un emporio para la exportación de cantatrices ligeras y de bailarinas más ligeras aún…”

Simultáneamente, en Caracas aparecen los mabiles, tan famosos como desprestigiados entre la ciudadanía. La mejor descripción del mabile es la que ofrece Alfredo Cortina: “El mabil, (...) era un lugar de muy baja categoría que consistía en un gran patio techado con láminas de cinc, piso de cemento y alguna habitación grande que servía de bar. El ambiente no podía ser peor. (...) Al fondo una tarima servía para la orquesta que consistía en cuatro o cinco músicos y uno de ellos experto en soplar el cornetín a todo pulmón”.(...) Había toda clase de bebidas, desde el popular aguardiente de caña hasta brandy y whisky y algunas botellas de champaña (...) A un lado estaba una vidriera de cuatro caras donde se exhibían (...) infinidad de baratijas que los hombres obsequiaban a su pareja y a precios (...) bastante escandalosos; pero con los efectos del alcohol, pagaban tranquilamente el valor para complacer a la mujer con quien estaban.” . Se trataba de un sitio frecuentado por clientela masculina de todos los estratos sociales, donde se bailaba “a medio la pieza” que era recogido de la oreja del caballero danzante para no perder el paso.



Las zonas donde abundaban estos “centros de perdición” eran Puente Hierro y el suroeste de Santa Rosalía (esquinas del Sordo y Tablitas) en donde, a queja de los parroquianos: “...se producen frecuentes escándalos entre las damas alegres (...) y sus amigos visitantes...” . Pedro José Muñoz revela que: ...”Ubicado entre las esquinas de Puente de San Pablo y San Juan, por la parte norte; por las de Puerto Escondido y Angelitos, por el sur, esa zona que abarcaba unas cuantas manzanas y que era denominado “El Silencio” era el secular asiento de la Corte de los Milagros caraqueña. Siniestra fama creábanle aureola de peligrosidad, de disolución y de escándalo. Y resultaba inexplicable que la continuada indiferencia de las autoridades permitiera la existencia de esa auténtica úlcera ubicada a pocas cuadras del Capitolio, de la Universidad y de la Plaza Bolívar, corazón y centro de la capital.” .

Evidentemente, se hizo usual el empleo de términos en francés de los que, por lo general, se desconocía su significado, J. García de la Concha hace la siguiente reflexión al respecto: “De cuando se empezó a usar en nuestro idioma castellano el 'mercí' para dar las gracias, no lo sé. Pero lo cierto es que, teniendo Caracas una extensa colonia alemana, gran comercio, dos colegios importantes y un ferrocarril, nunca se conociera en el habla popular una palabra alemana y en cambio, abundan las francesas: Que el tocador lo llamaron 'tualet' (toilette) o 'buduar' (boudoir) que al señor se le llamara el 'mesié' o 'musiu' (monsieur) y dar las gracias, nadie, pero nadie decía otra cosa que 'mercí'.”... . Muchos otros vocablos se integraron rápidamente al habla coloquial, como las palabras petimetre y patiquín. La figura del “patiquín” aparece entre los jóvenes de clase media como sinónimo de cumaco - guapo de barrio - cuyo origen procede de los barrios o parroquias populares como San Juan y La Pastora

Por supuesto, el francés también se imparte en el ámbito académico. La sistematización de la enseñanza del idioma surge con el romanticismo y ya, mucho antes del guzmanato, había comenzado a editarse obras didácticas. En 1892, la Alianza Francesa, ofrecía profesores de francés, uno de sus anuncios decía: “...De ahora en adelante sabrá el público que es posible encontrar entre nosotros profesores de francés que ofrecen las más serias garantías de moralidad y saber...” El énfasis hecho en el concepto de moralidad no es fortuito, puesto que, al parecer, muchos de quienes ejercían como “profesores de francés” no lo eran, esto hace suponer que el oficio estaba muy desprestigiado, sin embargo, al mismo tiempo comenzaron a aparecer centros educativos de origen francés como el Colegio San José de Tarbes, el cual tenía dos grandes casonas, una de Carmelitas a Llaguno, al lado del correo y la otra en El Paraíso frente a la Plaza Páez, y, por supuesto, el Colegio Francés.

Entretanto, la reacción en contra de la influencia francesa en el idioma no se hizo esperar; muchos de los intelectuales y políticos opinaban que la situación era intolerable, aun cuando hasta: “...en las cárceles venezolanas la lengua francesa era distracción y consuelo (...) [y] muchos fueron los presos políticos que estudiaron el idioma o hicieron traducciones....” Había, por supuesto, quienes consideraban todo esto como una penosa circunstancia, y por ello hicieron sentir sus plumas mordaces, los escritores costumbristas se encargaron de ridiculizar el uso cotidiano del francés, Teodosio Adolfo Blanco dice con cierta ironía hacia las damas de la “Societé de Caracas”, en su artículo “Caracas a la francesa” que: “Por temor de que no nos entienda, la saludaremos en francés, pues persona tan a la moda habla así como se viste, come, etc., a la dernier.” Como resultado de este descontento, se concibe uno de los más emblemáticos actos de resistencia cultural urbana: la celebración de la farsa conocida como La Delpinada, en la cual, aprovechándose de un pobre inocente, loco y fallido poeta, Francisco Antonio Delpino y Lamas, se parodia la pompa guzmancista: “Con enorme concurrencia de público y bullicioso entusiasmo de la ciudad, fue coronado Delpino y Lamas en el Teatro Caracas la noche del 14 de marzo de 1885. Con sus oradores de riguroso chaqué, con sus engolados ditirambos, con sus falsas representaciones de las Letras Extranjeras, fue una sangrienta parodia de las solemnidades a que la ciudad estaba acostumbrada a ver centralizadas en la figura de Guzmán Blanco.” De este grupo surge la idea de publicar, en 1884, el ya mencionado periódico El Delpinismo. Años después, Pedro Emilio Coll en su obra homónima La Delpinada, relata que: “En efecto, aquella noche fue coronado en el antiguo Teatro Caracas, recreo predilecto de nuestros abuelos, destruido por un implacable incendio, como bate excelso don Francisco Antonio Delpino y Lamas, a la sazón humilde obrero de una sombrerería, pero cuyos versos, que él llamaba Metamorfosis, celebrados por fingidos admiradores, provocaban la hilaridad de la capital para entonces pueblerina, pero siempre propensa a un desenfadado humorismo y a ingeniosas agudeces.”... Se trata de una parodia de la moda francesa, introducida entre los intelectuales de parroquia, de realizar certámenes. De aquí que La Delpinada podría calificarse, como el “anti-certamen” utilizado para protestar no sólo en contra de la influencia francesa, si no también en contra de la autocracia guzmancista.

Ya entrado el siglo XX, la polémica comienza a hacerse más intensa, en este sentido, quiero referirme a dos posiciones opuestas, ambas provenientes de reconocidos intelectuales de la época, Mariano Picón Salas y Tulio Febres Cordero. Desde una posición bastante elitesca, Picón Salas se queja de que es víctima de la incomprensión por aceptar y proclamar la influencia extranjera como algo muy beneficioso para el país: ...”A los que creían que queríamos poner nuestro pensamiento por encima del chismorreo, los prejuicios o la intriga aldeana se nos llamaba - cuando menos - 'inadaptados' o 'extranjerizantes'. Para considerarnos o tenernos en cuenta, para empezar a ser personas serias cuyos argumentos vale la pena analizar, quería sometérsenos a una especie de áspero noviciado, sufriendo el doble embate de la estupidez resentida y del formulismo retórico con que durante largo tiempo los venezolanos escondieron su palpitante tragedia.” En sus argumentos pone de manifiesto el profundo contraste entre el cosmopolitismo y sus ventajas frente a la que, seguramente, considera la tradición aldeana: “...El problema de adaptar una fórmula y una experiencia extranjera a nuestra realidad social, es asimismo un problema de cultura - de la más responsable y documentada Cultura - cuya solución no podría esperarse tampoco de gentes ignaras que confunden el tejado de su casa con el centro del mundo.”

Por el contrario, Tulio Febres Cordero rechaza con vehemencia la influencia foránea, porque supone que puede repercutir negativamente en la mentalidad y en las costumbres tradicionales, especialmente en el idioma: “Urge pues, la formación de una Liga Protectora del Lenguaje Nacional, que cuente en su seno con los principales elementos de acción, a los órganos de prensa, grandes y chicos, mancomunados en la obra patriótica de defender el castellano contra ese turbión de voces exóticas y bárbaras.” Considera Febres Cordero que, asimilar nuevos vocablos franceses al castellano, lejos de significar un progreso para nuestra lengua, lo es para la francesa, puesto que, a medida que aumenta su fama y su uso se va extendiendo, se va desnaturalizando la propia: “Huelga decir que de ninguna manera nos referimos a los neologismos de forzosa adopción en todas las lenguas vivas provenientes de novísimas invenciones y descubrimientos, términos que son bien conocidos. La cruzada debe emprenderse, sin piedad alguna, contra el uso caprichoso e innecesario de multitud de voces perfectamente traducibles por tener su equivalente en buen español.” Argumento con el que, a pesar de todo, coincide con Picón Salas cuando reflexiona respecto a la relación desigual establecida entre Europa y América: “...que el amor hispanoamericano por Francia, es un amor no correspondido. En general, América es más bien tema de curiosidad pintoresca que de verdadero cariño.” .

Evidentemente, las manifestaciones francesas vanguardistas están presentes en la literatura, tanto en los usos lingüisticos como en los aspectos formales, en el paisaje, en los personajes, en la temática, en las concepciones estéticas y en el contenido sociológico de la narrativa criolla, una de las obras más representativas de esta tendencia es Peonía de Manuel Vicente Romerogarcía, una novela en la que el autor pone de manifiesto una búsqueda que le permita identificarse con el motivo de creación literaria. Esta identificación sólo podría lograrse a partir del conocimiento que el creador tenga de sí mismo y de su realidad, y es allí de donde la literatura toma del positivismo elementos tales como: campo, ciudad, progreso, atraso, cultura e ignorancia, creando y adoptando a la par, un nuevo lenguaje conceptual que será la causa por la cual se la califique de exótica y extranjerizante y, por lo tanto, difícilmente aceptada por la crítica de su tiempo, como lo expresa Rafael Di Prisco: “la novela modernista logra un nivel de recreación al cual no se había llegado antes (...) parecía excesivo para los hombres de entonces, el enfrentamiento a los problemas psicológicos que caracterizan a los personajes y al mundo decadentista del modernismo.”

La narrativa nacional, adolece de la ausencia de un público lector y debe hacer frente a una crítica carente de difusión, destacan las obras de carácter costumbrista desde donde los cultivadores del género dirigen sus ataques al sistema de vida impuesto por el guzmancismo. Inspirados en autores españoles como Mesonero Romanos en sus Escenas Matritenses y Escenas Andaluzas, o en la obra de Mariano José de Larra con su temática antiextranjera y descriptiva de la picaresca nacional en su cotidianidad. Picón Salas resalta la importancia del costumbrismo como género literario: “Después de la Guerra Federal el cuadro de costumbres se convierte en insustituible documento de historia social, mientras que los novelistas de la época siguen romantiqueando, escriben 'Idilios de Corinto' o 'Tragedias venecianas', estos escritores costumbristas tratan de interpretar en las tertulias de la plaza o del 'Café de Gato Negro' (...) en la sorpresa de las multitudes, en ésta como vida subterránea y burlona que siempre coexistió en Venezuela, junto a la grave vida oficial, el enigma y el color de nuestro proceso histórico (...). Y es por ellos que es otra fauna humana la que inspira a los costumbristas de fines de siglo. 'El vividor caraqueño', 'el petardista', 'el felicitador', 'el amigo de todos los gobiernos', 'el sinvergüenza simpático' forman el cortejo...” Con autores como Nicanor Bolet Peraza, Manuel Mármol (Jabino) y Pedro Emilio Coll se cierra el ciclo costumbrista en la narrativa y, tal vez, también un ciclo en la vida del país, cuyo rumbo será definido por nuevas corrientes.

La influencia romántica ya estaba presente en el pensamiento de la oligarquía conservadora, vale decir en sus intelectuales orgánicos Fermín Toro, Pedro J. Rojas, Santos Michelena y el propio padre de Guzmán Blanco: Antonio Leocadio Guzmán. Ciertamente, desde los años cuarenta del siglo XIX, la penetración del elemento francés en la narrativa se convirtió en la antítesis del costumbrismo, enajenando la literatura nacional y bajo cuyo manto comenzó una producción estéril y de poco valor estético. Se trata sin duda de un fenómeno generalizado en toda la América del Sur, en el que la contaminante asimilación de formas y contenidos extranjeros, más que a integrarse, tendió a desvincular a los creadores de su realidad. La copia al carbón de la literatura francesa se extiende hasta sus manifestaciones menores, y la lectura de novelones de baja calidad literaria está a la orden del día. La respuesta tanto del costumbrismo como del humorismo no fue suficiente para enfrentar la avalancha, favorecida por un gobierno que se proponía crear en Caracas un París tropical.

La producción teatral, a juicio de Cesar Rengifo no alcanzó sus mejores logros: “Los intentos (...) de los Parnasianos sólo dieron una mistificación sin alcanzar nada fecundo. Más tarde surgieron otras tentativas todas de buena voluntad y cariño, pero sin bases sólidas ni proyección, también el género denominado 'criollismo' tuve (sic) su expresión escénica, pero chabacana y sin orientación justa, se apartó de los senderos del verdadero teatro para caer en los de espectáculo frívolo, de baja calidad. La vinculación profunda con el pueblo estaba rota.” A este punto me parece importante recordar la opinión de Alejo Carpentier con relación al romanticismo americano: “El hombre hallado dentro y no fuera, lo universal y local, lo eterno en lo circunscrito. Ese sistema, ese método de acercamiento, único posible en América, es de pura cepa romántica, puesto que tiende a fomentar un necesario nacionalismo, prólogo de un más amplio y profundo conocimiento de la realidad circundante. El nacionalismo bajo cualquiera de sus formas, es una noción que debemos al romanticismo. El culto al pasado local, la valorización del arte y de la poesía popular es, la interpretación de ruinas y jeroglíficos, el cultivo del acento nacional, son el alimento primero de todo el 'sturm und drang' - y agrega Carpentier- ...fueron los románticos franceses y alemanes los primeros en entender a América, por lo mismo que encontraban en ella una inagotable fuente de valores románticos,- valores que siguen determinando ciertas características inconfundibles del hombre y del arte latinoamericano -.”

En lo que se refiere a las artes plásticas, es incalculable el alcance del aporte y la transcendencia de la influencia francesa hasta bien entrado el siglo XX. Durante este período se inicia lo que se ha dado en llamar el "género heroico" en la pintura venezolana por el tratamiento del tema histórico, a través de él se busca exaltar a los personajes más destacados de la guerra de independencia, a los héroes, así como las batallas importantes y otros hechos resaltantes del acontecer nacional. Se trata, evidentemente, de un género oficialista, con una concepción y una temática impuesta por el gobierno, de aquí que no deba extrañar que Guzmán Blanco se convirtiera en mecenas de los artistas cultivadores del género, a quienes ofreció la oportunidad de estudiar en París. dándole a sus obras un sentido académico oficial.

Entre ellos se encuentran Martín Tovar y Tovar (1827-1902) quien realizó sus estudios entre España y Francia, donde adquirió gran influencia de los pintores neoclásicos franceses. Una vez en Venezuela es escogido por Guzmán Blanco, por sus grandes dotes de retratista (oficio en el cual había tenido por maestros a Carmelo Fernández, Lewis B. Adams y Celestino Martínez), para la formación de la galería de hombres célebres que decoraría el Salón Elíptico del Capitolio (tarea que llevaría a cabo entre las décadas de 1870 y 1880), así como el plafón del Salón Elíptico del Palacio Federal, trabajo que llevó a cabo en París en 1887, una obra de gran importancia para su época en América Latina. Su estilo se considera una mezcla entre el neoclasicismo y el romanticismo. Entre sus obras figuran las batallas de Carabobo, Junín, Boyacá y Ayacucho, así como también los retratos de Anita Tovar de Zuloaga y Josefina Gil de Zamora y, por supuesto, La firma del acta de la Independencia. A su lado y como colaborador trabajó con su alumno Antonio Herrera Toro para la realización de los apuntes del Campo de Carabobo, obra que también fue ejecutada en París. En el caso de la batalla de Ayacucho, ésta fue pintada por Herrera Toro según el boceto de Tovar.

Fue Herrera Toro además de pintor, grabador, periodista (fundador de El Granuja y colaborador de El Cojo Ilustrado) y docente. Dedicó su esfuerzo a diversos temas desde aspectos de la vida hogareña hasta motivos religiosos, pasando por el retrato, las escenas de tipo heroico, llegando a ser el pintor oficial de Cipriano Castro, se ha dicho que su obra es bastante convencional, y sin grandes aportes, siendo tal vez lo más logrado los retratos de su hermana Concepción Herrera Toro, el del escritor Eduardo Blanco, el de Arístides Rojas y sus dos autorretratos. Sin embargo, puede decirse que Antonio Herrera Toro, logró dominar magistralmente el retratismo, al que imprimió gran vigor y libertad, convirtiéndose en uno de los más importantes guías de la joven generación de pintores de la época, especialmente del que luego habría de denominarse el Círculo de Bellas Artes y muy en particular de Tito Salas. En cuanto al tratamiento de temas costumbristas y vistas de ciudades del interior y de la capital, cabe señalar que muchas de ellas se dieron a conocer cuando, junto a su hermano Nicanor, editó la revista El Oasis en su Barcelona natal y, luego cuando en Caracas editó otra revista, El Museo Venezolano, en colaboración con el litógrafo Henrique Neun.

Otro de los favorecidos por Guzmán Blanco que alcanzaría renombre mundial es Arturo Michelena (1863-1898), quien participó junto a Martín Tovar y Tovar, (1827-1902) Cristóbal Rojas (1857-1890) y Antonio Herrera Toro (1857-1914) en las festividades con que se celebra el Centenario del Natalicio del Libertador en 1883, exponiendo dos de sus obras: una de ellas representa la entrega de la Bandera al Batallón (sin título) y la otra, una alegoría a la República. Michelena estudió en París, desde 1885 hasta 1892, donde contrajo la tuberculosis que lo llevaría a la muerte a los 35 años de edad. Allí había obtenido importantes premios llegando incluso a la categoría de Fuera de Concurso, máxima calificación otorgada a pintor alguno, lo que hizo que sus obras fueran aceptadas en el Salón de los Artistas Franceses sin ser sometidas a jurado. Miranda en la Carraca, Vuelvan Caras, en que recrea la batalla de Las Queseras de Medio, el retrato ecuestre del Libertador conocido como Bolívar en Carabobo y La Vara Rota, son magníficos testimonios de su talento pictórico. Aún cuando parte de su obra está incluida en el género al que vengo refiriéndome, Michelena incursionó en temas como la caricatura, la figura humana, la pintura intimista y las escenas mitológicas.

Cristóbal Rojas, también estudió pintura en París en 1884, a pesar de sus escasos recursos económicos, logró conseguir financiamiento del gobierno guzmancista para costear sus estudios, al ganar el segundo premio del salón realizado con motivo de la celebración del ‘83 con la obra: La muerte de Girardot en Bárbula. Su pintura está intensamente marcada por los estilos de los salones franceses, y de manera muy especial, por la tradición realista de Courbet y Daumier, de aquí que la temática de su pintura, los efectos de claroscuro y el sentimiento dramático sean predominantes. Entre sus obras más destacadas se encuentran: La Primera y Ultima Comunión, La Taberna y El Dante y Beatriz, ésta última es de las primeras interpretaciones pictóricas de temática literaria en Venezuela.

A principios del siglo XX se inicia en Francia un nuevo movimiento: “el impresionismo”, y es Emilio Boggio (1857-1920) uno de los pintores venezolanos que más se aproxima a esta tendencia. Nacionalizado francés, estudió, en 1890, en la Academia Julián, al igual que Arturo Michelena y Cristóbal Rojas. Sus primeras obras presentan la influencia de Paul Laurens, pero poco a poco se irá perfilando como paisajista. Al igual que sus colegas y compatriotas participó en los salones que se celebraron en Francia en esa época. Gran amigo de Claude Monet y Camille Pissarro, quien había visitado Venezuela, entre los años de 1851 y 1853. Poco después, por la influencia de pintores simbolistas, su obra – cuya referencia será determinante en el Círculo de Bellas Artes- cobrará un carácter alegórico, aproximándose más al post-impresionismo y al divisionismo, algunas de sus obras más representativas son: Neblina de Otoño, Fin de Jornada y La Boda.

Es, precisamente, la formación del Círculo de Bellas Artes, en 1912, el gran acontecimiento artístico de comienzos de siglo, movimiento opuesto a la Academia de Bellas Artes, impulsado por un deseo de renovación plástica. Sus integrantes se dedicaron especialmente a la búsqueda del paisaje por medio de la pintura al aire libre dejando a un lado los temas históricos, religiosos que tradicionalmente habían dominado en la pintura venezolana. Contó también el Círculo con el respaldado de reconocidos intelectuales de la época como Santiago Key Ayala, Rómulo Gallegos y Manuel Díaz Rodríguez. La instalación fue dada a conocer por Leoncio Martínez (Leo) en el diario “El Universal”. Bajo el influjo de Boggio, Mützner y Ferdinandov, los artistas que lo conformaron supieron aprovechar los conocimientos provenientes de Francia. A este grupo pertenecen: Armando Reverón (1889-1954), Rafael Monasterios (1884-1961), Manuel Cabré (1890), Marcos Castillo (1897-1966), César Prieto (1882), Luís Alfredo López Méndez (1901) y Federico Brandt (1879-1923). Sin embargo, la diferencia con respecto a las vanguardias plásticas europeas es abismal, los separan casi dos décadas o más del cubismo, del fauvismo, y de otras corrientes que ya se habían desplegado en Europa.


Fauno en San Juan- Caracas

Frente a la Iglesia Parroquial de San Juan existe una plazoleta en forma triangular. Este sitio se llama también Plaza de Capuchinos o Plaza de Abril. En una explicación muy amena de la Delpinada que hace nuestro  gran ensayista  Pedro Emilio Coll, se refiere a cierta interpretación que algunos recatados vecinos dieran a un curioso monumento que allí existía. No lejos entre el Guarataro y Quinta Alcántara vivía don Francisco Delpino y Lamas. En un gracioso comentario titulado “ La Conspiración del Fauno”, dice don Pedro Emilio Coll : “ En la verde y triangular Plaza de San Juan una tarde de abril en que el sol tamizaba su ámbar luminoso al través de los copudos árboles y en la que el agua dormida de una fuente pública se refleja una burda figura de piedra, mientras en el otro extremo de la plazuela la estatua de Ezequiel Zamora amenazada con la espada a invisibles godos; precisamente en aquel dorado crepúsculo, unos tantos vecinos de la popular parroquia, reunidos allí con quedas, pero enardecidas palabras discutían si la figura ornamental de la pila elegida por las autoridades guzmancistas representaba un fauno sin patas de cabra, pero todas de acuerdo en la inmoralidad o indecencia de su desnudez . Para no verlo ya no se abrían las ventanas de las casas contiguas y al pasar cerca de él, de tránsito hacia la Iglesia parroquial, matronas y doncellas bajaban los ojos para pecar de indecorosas.

En las tertulias familiares hervían las protestas contra el impasible muñeco de bronce recién inaugurado entre cohetes y piñatas. El ingenuo levita se lamentaba en su homilía de la decadencia de las costumbres  cristinas y de la invasión del paganismo. En su salita de peluquería y adornada con calendarios pintorescos y olorosa agua florida y polvos baratos, el barbero vivaracho, parlanchín y en mangas de camisa, amolando su navaja, proponía una manifestación ante el Sr. Arzobispo para que exigiese la demolición del impúdico fauno. Intervino un italiano zapatero, de opiniones más modernas, insinuando como transacción del conflicto y así, fue aceptado por el Jefe Civil, concluye diciendo don Pedro Emilio Coll, que la parte más ostentosa de sexo del fauno se  ocultase con una hoja de parra tallada en piedra”. 


Caracas la Ciudad que no Vuelve
Guillermo Schael.


Imagen de Fundamemoria



miércoles, 15 de junio de 2011

Los Médicos de San Lorenzo y la Esquina


Histórica fotografía del año 1915 tomada en la antigua Escuela de San Lorenzo, no lejos
del hospital Vargas. Están en ella además del Dr. Izquierdo, de pies de izquierdo a la derecha: los doctores,
Pedro González Rincones, Héctor Landaeta Payares, Antonio José Castillo, Gustavo H. Machado, Guillermo Hernández Zozaya, A. Gutiérrez Solís, José Ognacio Baldó, Pedro Gutiérrez Alfaro, Bernardo
Gómez, Pedro del Corral y Martin Vegas.

Sobre la Esquina de San Lorenzo encontré la siguiente reseña:

"El origen del nombre de la esquina de San Lorenzo, se desconoce con exactitud, probablemente esté influenciada por la nomenclatura que implantó el Obispo Díez Madroñero (1756 -1769) en el año de 1776 ;en el plano de Caracas: Nuestra Señora Mariana de Caracas y los límites parroquiales para 1776, plano basado sobre el levantado o supervisado en 1772 por el Coronel Juan Vicente de Bolívar y Ponte, la ciudad, en sentido norte-sur (N3-S3) llegaba hasta la esquina anterior a la de San Lorenzo, la esquina del Rosario, de la actual parroquia de San José.


Si revisamos el actual plano de Caracas, aún en la parte norte de San José, varias esquinas llevan nombres relacionados con episodios de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, o advocaciones religiosas de la época, así que este nombre pudo haber estado relacionado con el mártir San Lorenzo.

Luego del Obispo Madroñero, casi todas las calles y las esquinas comenzaron a llamarse con sus anteriores nombres, pero en esta zona de Caracas, llama la atención que siguió conservando el nombre de las esquinas dados por Madroñero, incluso en el Obispado de Mariano Martí (1770 - 1792), se continuó con esta costumbre, y desde allí probablemente viene el nombre de San Lorenzo. "


En esta zona entre los años de 1856 a 1876, existieron cuatro cementerios muy cercanos, los cuales fueron clausurados cuando se construyó el Cementerio General del Sur (1876):


-Cementerio de los coléricos (1855-1868), situado en el terreno que queda desde el fondo del Hospital Vargas –norte-, hasta lo que fue el Cementerio de los Hijos de Dios.

-Cementerio de los Hijos de Dios (1856-1876), situado en línea recta desde el Puente Guanábano a la serranía del Avila.

-Cementerio de San Simón (1857-1876), ocupaba exactamente el terreno donde años más tarde se construyo el Hospital Vargas.

-Cementerio de las Mercedes (1862-1876), se hallaba al Oriente del Hospital Vargas, precisamente en la esquina de Anima Sola, y entre esta esquina y la de San Lorenzo, fue que se construyó la ESCUELA DE ANATOMIA de la FACULTAD DE MEDICINA (1913).


En entrevista realizada al maestro José (Pepe) Izquierdo, sobre los Médicos de San Lorenzo, al recordar los hechos que precedieron a la fundación de la Escuela de San Lorenzo, decía el Dr Izquierdo:

-“en el año 1913 y en el lugar de un antiguo cementerio fue fundado el INSTITUTO ANATOMICO”

El cementerio al cual aludía el maestro, era el Cementerio de las Mercedes.

El doctor Luis Razetti (1862 -1932), fue el propulsor de la idea de construir un instituto destinado a la enseñanza de la anatomía.

El doctor José Izquierdo (1887-1975) fue el .Fundador de la cátedra de Anatomía en la Escuela de Medicina. UCV .1915.

El Dr Izquierdo comentó que “significó un extraordinario acontecimiento para la enseñanza médica, en aquel entonces era texto de anatomía el incomparable Testut. Los símbolos que caracterizaban a nuestra Universidad según el brillante profesor de Anatomía eran el orden y la disciplina. Si hoy a pesar de tales condiciones, todavía la cátedra de anatomía se distingue por su eficiencia y seriedad, ello se debe a la competencia, al orgullo de cumplir con el deber, y el amor al estudio, cualidades que distinguen al personal de esa enseñanza “

Los primeros alumnos del Doctor Izquierdo en el año 1915, que luego fueron los integrantes de la promoción de médicos que se graduó en el año 1920, fueron: Arístides Tello Olavaria, Pedro González Rincones, Héctor Landaeta Payares, Antonio José Castillo, Gustavo H. Machado, Guillermo Hernández Zozaya, A. Gutiérrez Solís, José Ignacio Baldó, Pedro Gutiérrez Alfaro, Bernardo Gómez, Pedro del Corral y Martín Vegas.

Coincidencias del destino, este grupo celebró el grado en la caraqueñísima “Cervecería Donzella”, situada en esa oportunidad en la cuadra de Torre a Principal, propiedad del “catire” Donzella (1883-1949), y luego para celebrar sus Bodas de Plata en 1945, escogieron nuevamente la famosa Cervecería doncella, situada para entonces en la cuadra de Principal a Santa Capilla.

Fuente: Gerónimo Alberto Yerena Cabrera






Telmo Romero, locura y libros

Telmo Romero: charlatán honorario

Existen muchos criterios para tratar de de conferir importancia a un autor o a una obra, me refiero a criterios que están más allá o más acá del texto o que son algunas veces ajenos al mismo.

La edición de las obras completas, el hacerse acreedor de un premio, la abundante bibliografía directa o indirecta, haber sido fundador de un género. Harold Bloom quería que la manera de determinar dicha importancia viniera dada por la influencia que genera. Por supuesto, para medir dicha influencia se tiene que usar un sistema de su invención.

Además del solaz que encuentre en la obra, yo tengo un criterio adicional para saber cuán importante es un libro: el hecho de ser prohibido, quemado o destruido públicamente. Hay períodos particularmente dados a estas prácticas, incluso a las tres juntas, razón por la cual existían funcionarios encargados de tal misión. Asimismo, la historia conoce de grandes quemas colectivas, donde muchos autores acaso irreconciliables se reúnen calurosamente.

De allí que yo considere a Telmo Romero como el escritor más importante de la historia de la literatura venezolana, puesto que es, hasta donde tengo noticia, es el único caso de un libro quemado públicamente en nuestro territorio. Y es una circunstancia doblemente particular, puesto que la quema no fue ordenada por un gobernante o por un Estado, por lo general los principales autores de estas prácticas; El bien general, según cuenta la leyenda, fue incinerado por un grupo de personas que no ostentaban cargo público.La nota que Caballero dedica a Telmo Romero en el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar dice, sintéticamente, que nuestro incinerado nació probablemente en San Antonio, estado Táchira, hacia 1846. No tuvo otro oficio conocido, excepto el de brujo yerbatero; se convierte en “un personaje nacional reconocido” cuando salva de “una grave y al parecer incurable enfermedad” al hijo del para entonces presidente Crespo. El bien general se convierte en un best seller y el autor se hace cargo de la dirección del Hospital de Lázaros de Caracas y del Manicomio Nacional de Los Teques. Romero recibe un dudoso doctorado en medicina en Estados UnHasta aquí todo va bien y en sentido ascendente. Pero, dice Caballero:

Llega a correr el rumor de que Telmo Romero va a ser nombrado rector de la Universidad Central de Venezuela; los estudiantes, para contrariar a Crespo y a través de él, a Guzmán Blanco, organizan entonces un auto de fe y echan a las llamas los ejemplares de El bien general, al pie de la estatua de José María Vargas en el patio de la Universidad. La gloria de Telmo Romero termina con la presidencia de Crespo, en 1886. Despojado de sus cargos, muere de tuberculosis al año siguiente.

Dicen que en política, mejor que tener amigos importantes, es tener personas importantes que se consideren nuestros enemigos; lo cual nos da a nosotros cierto prestigio. Hacerse odiar por el público es una buena forma de llegar a la fama. En literatura, mejor que ser leído, admirado, mejor aún que haber logrado unas buenas páginas, es ser detestado hasta el punto de que públicamente seamos quemados.

Se atribuye comúnmente a Dalí aquella frase según la cual el momento más glorioso en la vida de un pintor no es cuando le compran un cuadro sino cuando roban una obra suya. Se me ha ocurrido pensar que un escritor es importante cuando uno de sus textos es censurado o quemado. Hasta donde sé, el de Romero es el único caso de quema pública de un libro en Venezuela, lo cual lo hace un escritor de prestigio*.* De reciente aparición para el momento de escritura de estas líneas, y de rápida lectura por parte de quien escribe estas líneas, el texto de Fernando Báez, Historia universal de la destrucción de los libros, ignora el caso de Telmo Romero.

Rafael Victorino Muñoz
Profesor de la UC

" El Libro General "

"El bien general" libro escrito por Telmo Romero contiene una colección de secretos indígenas acompañados de sus fórmulas prácticas y seguidas de un compendio de veterinaria, el más perfecto publicado para la fecha. Dicho texto fue impreso en la Imprenta de la nación, en 1884 (segunda edición). En este libro el autor nos da a conocer una serie de fórmulas e indicaciones para tratamientos de enfermedades y diversidad de padecimientos y dolencias. Para cada tratamiento nos indica de manera detallada qué fórmula se debe utilizar para la aplicación de tan variados compuestos, y a su vez nos explica el poder curativo de cada sustancia o compuesto que conforman este interesante libro. Cabe destacar que todos estos fórmulas y recetas son el resultado de investigaciones hechas por este autor sobre medicamentos indígenas utilizados de generación en generación en sus comunidades. Si hacemos un recorrido por las páginas de este libro podemos leer por ejemplo recetas para curar enfermedades o padecimientos como la sífilis, el asma, reumatismo, hidropesía, afecciones del hígado, almorranas, moquillo, tumores callosos, hechicerías, hernias, entre otros. De la misma manera, podemos revisar o estudiar compuestos para facilitar los partos difíciles; para calmar los dolores de vientre; para contener los abortos; para facilitar la dentición de los niños; para restañar el vómito de sangre. Y por otra parte, también nos ofrece el autor algunas preparados para teñir la barba y el pelo, para borrar las manchas del cutis, para conciliar el sueño, entre muchos más. Entre tantos tratamientos, fórmulas y compuestos contenidos en estas páginas dedicadas al mejoramiento de la salud y a la cura de enfermedades, citaremos textualmente un fragmento, para que el lector interesado en esta materia tenga la oportunidad de leer alguna de las fórmulas, tratamientos o recetas antes mencionadas:

PARA CALMAR LA TOS: Extráigase el zumo a una libra de salvia y hiérvala mezclado con una botella de vino blanco y dos onzas de pasas; agréguensele en infusión unas gotas de esperma y tómese una cucharada cada cinco minutos hasta que desaparezcan los accesos.

PARA FACILITAR PARTOS DIFÍCILES: Cuando alguna señora haya retardado demasiado la hora de su alumbramiento o se viere sumamente fatigosa para su desembarazo, hágasele tomar inmediatamente dos nudos tostados y pulverizados del espinazo del pez eléctrico conocido con el nombre de “Temblador,” en un cocimiento fuerte de dos onzas de escorzonera endulzado con miel de abejas, o en su efecto, varias cucharadas con diez minutos de intervalo cada una de vino manseco mezclado con dos onzas de mirra y cobalonga pulverizadas, hasta que se haya efectuado el alumbramiento, teniendo el cuidado de repetir esta última composición.






sábado, 11 de junio de 2011

El Cojo Ilustrado

Trataré en los próximos días de ir agregando las notas obtenidas de la Revista "El Cojo Ilustrado"

Imagen familiar de J. M. Herrera Irigoyen, el fundador y dueño del Cojo Ilustrado, una revista imprescindible para conocer a la Venezuela de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Duró de 1892 a 1913. Aún no ha sido superada como revista. Fue un hombre de carácter recio y justo, a quien los intelectuales bohemios de entonces molestaban con afecto por lo estricto que era. La foto es cortesía de Leopoldo Díaz R. y Nicomedes Febres Luces

Antecedentes

El nombre de la revista literaria proviene de uno de sus fundadores. Manuel María Echezuría quien era cojo. Un hombre quien tomo su defecto físico para darle nombre a una gran obra literaria como lo fue “El Cojo Ilustrado”.
Algunos historiadores han dicho que la palabra “ilustrado” era debido a las magnificas y abundantes ilustraciones que adornaban las publicaciones. El Cojo Ilustrado fue uno de los primeros periódicos en Venezuela con un taller de fotograbado mecánico.

El primer número de esta revista data del 1 de enero de 1892 y el último tiene fecha de 1 de abril de 1915.

La revista tuvo una duración de 23 años en circulación desde el siglo XIX hasta principios del siglo XX.
Historiadores consideran que en Venezuela el modernismo giro entorno a esta revista de gran importancia literaria y según el escritor dominicano Max Henrique Ureña fue “una de las mejores revistas de América” destacada entre los intelectuales y sociedades en toda América.  
El Cojo Ilustrado fue el perfecto ejemplo de cómo en Venezuela alcanzo la crítica literaria. Esta revista mereció ser considerada como un órgano del modernismo pues en sus páginas y columnas no solo estaban los mejores poetas y escritores venezolanos si no que también tenía cabida para artistas de todas partes del mundo.
Características

El Cojo Ilustrado contaba con más de 3.000 suscriptores a nivel nacional e internacional. El abono mensual por dos revistas era de 4 bolívares y el número suelto valía 2 bolívares. El formato de la revista media 32 por 23 centímetros, con 16 páginas a 3 columnas. Jamás fue contraria a loa gobiernos, mantenía una línea fundamentalmente cultural.
Esta revista literaria se caracteriza por su maravillosa publicación de distintas expresiones literarias tanto venezolanas como extranjeras. Permite el conocimiento de nuevas formas de expresión artística y dio a sus lectores el placer de enriquecerse a distintos niveles.


En los periódicos no sólo se registran los acontecimientos cotidianos, sino también se expresa la mentalidad de los grupos sociales, la opinión de la gente con respecto a los hechos, sus expectativas y juicios de valor. Este es un estudio cualitativo del discurso manifiesto en la revista “El Cojo Ilustrado” (Venezuela, 1892-1915). Tiene dos fines fundamentales, determinar la función que esos textos cumplieron en el entorno en que se originaron y hacer un estudio de las mentalidades que muestre el sistema de valores que –con respecto a la mujer– tenía la sociedad venezolana de ese tiempo; esto por medio del análisis del discurso y desde la perspectiva de la interacción entre pensamiento y lector. Se tomarán en cuenta para este estudio todos los tipos de texto que contiene la revista, tomando en cuenta que en “El Cojo Ilustrado” se recogen escritos sobre las ciencias, las artes, la historia, la industria, la vida intelectual, y en general la actualidad en todos los ramos del saber; pero también incluiremos en este análisis la publicidad y los avisos, ya que éstos transmiten información importante acerca del entorno social comprendido por los lectores y lectoras de esta revista. Esta investigación demuestra que el análisis de estos textos es un instrumento muy valioso para el estudio de la mentalidad de los grupos sociales a lo largo de la historia, ya que permite llegar al sistema de valores y a los conocimientos compartidos por el grupo social, ubicándonos en el mismo tiempo en que estos textos se produjeron



La Revista Nº 2 de fecha 15 de enero de 1892 , tiene en su portada la Iglesia de la Pastora , destaca la siguiente nota :
"La Iglesia de la Pastora



Es uno de los más bellos edificios que adornan á Caracas, después de haber sido por mucho tiempo una iglesia casi en ruinas ó con apariencia de tal.
Debido á la munificencia del Gobierno, y aún más que á ello ( es de justicia anotarlo así) al empeño decidido
y ardoroso espíritu religioso de su actual capellán el venerable Padre Olegario Planas, tienen hoy los fieles, lugar
santo en que ir á confiar sus penas y pedir mercedes al Dios de las misericordias. Si la perspectiva exterior del edificio
es bella no es menos rica y adecuada la ornamentación interior; siendo de oprtunidad recordar que en una de sus naves
figura el cuadro de las Animas, bello trabajo al óleo de nuestro malogrado pintor Cristóbal Rojas.

En la misma edición vemos la siguiente imagen

La Trilla
"Así se llama la elegante construcciòn
de que es propietario el señor
General Crepo, y que domina una
de las vistas más pintorescas de la
Ciudad. Es fábrica á la europea y
reune todas las condiciones higiénicas
y de comodidades y belleza recomendables.
La fotografía  fue tomada del puente de
hierro que está á su frente"   



jueves, 9 de junio de 2011

Ciudad desmemoriada

Para aquellos ciudadanos de a pié que no tenemos tendencia política y que  ejercemos a través del voto nuestro compromiso ciudadano, podemos observar con profunda tristeza la situación de caos que vive nuestro país. Por ello, haré especial referencia a la Ciudad que vivo, amo y padezco : Caracas.

El Primer ataque: Recuerdo que después de meses de controversia entre la Alcaldía de Caracas y la Universidad Central de Venezuela, la emblemática estatua de María Lionza, obra de nuestro insigne escultor Alejandro Colina, ubicada en la autopista Francisco Fajardo,  amaneció destruida. La ruptura se produjo a nivel del vientre de la heroína, así como el ataque dirigido a sus senos, desplomándose toda su parte superior, y  encontrándose desde entonces -por orden judicial- en la sede de la COPRED de la UCV (a Dios gracias) quién llevó a cabo satisfactoriamente su restauración.

Ese 06 de junio de 2004, sin ser experta en el área, demostró la importancia que daría el Gobierno de turno al patrimonio histórico cultural de nuestra nación. A partir de entonces, ha sido sistemático el plan orquestado de deterioro de nuestra Ciudad, y vemos como meses después, exactamente el 12 de de Octubre de 2004, día de la resistencia indígena, el centenario "Monumento a Colón en el Golfo Triste, fue pintado con consignas como "Colón-Busch", "Españoles racistas" y "Colón, genocida de las índias". En medio de diversos actos oficialistas,  se produjo el derribo de la figura del escultor venezolano Rafael de la Cova, seguidamente arrastrada hasta el Teatro Teresa Carreño, como obsequio al Presidente de la República Hugo Chávez, quién utilizando las instalaciones del Teatro. “dignificaba” con su volátil discurso a nuestros indígenas.

Cronológicamente llegaron las expropiaciones y  confiscaciones a inmuebles de gran riqueza patrimonial ubicados en el centro de Caracas, San Bernardino, La Candelaria, Altagracia, Santa Rosalía, y pare usted de contar. No existe un espacio de nuestra Caracas que no guarde alguna huella del pasado y que no haya sido ultrajado, bajo el auspicio oficial.

Reconozco, sin embargo,  que ingenuamente ha existido en mí esa cuota de optimismo con la recuperación del Parque El Calvario, La Urbanización El Silencio; Plaza Venezuela: Siempre creí necesaria la restauración del casco histórico, incluyendo la “casa de vínculo” que nunca formó parte del interés de pasados gobiernos, y que el actual   nos obligó a buscar los textos históricos, a releer páginas que estaban en el olvido:

¿Quién recordaba que María Lionza había sido ordenada por Pérez Jiménez para los Juegos Bolivarianos de 1951? ¿Quién conocía a Rafael de la Cova? ¿Lo significativo de la Nao Santa María y Roberto Burle Marx, en el Parque del Este?

Todos somos inevitablemente, responsables del deterioro y del olvido.

Caracas y su patrimonio cultural siempre han sido maltratados, con las excepciones del caso, nunca ha sido parte de la agenda gubernamental, ni objeto de campañas políticas especificas y  mucho menos vemos el tema de la conservación patrimonial ni en el ABC, ni en los pensa de estudios. En consecuencia,  no existe educación ni apego sentimental con calles, esquinas, casas, plazas, parques. Y la manera como ha sido tratado éste, es el precio que está pagando la Ciudad. Su castigo, la desmemoria del pasado mediato e inmediato  que constantemente nos recrimina.

Hoy veo con preocupación, bajo la indiferencia de la mayoría, cómo nos hemos dejado arrebatar a María Lionza, Colón En El Golfo triste, Colón En El Calvario, el Parque Del Este, El  Edificio Toki Eder, el Hipódromo De La  Rinconada, el Museo del Transporte, el Teresa Carreño, el Ateneo de Caracas, Parque Del Oeste, El Parque Los Próceres, Paseo Vargas, las Torres del Centro Simón Bolívar ( sus mosaicos), la misma Universidad Central de Venezuela, que como ninguna ha sufrido ataques constantes en sus instalaciones. Igual los realizados a las imágenes religiosas, en estos últimos días en el estado Lara,  como museos y teatros como el Municipal, el Nacional, Teresa Carreño, han ido cambiando su naturaleza , sin aportar al arte, diferentes tendencias a través de exposiciones de altura; Iglesias y demás edificaciones que muestran por fuera signos de una presunta restauración, que según expertos no es más que un maquillaje que va deteriorando el ADN de la obra, y, con ello , la historia.

Lo que si ha ganado la ciudad es anarquía, moto-taxis a diestra y siniestra al margen de la Ley, las avenidas principales del Municipio Libertador que no tienen identificados sus comercios, gracias a una Providencia Administrativa que ordenó la remoción de anuncios que en su mayoría,  formaban parte de la memoria de la ciudad, depósitos de basura que obstaculizan el paso peatonal, indolencia, maltrato de unos contra otros, con alto grado de agresividad.

Para concluir, no me equivoco que también Caracas ha ganado ciudadanos cada vez  más sensibilizados con el Patrimonio Cultural, que se va incorporando lentamente y sin temor a la defensa de éste Ruego porque estemos a tiempo de concientizar a nuestros niños, niñas y adolescentes del compromiso que debe existir por la herencia cultural propia de nuestro pasado, para  transmitir su valor a las generaciones presentes y futuras.




María Lionza en 1950  finalizando su construcción
para recibir a las delegaciones deportivas de los
Juego Bolivarianos de 1951


6 de junio de 2004
así amaneció la Obra
de Alejandro Colina
después de los ataques
recibidos


Restaurada por la Universidad
Central de Venezuela
actualmente
secuestrada por orden judicial
que impide vuelva a su lugar de
origen.


http://exploravenezuela.blogspot.com/2010/01/un-barco-caricaturesco-en-un-sitio.html
Foto :http://exploravenezuela.blogspot.com/2010/01/un-barco-caricaturesco-en-un-sitio.html

12 de octubre de 2004

Colón en el Golfo Triste
2004

Foto : María F Sigillo

Foto: María F Sigillo
2011


Foto : El Universal

Hipódromo La Rinconada
Revista Life


Hipódromo La Rinconada

Estado actual del Hipódromo 2011
Fuente El Universal