En 1918, Armando Reverón se hospeda en la Escuela Santos Michelena, que estaba ubicada muy cerca de la iglesia San Pedro Apóstol y allí dio clases como profesor de dibujo por un tiempo breve, pues el director del plantel, Rondón Márquez, que era su amigo, contrae la gripe española y muere. Reverón también se contagia de esa enfermedad, pero se salva gracias a una “terapia” muy particular, la cual consistía en trotar durante largo rato y luego, todo sudoroso, bañarse con agua fría… Después de aquella dramática experiencia, el pintor decide establecerse en casa de su madre Dolores Travieso, que vivía de Pilita a Mamey 101, en Caracas, acompañado por Juanita Mota, quien poco antes había conocido en unas fiestas de carnaval en Maiquetía. Ella habría de ser su compañera por el resto de su vida.
Tres artistas, uno venezolano, Emilio Boggio, y dos extranjeros, Nicolás Ferdinandov, ruso, y Samys Mützner, rumano, tendrían cierta influencia en la obra y en el comportamiento personal de Reverón. También del español Zuloaga, tomaría esos misteriosos y maravillosos fondos que se manifiestan en “La Cueva” que es una de las obras magistrales del arte venezolano.
Pero aquel encartamiento que le producía las obras de esos creadores, se fue diluyendo en el tiempo, de la misma manera como luego Reverón diluía todos los elementos que integran el paisaje, en aquellos espacios de sus telas donde la luz del sol encandila y destruye los contornos. Durante ese período que corresponde a su época blanca, Reverón se tapaba los oídos con gruesos tapones recubiertos de tela. Quizás, al opacar los sonidos del exterior, lograba hipersensibilizar la calidad de su visión, para así mejor explorar la vibración lumínica que sólo percibía a través del color blanco.
Eso sucedía dentro de lo que fue una fantástica instalación artística, en la que la piedra era un elemento fundamental que crecía, se alzaba, cuando se hacía necesario aislarse y proteger aquel mundo que aglutinaba pinturas, muñecas, parasoles, caballetes, máscaras, sudarios, santos, campanas, hilos de alambre, instrumentos musicales ausentes de sonoridad, pero no de poesía, estructuras de bambú, taburetes, marcos, aves, monos, abanicos, banderillas, y a Reverón y a Juanita, por supuesto.
Al morir Reverón, aquella ingeniosa instalación perdió su encanto. Siendo niño, y en compañía de mi padre, algo de lo extraordinario de ese espacio delirante pude apreciar, cuando visitamos al pintor en su fortaleza de piedras. Años después iba con frecuencia a conversar con Juanita, a la que en una oportunidad, y con motivo de estar organizando una exposición de artistas populares del litoral central en la Biblioteca José Maria Vargas de Macuto, en 1967, la invité a participar, con unos dibujos suyos, en esa colectiva. También, en una de esas visitas, le hice una entrevista que años más tarde publiqué en la revista KENA de la Cadena Capriles. Lo que sigue, es una pequeña parte de esa entrevista: “Yo nunca había sentido una cosa tan bonita como esa noche en que conocí a Armando. El se parecía a uno de esos artistas de cine. El era muy buenmozo y muy elegante, no como se puso cuando nos mudamos para acá. Acá apenas se vestía. Eso hizo que mucha gente lo confundiera con un loco. Si señor, aquella noche a él le brillaban los ojos como dos luceros, pues no vaya a creer, yo era entonces una muchacha bonita, bonita y delgadita, no como ahora que estoy gorda y vieja. Tienes manos de virgen, me dijo Armando, y carita de ángel asustado”.
El Concejal Gallegos Mancera
propone salvar el Castillete de Reverón
Cuatro años después del fallecimiento de Reverón, el Dr. Eduardo Gallegos Mancera, integrante de la Comisión de Cultura Popular del Concejo Municipal de Caracas, junto con los concejales Alfredo Lafée y Alfredo Rodríguez Amengual, se entrevistaron con el Ministro de Obras Públicas, con la finalidad de solicitar su intervención para garantizar la conservación del Castillete de Macuto. Esa determinación de los ediles se debió a una información aparecida en la prensa nacional, donde se denunciaba el deplorable estado de la casa taller del gran artista venezolano.
El concejal Eduardo Gallegos Mancera, miembro del Partido Comunista de Venezuela, declaró lo siguiente a la prensa acerca de esa situación: “Con anterioridad nos habíamos enterado que el MOP ejecutaba trabajos en Las Quince Letras, jurisdicción de Macuto. Estos trabajos ponían en peligro la casa del pintor, y en consecuencia, tomando en cuenta la importancia que para el patrimonio cultural del país tendría la preservación del Castillete de Macuto, los concejales propusimos al Cuerpo la intervención en el asunto. Nosotros deseamos que la vivienda del pintor sea convertida en pequeño museo que mantenga vivo el recuerdo del artista en la memoria de las generaciones venideras.
Además de la entrevista con el Ministro de Obras Públicas, la misma Comisión de Cultura Popular tratará con el Ministro de Educación y con los familiares de Reverón, la posibilidad de instalar el museo.
Nosotros pensamos en los materiales endebles de la casa. Sin embargo, suponemos que en caso de organizar el museo, se procederá a la refacción de los techos y paredes”. El Nacional, 31 de julio de 1958. Dieciséis años después de aquella proposición de los concejales de crear el Museo donde se mantuviera viva la memoria del artista, es que se viene a inaugurar el Museo Armando Reverón. Juanita había fallecido dos años antes de ese importante acontecimiento histórico.
El Castillete ya no existe, fue destruido por el deslave del 16 de diciembre de 1999. A casi 12 años de esa tragedia en el Estado Vargas, todavía no se sabe qué va a pasar con el espacio donde estaba el Museo Armando Reverón.