lunes, 30 de mayo de 2011

Reseña Histórica del Cuartel Cipriano Castro

EL CUARTEL DE LA MONTAÑA
"EL ARTE LEVANTA EL ALMA"

En una colina cercana al Calvario, conocida como la Planicie, fue Construido, a principios del siglo pasado, un majestuoso edificio destinado a Servir de sede de la Academia Militar de Venezuela, con la cual el Presidente Cipriano Castro decidió legalizar la formación de Oficiales que tendrían que Defender la Republica.


El decreto de creación de este instituto castrense obligo al Presidente a dar efecto a otro decreto, mediante el cual el Ministerio de Obras públicas se encargaba de de abrir un concurso para que fuesen presentados los proyectos y presupuestos para construir el edificio sede de la Academia Militar; esto ocurría el 4 de Julio de 1903.
Días más tarde el Ministerio puso a disposición de los interesados toda la información necesaria para elaborar los proyectos; el ganador tendría a su cargo la construcción del edificio en el cerro de la Planicie detrás del Calvario.
Se creó un jurado compuesto por eminentes Venezolanos, a fin de examinar los trabajos que presentaran los distintos concursantes, siendo nueve los proyectos propuestos. El arte levanta el alma, Paz y labor, Patria, Orión, 77.777, C de O, IZ y uno identificado por un disco rojo dentro de un circulo negro. El veredicto "EL ARTE LEVANTA EL ALMA", que resulto ser del ingeniero Alejandro Chataing y del arquitecto Jesús María Rosales Bosque.

Hay algo mas en este Concurso digno de ser comentado: gratamente impresionado el Presidente de la República por las condiciones artísticas y altamente agradecido por el entusiasmo puesto en manifiesto por los ingenieros y arquitectos, resolvió premiar con la cantidad de un mil Bolívares (Bs. 1.000,00) a todos y cada uno de los autores de los nueve proyectos, como un obsequio al merito y un estimulo al trabajo y al estudio. El ganador del certamen fue recompensado, además con la tarea de la dirección de los trabajos que debían hacer realidad su proyecto.

Según documentos, el presupuesto para la edificación ascendía a la cantidad de un millón doscientos setenta y siete mil seiscientos veintidós Bolívares (Bs. 1.277.622), cantidad .que sería entregada semanalmente por partidas de (Bs. 10.000). El ingeniero Alejandro Chataing comenzó la construcción el 4 de Enero de 1904, con la colaboración del arquitecto Jesús María Rosales Bosque, trabajando con gran empeño y progresando la obra Rápidamente.

Pronto estuvieron terminadas las cuadras, zonas de servicios, baños, cocina, comedor, vestuarios, dormitorios, gimnasio, biblioteca, aulas, museo etc. De esta forma llega el 4 de Abril de 1906, fecha que el ingeniero Alejandro Chataing comunica al Presidente Cipriano Castro la conclusión de la obra y que solo quedan pequeños detalles, como por ejemplo la pintura. Al respecto dice el ingeniero Alejandro Chataing:

"El edificio ha quedado como hecho de un solo bloque de Granito, pues es una masa de mampostería y hierro, ha quedado como Debería de quedar, es decir, desafiando con su solidez las injurias del Tiempo y con la majestad del pensamiento moralizador que representa, las injurias de las pasiones, para servir ante la posteridad del solemne testimonio”

El edificio fue solemnemente inaugurado el 23 de Mayo de1907. Fue el General Juan Vicente Gómez presidente de la Republica, quien instalo la Academia Militar el 5 de Julio de 1910, como parte de los actos conmemorativos del Centenario de la Declaración de Independencia.

En 1911 comenzaron a egresar las promociones de oficiales. Entre los primeros grupos de cadetes formados en la Planicie se encontraba el futuro General Isaías Medina Angarita, quien fue el primer oficial graduado en la escuela en ejercer la Presidencia de la Republica (1941-45). También en sus aulas se formo años más tarde, otro jefe de Estado: Marcos Evangelista Pérez Jiménez.

El 19 de Abril de 1928 dispuso el Presidente de la Republica la clausura de la Escuela Militar por causa de los hechos políticos-militares ocurridos en el país. Entre los años 1931-37 la escuela se traslado a Maracay en este periodo egresaron 137 oficiales. El 15 de Febrero de 1937 por Decreto del Presidente de la Republica general. Eleazar López Contreras los cadetes retornan a la Planicie de Cajigal donde permaneció hasta el 26 de Marzo de 1950, cuando pasa a ser Ministerio de la Defensa hasta el.15 de Mayo de 1981. Transformándose en Museo Histórico Militar.

Fuente: Ministerio de la Defensa.
 
 


Notas del Museo Historico Militar

El museo Histórico Militar de La Planicie es una construcción de las décadas de 1900-1920, cuando bajo las presidencias de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez se comenzó el proceso de profesionalizacion de la milicia nacional. por lo que se construyó el edificio como sede de la primera academia militar de Venezuela. Convertido actualmente en museo, se aprecian objetos, armas, uniformes y artìculos militares de los siglos XIX y XX.

Fue construido sobre la la meseta de la Planicie con vista sobre el sector suroeste de la ciudad a 981,28 metros sobre el nivel del mar. Se edificó con el proyecto ganado en concurso por el ingeniero Alejandro Chataing y el arquitecto Jesús María Rosales Bosque durante el gobierno de Cipriano Castro. Se inauguró en 1910, estando en el poder el General Juan Vicente Gómez . Llegó poder a ser la Academia Militar más grande de Latinoamérica, formadora del nuevo ejército venezolano con estudios académicos.

La crítica de la época ubicó al edificio dentro del estilo militar florentino, pero en realidad es una expresión eclética de diversos estilos arquitectónicos, vigentes en la tipología de edificaciones militares de aquel entonces.

La concebida según las categorías estéticas de la proporción, el orden y la simetría. Conformando además una serie de volúmenes adosados entre sí. Este Edificio, antigua Academia Militar de Venezuela, fue sede del Ministerio de la Defensa y actualmente funciona como Museo Histórico Militar.

El Museo Histórico MIlitar se localiza en La Planicie, cercana al barrio de Montepiedad se comenzó a levantar por decreto del general Cipriano Castro en 1903 un edificio destinado a servir de sede a la Academia Militar. Concluido éste en 1907 el general Juan Vicente Gómez inauguró el primer curso el 5 de julio de 1910. Primer jefe del Cuerpo de Cadetes fue el coronel Samuel Mc Gil. Desde 1919 a 1927, el capitán Isaías Medina Angarita, fue comandante de este cuerpo. Había sido tradición en Caracas durante muchos años esperar las salvas del cañón que desde La Planicie anunciaba la llegada del nuevo año, así como la apertura y clausura de las sesiones del Congreso Nacional (hoy Asamblea Nacional) y conmemoración de fechas magnas de la historia patria.
Dicha instalación ha albergado varias instituciones: Academia Militar de 1910 a 1949, más tarde Ministerio de la Defensa 1941- 1981, comienza un nuevo destino como Museo Histórico Militar en 1981.
El órgano divulgativo de Museo Histórico Militar es el Revista Bolívar cuyo ejemplar Número 1 correspondiente al año 1 volumen 1 circulo por primera vez en fecha 9 de diciembre de 1982.
Sitio de Búsqueda: Biblioteca de la UCV/ INCES
Fuente Bibliográfica: Cruz Edgar, 25 Monumentos de Caracas, Ediciones Fundarte. 2000. Caracas, pag. 70-71.
Fuente: portaldehistoria. Blog / Caracas en Retrospectiva Blog


Revista Bolívar, órgano divulgativo del Museo Histórico Militar en este ejemplar se observa parte de la fachada principal del Museo

Notas Sobre Marcos Evangelista Pérez Jiménez

Después de 1958

En agosto de 1963 el gobierno venezolano presidido por Rómulo Betancourt lo extraditó de Estados Unidos, lo encarceló y tras un controversial juicio lo sentenció a cuatro años de prisión por peculado y malversación de fondos. Al final de su sentencia, Pérez Jiménez fue liberado y se residenció en España.


Desde Europa, fue elegido como Senador en las elecciones de 1968 por el partido Cruzada Cívica Nacionalista (CCN); sin embargo, la Corte Suprema de Justicia invalidó su elección basándose en tecnicismos legales. Posteriormente, valiéndose de los votos obtenidos en las elecciones de 1968, CCN logró postularlo para la Presidencia de la República en los comicios de 1973 pero representantes de los partidos mayoritarios propusieron y aprobaron en el Congreso Nacional, una enmienda constitucional destinada a inhabilitarlo políticamente. Ante tales circunstancias, Pérez Jiménez decidió retirarse de manera definitiva del escenario político venezolano, radicándose en Alcobendas, Madrid, donde vivió hasta su muerte el 20 de septiembre 2001 a los 87 años. Para ese momento, aunque el Presidente Hugo Chávez no lo indultó, lo había invitado a regresar al país a su toma de posesión en 1998, pero numerosas protestas de diversos sectores hicieron que Pérez Jiménez se quedase en Europa



viernes, 27 de mayo de 2011

Datos sobre el Pasaje Zingg, Caracas

Lo más fascinante que me ha ocurrido con los Grupos "Caracas en Retrospectiva" (facebook) , ha sido conocer y disfrutar los aportes y comentarios que usuarios hacen; muchos de ellos comentan su experiencia personal, anédocta de padres, abuelos, o reseñan datos bibliográficos de alguna fuente ( muchas de ellas, desconocidas) de textos , que contienen el origen, crónicas o simples datos sobre tal o cual  tema.

Una de ellas, ha sido el Edificio, luego Pasaje Zingg.
Comparto algunas notas e imágenes agregadas al grupo:



Notas sobre el Pasaje Zingg:

"Durante la guerra se aplicó aquí algo que se conoció como la "Lista Negra", que consistía en crear limitaciones para el desarrollo de los negocios de los empresarios de origen alemán. Esto llevó a la familia Zingg a cambiar el nombre de la empresa Gustavo Zingg S. A. a Imex S. A. En el año 1952 la situación varió con relación a la aplicación de la Lista Negra, de modo que la empresa volvió a llamarse Gustavo Zingg S. A. Posiblemente fue necesario un acercamiento a las autoridades de la época". Pedro Emilio Correa

En 1940 la casa Zingg decide construir su sede en Caracas. El edificio fue diseñado por Oskar Herz en 1940 y el pasaje por el arquitecto Arthur Kahn en 1953; la construcción la llevó a cabo la Oficina Técnica Blaschitz. Se encuentra en la avenida Universidad, entre la esquina Sociedad y la Traposos.

En aquella época este edificio erigido con acero resistente a los terremotos asombraba a los transeuntes debido a la magnitud de su estructura. Cabe destacar que sus escaleras mecánicas fueron las primeras en ser instaladas en Caracas. El Edificio Zingg suponía un avance moderno y tecnológico en la época, sin embargo llegó tarde a Caracas. Una década después de su construcción, los cambios en la ciudad y el modernismo sugerían modificar este edificio para adaptarlo a las exigencias de la época. Fue ahí cuando el arquitecto de origen turco Arthur Kahn decidió modificarlo y convertirlo en un pasaje. El proyecto sugería hacer un pasaje comercial al estilo parisino que albergara a las cuarenta tiendas más lujosas de Caracas, ya que en cierto modo éste era el primer centro comercial de la época.

En Europa los pasajes fueron muy populares ya que en el siglo XIX las tendencias modernistas de París sugerían que los ciudadanos pasearan los las distintas tiendas y galerías a través de bulevares cubiertos. Así se aprovechaban las ventajas de la sombra y las caminerías se convertían en un ambiente cerrado pero a la vez al aire libre: una mini ciudad dentro de la ciudad, otro mundo en donde el consumismo sugería comodidad y glamour.

Este pasaje trajo adelantos tecnológicos como la primera escalera automática de Caracas –tal vez incluso de Venezuela– y uno de los primeros ascensores de carga. Para algunos, tales adelantos de la época eran de temer ya que eran aparatos mecánicos jamás vistos: ¡incluso podrían ser riesgosos!
El pasillo central es la sección superior que da comienzo al pasaje y que conecta con la Plaza Bolívar. Aquí se encontraban tiendas prestigiosas y comercios emblemáticos. A diferencia de los estilos franceses, en donde todo el pasaje estaba cubierto por un techo que permitirá entrada de luz en modo opaco, la zona central superior del pasaje sólo tenía una cúpula central que permitía la entrada de luz. Los pisos superiores albergaban oficinas.

Cabe destacar que de vez en cuando las escaleras mecánicas funcionan, ¡para sorpresa de muchos!

Sobre Arthur Kahn:

- 1910: Nace en Estambul, Turquía.
- 1915: Se traslada a Viena, Austria.
- 1940: Egresa de la Escuela de Bellas Artes de París, donde estudia en el taller del maestro Georges Gromort.
- 1942: Llega a Venezuela. Más adelante participa en el equipo proyectista de la Ciudad Universitaria.
- 1945: Crea la empresa Arquidec.

Obras destacables:
- Hotel Nacional (1945-47)
- Edificio Altamira (1946-47)
- Pasaje Zingg (1951-53)
- Unidad Piloto Experimental del IVNIC (1954-55)
- Edificio Aco (1970)

Momento de instalación de las escaleras mecánicas del Paseje Zingg, primeras escaleras mecánicas puestas en funcionamiento en el País

Primeros Usuarios del Pasaje Zingg

Momento de la Inauguración
que tal los Kepis de medio lado¿?
explica un Usuario de CER
Jorge Peña:
Algunos oficiales estilaban llevarla colocada de esa forma, efecto imitación de foto estudio de oficiales tanto aliados como del eje durante la II guerra mundial."

Inauguración del Pasaje Zingg por el General Pérez Jiménez.
A su lado Gustavo Zingg.

 El edificio fue diseñado por Oskar Herz
1940

miércoles, 25 de mayo de 2011

Las Pensiones de la Caracas Vieja

Siempre me llamó la atención escuchar que cuando mis tios llegaron a Venezuela, en condición de inmigrantes italianos, vivieron en una Pensión en la  Parroquia la Pastora, generalmente consistían en una vivienda-casa familiar, habilitada para albergar “muchas” personas en unas seis, nueve o mas habitaciones, algunas de ella, con poco o ningún grado de privacidad, debido a lo rudimentario de los elementos utilizados para aislar los reducidos espacios asignados a cada huésped; construidos en su mayoría, como una armazón de listones de madera, a los que se les adhería mediante tachuelas, tela de coleto bien tensa para luego forrarla en papel de color, matizado o floreado, utilizando para ello engrudo de almidón. Pero existian otras muy cómodas y con lujos.
Las pensiones, era el primer lugar donde la mayoría de los extranjeros, que arribaban  al País, bien fueran  diplomaticos, viajeros o inmigrantes, establecian  en ellas, sú residencia en compañia de su familia.

José García de La Concha, es el libro "Reminiscencia" expresó: para un residente le era más económico llegar o vivir en una “pensión” (que las había muy buenas en Caracas y hasta lujosa y aristocráticas manejadas muchas por damas de la más distinguida sociedad) donde se pagaba por mensualidades.

De Balconcito a Salas estaba la de Lola Ibarra en una bella y cómoda casa donde Diplomáticos y viajeros ilustres vivían como en su propia residencia, buen salón de recibo, trato distinguido, buena mesa bien servida y en un ambiente elegante.
No se quedaba atrás la pensión de la señora Domínguez, una casa más abajo. Era tan su distinción y ambiente familiar, que solía dar sus fiesteritas para sus hijos Albertina y Germán y allí concurría todo lo mejor de Caracas.
Otra casa más abajo estaba Lina Pécchio donde se hospedaban muchos extranjeros distinguidos.
En la Pastora entre las esquinas de San Vicente y Medina, la señora Doucharne de París con sus dos encantadoras hijas Emilia y Valentina tenían una buena pensión donde era fama la buena mesa.
En nuestra época tanto se ocupaba uno del producto como de la calidad y era ver muy temprano de mañana a todas estas dueñas de pensión escogiendo, la buena carne, el pescado más fresco, los tomates más grandes y rojos, las más sazonada frutas, discutiendo con sus marchantes de timbales y embutidos."
En la medida de mis posibilidades compartiré con ustedes, imagenes de las pensiones que existieron en Caracas circa de 1830 hasta nuestros días.
Comparto las primeras imagenes que amigos, han compartido a través del Grupo Caracas en Retrospectiva.





Pensión  Rupertus 1936
Colección Privada
Grullermo Heilbock


Pensión Rupertus 1936
Colección Privada de
Guillermo Heilbock

Hoteles y Pensiones de Caracas vieja

En la esquina de La Torre, diagonal con la Catedral y frente a la Plaza Bolívar se levanta el único edificio de tres pisos para que aquella época tenía Caracas. De bella arquitectura aunque un poco recargada, contribuía a darle cierto aire de buen tono a los alrededores de nuestra plaza mayor. Siendo el edificio propiedad de don Pedro Salas, lo tomó en arrendamiento su cuñado Pedro Klindt e instaló un hotel. El Hotel Klindt era lo más famoso de nuestra época, el mejor hotel de Caracas, con sirvientes de impecable blanco y botones de plata (casi todos eran trinitarios) era entonces caro, pues se pagaban tres pesos (Bs.12) por las tres comidas y el cuarto.
También teníamos otros hoteles buenos, aunque más baratos. En el Gran Hotel, en la esquina de Mercaderes se pagaban dos fuertes, (Bs. 10) buena casa de dos pisos. El Hotel Pensilvania en la esquina de Pajaritos también era de “tono” y muy frecuentado. El Hotel “Santamán” de San Francisco (donde hoy está el Banco Venezolano de Crédito) muy renombrado y el célebre “León de Oro” en la esquina de Trapozos en donde se alojaba el general Crespo antes de ser presidente. En estos le daban a usted cuarto y las tres comidas por dos pesos

(Bs.8) pero uno de los más frecuentados era el Hotel Barcelonés de Torres a Madrices, no sé si por las relaciones y amable trato que tenía su dueño don José Roura o por lo cercano a la plaza y también quizás por su buena comida criolla.

En Caracas era de mucho tono decir: “Esta noche comí en el hotel tal” “ mañana estoy invitado a almorzar en hotel cual”.

También había, ¡como no! hotelitos más baratos, de tabique de coleta forrados en papel de periódicos y con aguamanilitos de tres patas que por tres o cuatro bolívares, un peso, tenía usted todo.

Para los grandes días de la patria o cualquier solemnidad, reunión del Congreso etc., todos los hoteles, grandes u chicos se llenaban.

Las reuniones del Congreso siempre eran esperadas con ansiedad, no por lo que se tratara en él, sino porque cada congresante recibía diario diez y ocho pesos seis reales (Bs.75) más el viático. Todo esto lo gastaban en su estadía en Caracas. Los sastres hoteles, las tiendas, las modistas (porque muchos venían con sus respectivos consortes) los cocheros, los botiquines, las zapaterías, en fin había movimiento. Eran muchos los congresantes que regresaban a sus lares escurriditos pero con el alma henchida del placer de haber estado en Caracas, haber oído sus retretas en la Plaza Bolívar, haber estado en el Teatro Caracas y haber visto a Blanca Matrás, haberse reído con Salpicón, haberse plasmado con La Presa o Magnovelac.

Los hoteles eran administrados por sus dueños, hombres conocedores del oficio y usted podía llegar allí por unos dos días o el tiempo que quisiera, pero como en un hotel se pagaba por día, para un residente le era más económico llegar o vivir en una “pensión” (que las había muy buenas en Caracas y hasta lujosa y aristocráticas manejadas muchas por damas de la más distinguida sociedad) donde se pagaba por mensualidades.

De Balconcito a Salas estaba la de Lola Ibarra en una bella y cómoda casa donde Diplomáticos y viajeros ilustres vivían como en su propia residencia, buen salón de recibo, trato distinguido, buena mesa bien servida y en un ambiente elegante.

No se quedaba atrás la pensión de la señora Domínguez, una casa más abajo. Era tan su distinción y ambiente familiar, que solía dar sus fiesteritas para sus hijos Albertina y Germán y allí concurría todo lo mejor de Caracas.

Otra casa más abajo estaba Lina Pécchio donde se hospedaban muchos extranjeros distinguidos.

En la Pastora entre las esquinas de San Vicente y Medina, la señora Doucharne de París con sus dos encantadoras hijas Emilia y Valentina tenían una buena pensión donde era fama la buena mesa.

En nuestra época tanto se ocupaba uno del producto como de la calidad y era ver muy temprano de mañana a todas estas dueñas de pensión escogiendo, la buena carne, el pescado más fresco, los tomates más grandes y rojos, las más sazonada frutas, discutiendo con sus marchantes de timbales y embutidos.

Con tantos hoteles buenos los restaurantes eran escasos, es decir los buenos. De Santa Capilla a Carmelitas era Juan Labeille un buen maestro de la cocina francesa, un “Cordón Blue” auténtico y tenía la especialidad de con nuestras cosas preparaba platos que bien hubieran podido figurar en primer puesto en la mesa del más exigente “gourmet” de París. Bien recuerdo unos filetes de pargo en salsa de camarones, unos pastelitos a la reyna que se hicieron famosos.

Además del Club Venezuela se comía bien ( me dicen que hoy es donde se come mejor).

En muchos lugares había restaurante baratos y de comida criolla, que muchas veces resultaban muy buenas. Hervido picadito, caraotas fritas, carne en salsa, arroz perla, su dulcito y una tajada de lechosa, todo por tres reales.

Fuente: "Reminiscencias" (vida y costumbres de la vieja Caracas) José García de la Concha. Editora Grafos C.A. Caracas Pág. 118-119 y 120.

Hotel Klindt cuando estaba
en la esquina La
Marrón-  1883
Postal 1909
Imagen de la Colección
Privada de Arturo Fajardo




LOS PRIMEROS CENTROS COMERCIALES DE CARACAS

Comparto con ustedes, este interesante artículo que tome del Blog Añoranzas del Sr. Ivan J. Sira
Espero les agrade tanto como a mi.



LOS PRIMEROS CENTROS COMERCIALES DE CARACAS

LO ESTOY ESCRIBIENDO ANTES DE QUE LO OLVIDE

"La Imperial", "El Palacio del Liquiliqui", "El Imperio de las Sastrerías" y quizá cualquier otro calificativo que dijera su dueño: José Abdelnoúr un señor que hablaba con acento argentino, y que además era locutor en la Radio Difusora Venezuela donde tenia un programa que ponían mucha música argentina, especialmente de Carlos Gardel, donde se cantaba tangos y otras canciones argentinas, este negocio estaba ubicado entre las esquinas de Chorro y Traposos. Les voy a explicar: en toda la esquina noroeste de El Chorro, había un comercio, que se llamaba "Las tres esquinas" que vendía maletas, maletines, bolsos, etc. Luego, vía oeste, era la entrada sur del antiguo mercado de San Jacinto, que cuando lo desocuparon se convirtió en un terreno de aproximadamente 8 metros de frente que servía de estacionamiento de vehículos ("Si estacionamiento gratis al lado no hay, no es La Imperial" decía el Slogan en la radio) seguidamente estaba "La Imperial" esto fue cuando comenzaron a hacer las ampliaciones de la calle para hacer la Avenida Universidad. Luego se unieron: el estacionamiento, el local de "La Imperial" y creo que la "Casa Miranda" de un Sr. Siade, (decian que era hermano del preparador de caballos que se llamó Millard Siade) en un solo local que con el paso del tiempo se denominó “Casa Regalía" de un Sr. García, un mayor de quincallería y juguetería. Mientras que en la esquina de Traposos hacia San Jacinto en su esquina noreste era como sigue: la "Farmacia Continental" local de cuatro puertas, dos hacia la esquina de El Chorro y dos hacia la esquina de San Jacinto, seguía un local de tres puertas, (la del medio convertida en vidriera) de la "Sastrería La Argentina" o "La Casa del Liquiliqui", propiedad del Sr. Rodríguez un señor venezolano, casado con la hermana de José Abdelnoúr, (mi abuela me dijo un dia que los Abdelnoúr, eran eran hijos de palestinos). Luego venia la "Perfumería Cliper" local de apenas un metro y medio de ancho, todo esto comprendía parte de el inmueble que constituía un hotel del cual ya no recuerdo su nombre, pero según me contaron un dia que en los años 20s fue de gran categoría. Luego el local de Sombreros Tudela mas tarde el Sr. Tudela hizo el actual edifico "Tudela" donde sigue hasta nuestros dias la sombrerería “Tudela” representante exclusivo de los caros y famosos sobreros "Borsalino" que usaban los Presidentes y los Ricos, luego seguía un local de Fotografías, que he tratado de recordar el nombre y no he podido, era de un señor de origen francés, pero la tienda la atendía una chica española de nombre Begoña, ella era Catalana, en ese sitio era que sacaban las fotos para pasaportes, ese estaba a la entrada del edificio, y luego estaba la sastrería que era propiedad de un señor colombiano, creo que se llamaba Marcelo. Luego del edificio Tudela, se encontraba un pequeño local que era "Loterías Ramírez" seguidamente otro local de dos puertas que dicen que pertenecía a los hermanos Hadad, (El Sr. Pedro Hadad era un señor bastante mayor que usaba unos gruesos bigotes y un chaleco con leontina de oro). Mas hacia la esquina de San Jacinto, estaba un local de tres puertas, una parte era de "Zapatería La Atlántida" del Acuña, el de las dos puertas, y el de una era "Juguetería Regal" que pertenecía a un señor Arismendi.. Seguidamente en un local de dos puertas estaba "El Sastre de Moda" o "Sastrería Ángel Lugo", que ya en los años 40s quedaba con una sola puerta y en la otra puerta estaba "Almacenes el Ultimo Precio" del señor Fairestein. Siguiendo hacia la Plaza El Venezolano había un local de dos puertas de "Zapatería La Victoria" y luego en la esquina un local de cuatro o cinco puertas que era el "Detal de La Playa" que se especializaba en todo tipo de mercancías para los concesionarios de lo que llamaban la playa del antiguo mercado de San Jacinto, ya hacia el este estaba y todavía está el "Restaurante La Atarraya" que para aquellos años 40s y 50s era un botiquín de "Mala muerte" en donde se servian aquellos licores famosos llamados "Lava-gallos" que almacenaban en unos frascos de vidrio, llenos de unos liquidos de colores llamativivos, aderezados con Caña Blanca, hierbas, frutas y semillas con nombres como: "Frute'burro", Yerbabuena, Pasote, Guayabita, Berro, Cañafistola" entre muchos.

En lo que es hoy la Plaza El Venezolano, fue parte del antiguo mercado de San Jacinto y después, un estacionamiento que ocupaba gran parte de esa manzana, desde la propia esquina de San Jacinto hasta la esquina de Dr. Paúl y de esta esquina hacia la esquina de El Chorro.

Y aunque no estaban en la misma cuadra no puedo dejar fuera a Almacenes “Dovilla” de Domingo Villa, (con su Slogan Dovilla que maravilla) estaba en toda la esquina de Las Gradillas, sureste de la Plaza Bolívar. También recordar el slogan "Ramírez crea, no imita", era el de la Sastrería Ramírez, que estaba situada de Bolsa a Pedrera, diagonal al Cine Palace y con la academia Palace, en misma cuadra estaba la sastrería de “José Chacho” que fue el creador del traje Anatómico y luego “Calzados Pepito”, calzados para niños que me llevaron en alguna oportunidad.

Les cuento todo esto porque mi memoria está ya como llena, además, yo en mis años de niñez y adolescencia, mucho que acompañé a mi abuela “Solita” a hacer sus compras por estos lares, que ella llamaba "El Comercio".



COMENZABA EL FUTURO

Caracas ostentó la fama de ser la ciudad, en toda Suramerica de mayor movimiento comercial en los años cincuenta en proporción a su número de habitantes. Entre las tiendas se encontraban las de "Artículos para señoras" - que no sólo eran trajes, bolsos y zapatos, sino también sombreros, guantes y pieles- y las casas de telas, provistas de mercancía que llegaba directamente de Europa, que constituían un verdadero deleite para las costureras, quienes se copiaban de las revistas de figurines, los trajes de diseñadores importantes.

A las grandes fechas para los estrenos, de Navidad y el Año Nuevo, también se sumaba la Semana Santa, como lo indica un aviso publicado en el diario El Universal de 1940, por el almacén La Moda Americana, donde se ofrecían trajes, pantalones, blusas, abrigos de piel y sombreros, además de artículos para niños.

De Sociedad a Camejo se encontraba Novedades Mundiales con piezas finas llegadas de toda Europa. Marlene Modas era una tienda especializada en sombreros, accesorio indispensable para toda mujer elegante de la época. Anunciaban hasta el nombre del barco donde llegaban los tocados a La Guaira, además de ufanarse de tener los más caros de toda la ciudad. Traían las marcas Elizabeth, Fortune y Groyden.

El mas popular fue El Gallo de Oro, uno de los grandes anunciantes de su tiempo (los años 40tas). Su lema era "El almacén de ricos y pobres". Allí las novias obtenían las mejores telas para sus atuendos, así como espectaculares encajes de Bruselas y tiras bordadas de Suiza para el trousseau. Me imagino que debido al exito que tenia esta tienda, le fue saliendo competencia hasta con el nombre tales como: La Mano de Oro, El Boton de Oro.

La Segunda Guerra Mundial influyó muy negativamente en el comercio con Europa, por lo que la confección estadounidense comenzó a ganar los terrenos que iba dejando libre, la vieja Europa. Jharods, de Camejo a Pajaritos, se enorgullecía de poseer las mejores marcas de Nueva York.

Otra tienda que tuvo su momento de gloria, la Compagnie Francaise, renovaba en cada temporada su colección de trajes y de pieles. Cuando llegaba diciembre era tiempo de las pieles de mink y de zorros plateados que se veían en las celebraciones de centros sociales como el tradicional Club Paraíso y el Caracas Country Club.

Más tarde, los comercios comenzaron su mudanza al este. Fue cuando Sabana Grande se transformó especialmente en el nuevo centro comercial de Caracas, apareció la Peletería Canadá, que no se limitaba únicamente a la venta de pieles sino que daba un servicio de remodelación y adaptación a la nueva moda, además custodia de las mismas y las guardaba en una nevera especial.

Mucha gente de la que llamaban High Society, formaron parte del equipo que fundaron la célebre tienda Versalles, que se encontraba de Gradillas a Sociedad. "La parte de atrás de la tienda colindaba, pared a pared, con la casa del Libertador. Por allí desfilaba toda Caracas. Vendían la cristalería más hermosa de la ciudad, pero también ofrecían carteras y otros accesorios de las prestigiosas casas Dior, Givenchy, y Chanel". Después Versalles perteneció al señor Thermiotis, quien hoy continúa vinculado al mundo de los perfumes.

Las grandes boutiques se reunieron, primero, en el centro de Caracas. Así tenemos que Galería La Parisién, una tienda apertrechada de productos franceses, se encontraba de Cruz Verde a Velásquez. Había un cronista de la ciudad, que señalaba que lo francés tenía su éxito garantizado en Caracas porque todas las mujeres querían parecer francesas. Estas casas de moda no sólo contenían piezas de colección, sino que las mismas tiendas, por su decoración, eran espectaculares. Adornaron mucho la ciudad con sus estudiadas vitrinas y sus avisos luminosos.

En los años 50, el Pasaje Zingg fue el resultado de una atrevida operación urbana que sacudió a toda una ciudad empeñada en modernizarse. El corredor interior surgió de la modificación del edificio original, con el propósito de albergar 40 de las más elegantes tiendas de Caracas. Los pasajes comerciales fueron el primer estilo internacional de la arquitectura moderna y albergaron los primeros mundos de sueños consumistas.

Los famosos pasajes de París eran "bulevares interiores", semejantes a los bulevares de calle a los que se abrían. Para finales del siglo XIX, habían llegado a ser el signo de las metrópolis modernas, y fueron imitados en todo el mundo, desde Buenos Aires a Estambul.



DE CASA COMERCIAL A PASAJE COMERCIAL

La Casa Zingg construyó su sede en Caracas en 1940. El Edificio Zingg, diseñado por el ingeniero Oskar Herz y levantado por la Oficina Técnica Blaschitz, fue el primer edificio de acero contra temblores en Caracas. Los transeúntes se asombraban al ver elevarse aquella jaula metálica. Apenas una década después, en 1951, se decidió su reforma con el fin de adaptarlo a los cambios urbanos que trajo, la construccion de la Av. Bolivar que habia desnivelado las calles a su margen entre ellas las esquinas de Camejo y Colón. El arquitecto Arthur Kahn propuso la creación de un Pasaje Comercial, una vía pública peatonal que conectara el centro de la ciudad con el futurista proyecto de la Avenida Bolívar.

El pretendido nuevo eje de la ciudad condujo a la asunción del pasaje como un corredor en tránsito, como un paso fluido ante la avalancha humana que surcaría su espacio. Para ello se aprovechó el estacionamiento del edificio original, que surgió del desnivel que ya he mencionado, y que caracteriza al edificio.



¿UN VERDADERO CENTRO COMERCIAL?

La publicidad de la época mencionaba al Pasaje Zingg como un verdadero centro comercial. Sin embargo, nunca fue en esencia un centro comercial. Por definición, el pasaje nace de la síntesis de diversos precedentes arquitectónicos: los ya nombrados pasajes parisinos -aunque la cubierta despejada hacia el cielo es sustituida en este caso por una cubierta interior-, la tradición caraqueña de pasajes como el del Capitolio y el mismo centro comercial.

El edificio definió un largo frente interior de comercios: 40 elegantes tiendas alineadas a ambos lados del paso. Entre ellas estaba Serpico & Laino representantante de la marca de relojes "Rolex","Pateck & Phillips", "Vacheron & Constantine", "Jaeguer le Coutre" ente otras marcas. Salvador Cupello representante de la marca Plumas Parker y de Relojes Omega.

La nueva vía pública buscaba descongestionar las vías vecinas paralelas, contando con las ventajas que representaba el caminar por la sombra. Se buscaba "brindar al público del centro de Caracas un ambiente simpático, atractivo y novedoso". Lo novedoso consistía en la inserción, dentro de un tipo de edificación del siglo XIX, de elementos que representaban la tecnología más avanzada del siglo XX.

Las primeras escaleras mecánicas que funcionaron en Venezuela fueron las que se instalaron en el pasaje Zingg en 1939. Se convertiría a través de los años en un icono, que aún hoy me sorprende por su funcionamiento, en un país en el que las cosas caducan y se desaparecen con mucha rapidez .





NUEVA ÉPOCA

La Gran Avenida de Sabana Grande reunió durante casi dos décadas (las de los cincuenta y sesenta) los establecimientos más glamorosos de la ciudad. Perfumes, cristales, joyas y vestuario se exhibían en sus vidrieras que no sólo constituyeron el sitio obligado para las compras, sino que también fueron lugar de contemplación en los paseos dominicales. Uno de los salones de moda más antiguos y conocidos de Caracas se llamó Krysthian y se encontraba en esta avenida. Allí estaban los diseñadores más famosos del mundo: Jean Patou, Elsa Schiaparelli, Diminutives, Martini, Fredy Greenberg.

En esa misma cuadra se hallaba Gathmann y Joyerías Unidas que importaban marcas como Rosenthal, Sevres, Hauchenreuther, Heinrich, Gerent y Cristalería de Bohemia y de Baviera. En cuanto a joyería eran los representantes de Longines. Muy cerca estaba la Joyería Hernández con cristalería exclusiva y relojes de marcas como Zenith, Omega y Lanco. Completaba el circuito de la elegancia Betty Modes, con una decoración Art Deco tardío. Su renglón principal lo constituyó la representación del calzado Miller y las carteras Josef y Koret.

El gran evento del año 1954 fue la inauguración de la sucursal de la Casa Dior en Caracas. Para su apertura vino el propio Monsieur Chrysrian Dior. La tienda estaba ubicada en la avenida Francisco de Miranda, entre Chacao y Campo Alegre. En esa época Dior tenía en Venezuela una de sus mejores clientelas -imposible no nombrar a Mimi Guevara Pietrantoni (esposa de Reynaldo Herrera Uslar y, suegra de Carolina Pacanins esposa de Reynaldito Herrera) también quedaba otro icono de la moda: Cartier, un local realmente fastuoso, donde se veían las mejores joyas que, en aquella época, se lucían en cualquier fiesta y sin ningún temor. Entre sus clientas estaba Elena Bueno de Vallenilla, (esposa de Laureano Vallenilla Lanz, Ministro de Relaciones Interiores de Marcos Pérez Gimenez). Fueron verdaderos templos que desaparecieron con la demolición del edificio en la época de los sesenta.

Al llegar las boutiques, éstas asumieron la representación de las grandes casas. Nombres como Alfa Per luí y Alfa Per leí registraron en su inventario las firmas tales como: la de Emmanuele Ungaro, Emilio Pucci y Pierre Cardin.

La tienda Adam's “Un rincón de Nueva York en Caracas” llegó a Sabana Grande después de una larga pasantía con una tienda en la esquina de Padre Sierra en el centro de Caracas y luego vio morir la avenida principal de Sabana Grande y presenció el nacimiento del boulevard en los años dorados de riqueza de la "Venezuela saudita", por lo que abrió una sucursal en el Centro Comercial Chacaíto, y posteriormente, otra cerca de La Media Naranja en Margarita, en pleno auge de la zona franca, lo que permitió que la isla tuviera un espacio para Jean Cartier, René Lacoste, Salvatore Ferragamo, Calzado Walkover. Por allí desfilaban hombres y mujeres de la televisión y la Política. Fue la época de Ermenegildo Zegna y las damas perseguían la etiqueta de Valentino Garavanni. En ese mismo Centro Comercial Chacaíto, el sitio Inn de los setenta, donde vendían los productos originales de Mary Quant, se instaló Yves Saint Laurent, ubicado en la esquina suroeste. Su vidriera mostraba accesorios y prendas pret-á-porter. Causó sensación la primera vez que se vio en ella el mítico esmoquin femenino, que bien lució en alguna fiesta Leonor García Serrano (Esposa del Canciller Zambrano Velasco).

En aquellos días también causaba furor la boutique Le Premier Étage. Fueron famosas sus prendas francesas, entre las cuales se colaban firmas como Rocco Barrocco, uno de los italianos más influyentes de los ochenta, junto a Guccio Gucci, todo un ídolo de las venezolanas de entonces. En el departamento de accesorios destacaban las carteras de Jean Cartier.

Pero no todo era alta costura. Los "Blue-Jeans" dejaron de ser ropas para los dias rudos y se transformaron en prendas indispensables para toda ocasión. El templo de estos pantalones se llamó Carnaby, nombre que hizo de la bandera británica su identificación. Allí se encontraban las mejores marcas. Pero con el tiempo la piratería y la falsificación comenzó a contaminar los estantes y las vitrinas y luego comenzaron a declinar estas tiendas. Quedaban al lado del Piccolo Caffe .

Imposible dejar afuera a la Dama francesa Minouche, su boutique estaba atestada con piezas de las últimas colecciones presentadas por las grandes casas de moda del viejo continente.

El viernes negro -Aquel fatídico 18 de febrero de 1983- le infirió la primera estocada a estos locales, hiriéndolos de muerte. La mercancía comenzó a dejar de venderse y a decaer de la misma forma como se evaporaban los dólares y los Bolivares del bolsillo del venezolano. Luego vino El "Caracazo" que le asestó un puntillazo mortal, pero el tiro de gracia definitivo y mortal lo disparó el Control de Cambio, "CADIVI" que se fue llevando paulatinamente a Georges, que no aguantó mas, tambien sacó del juego a Bazar Bolívar, Selemar, Tropicana, Emeli Rodín, Savoy, Óptica Berl y El Faro, entre otros.Entre los nombres que lograron sobrevivir con dignidad figura Wilco con marcas como René Lacoste, Florshein, también Casablanca, que es hoy la representante de casas de la talla de Giorgio Armani, Robberto Cavalli, Cocó Chanel, La Perla.

Los petrodólares de hoy han permitido que personajes como: Louis Vuitton, Mario Hernández entre otros, aparezcan en el directorio comercial de la ciudad y que los diseñadores venezolanos peleen su espacio.
Publicado por Ivan J. Sira

martes, 24 de mayo de 2011

La Estación de Ferrocarril Central

Podriamos decir que de los ferrocarriles de Caracas, el más pobre era el Ferrocarril Central, que muchas veces tenía que funcionar con leña por no tener carbón. Pero es indiscutible que esta empresa se daba el lujo de tener la mejor estación. Montada en edificio cónsono para su finalidad, cómodo, elegante.

Mister Ross, quién la construyó imitando las estaciones de ferrocarril de San Petesburgo Moscu donde el trabajó, era un inglés, solterón, enemigo acérrimo del matrimonio y no porque fuera enemigo de las mujeres, no, él era muy fino y cortés con ellas y hasta enamorado, que era el musiú. Lo que le pasaba es que él, sustentaba la idea que el matrimonio debia ser, no ceremonia pública, sino un acto privado entre hombre y muejer, convenio celebrado entre los padres y las autoridades.

El Ferrocaríl Central era el más antiguo de Caracas, pertenecia a una compañia inglesa, y en su accidentada vida tuvo muchos adminitradores, siempre de esta nacionalidad, hasta su nacionalización en 1940.

La Estación de Ferrocarril  Central era cómoda, espaciosa, tenía un gran salón de espera, con largos y cómodos bancos, los que también se encontraban en el andén. Allí se respiraba un ambiente verdaderamente ferroviario, se sabia que uno estaba en una estación de ferrocarril,  aunque los viajes fueran más bien paseos.

Muchas veces nos ibamos a la estación solo por la distracción romántica, más que por curiosidad de ver quién iba o venía. A la derecha teníamos  un bar bien provisto de buenas bebidas, sandwiches, dulces y caramelos.

Para mí era una delicia de noche, tomar el tranvía del Central en la Plaza Bolívar y después de recorrer la Calle Real de la Candelaria saludando a tanta cara bonita, llegando a la esquina de Alcabala que el motorista metía lo que llamaba los "ocho puntos" y como alma que se lleva el diablo, pasábamos por el "paradero" para terminar en la estación donde  nos bajábamos,  tomábamos una cerveza fría y cuando llegaba el último carro  que llamaban "la orden" eran ya pasadas las diez y entonces nos regresábamos sólo con el desconsuelo de que la mayor parte de las ventanas estaban cerradas.

¡ Oh querida estación, vieja amiga de nuestros mejores días!  ¡ Cuántas cosas se van contigo, pero siempre vivirás en el recuerdo de los que tuvimos la dicha de conocerte y amarte !

Fuente: Reminiscencias / José García de la Concha
1962



1885, en Londres,/ Gran Bretaña, el Gral. y presidente venezolano Antonio Guzmán Blanco firmaba con una empresa inglesa un contrato para la construcción del Ferrocarril Central de Venezuela, entre las ciudades de Caracas y Valencia, por la vía de Santa Lucía.

Su primer tramo, de Caracas a Petare, fue inaugurado el 4 de septiembre de 1884 pero múltiples problemas retrasaron su culminación hasta 1910, cuando el tren pudo llegar hasta la población mirandina de Santa Lucía.

La estación Caracas estaba ubicada en Quebrada Honda y recorría hacia el este hasta empalmar con Petare y continuar hacia los valles del Tuy. Durante mucho tiempo fue el medio utilizado por los caraqueños para sus paseos hacia el salto de Los Chorros.

El Ferrocarril estación Caño Amarillo


Construcción del Ferrocarril Caño amarillo.

Hecho por ingenieros ingleses que vinieron a Venezuela. Fue el primer ferrocarril ingles en Venezuela, construido por el ingeniero George Stephenson. Los ferrocarriles se empezaron a construir desde 1877 pero esta fotografía fue tomada tiempo después en 1910 aproximadamente.

Testimonio:
Corina Escalona, mi bisabuelo John Smallpage (el sexto, sentado en la primera fila en el orden de izquierda a derecha), era el director administrativo del Ferrocarril Caracas– La Guaira. Ese ferrocarril tenía la concesión de uso de una firma contratista inglesa.
Fuente e imagen de Claudia Grullón
alumna del Profesor Balladares, Aporte del grupo Retrospectiva Historia de Venezuela-


La Esquina el Chorro

Esq El Chorro
C.1966

La esquina del Chorro debe su nombre al chorro que caía de ese sitio a un barranco que iba a dar a La Hollada. El chorro de la acequia que pasaba por los solares del convento de San Jacinto, y  se asignaron en 1622 los solares del Sureste. En SurEste a martín Gillen. En Suroeste a antonio Rodríguez Zapata, en NorEste a Hernando farfán de los Godos y el solar Noroeste pertenecía al Convento de San Jacinto.

Fuente: Apuntes del Historiador Juan Gant-Aguayo, aportados al grupo Caracas en Retrospectiva.

domingo, 15 de mayo de 2011

1880: inolvidable e increíble

Los recuerdos forman el alma de una ciudad o de un hombre. De esos recuerdos hoy queremos irnos a 1880 y revisar, en libros y documentos de ese tiempo, algunas cosas de Caracas que hemos denominado  increíbles e inolvidables.

Según expresa la Gaceta Oficial del primero de julio de 1880 hay egresos de singularidad y asombro: es autorizado el gsto de veinticuatro bolívares para el alquiler de una bestia para que el Ciudadano Inspector de Licores, cumpla sus delicados deberes de las parroquiass foráneas de la ciudad. Otra erogación señalada es la de ocho bolívares para que un ciudadano llamado Jacinto González arregle la alfonbra de la Gobernación.

Las actividades del Gobernador de Caracas merecen la erogación de treinta y tres bolívares para que alquile coches que lo trasladen a Sabana Grande en Comsión de Servicios, haciendo de paso una inspección del Cementerio de el Recreo.

Con munucioso cuidado la Gaceta establece un gasto de cuarenta bolívares para que se atienda al caballo que tiene a su cargo tirar los carros de basura que genera el Mercado de la Ciudad, pero como en todo tiempo se cuecen habas, la Gaceta expresa su preocupación por la Seguridad del Estado cuando autoriza un promedio de setenta y cinco bolívares para satisfacer el pago de dos órdenes emanadas  del Servicio de la Policía secreta.

La historia de una Ciudad como Caracas se fue articulando con cosas como estas. Los procesos humanos siempre buscan la plena satisfacción de sus aspiraciones y los gobernantes de Caracas actuaban, con la mira de realizar los deberes a su cargo en pro de la felicidad colectiva.

El Globo/ 12 de enero de 1993
Juan de Dios Sanchez.  


sábado, 14 de mayo de 2011

Caracas, este lado del río

Caracas, este lado del río

Por Ricardo Ramírez
A Blanca Rivero

Alguna vez le escuché a Eugenio Montejo contar, en un taller dictado por él en la Semana Internacional de la Poesía (hoy desaparecida) y en la que era homenajeado, una anécdota acerca de Fernando Paz Castillo. Ambos se encontraban en Colinas de Bello Monte, conversando, y de repente, luego de un profundo silencio, Paz Castillo dijo, como si cualquier cosa: “Pensar que yo por acá andaba a caballo…” Esto causó impresión en Montejo, pues evidenciaba lo que había cambiado la ciudad en poco tiempo.

Y nada más cercano a la verdad. Caracas es, en verdad, una ciudad nueva. La ciudad que conocemos de alguna manera nació con Guzmán Blanco y sucesivamente fue creciendo gracias a los dictados urbanísticos gubernamentales y privados, de buena y mala ralea. Me impresiona la cantidad de crónicas y testimonios escritos alrededor de estos cambios en la ciudad. Cada 20 años, alguien se despide de ella: Arístides Rojas, Lucas Manzano, Alfredo Cortina, Teresa de la Parra, Marisa Vannini, José Ignacio Cabrujas y tantos otros atestiguan cada cierto tiempo el final de la ciudad, la despedida nostálgica de algo que vivieron y que desaparecía. Una vez le escuché a la hija de Enrique Bernardo Núñez la siguiente frase: “Y pensar que yo iba al colegio en tranvía”. Hemos sido una ciudad que cambia de ropas o de piel como una serpiente cada cierto año. Una niña sifrina que se cansa de la ropa o una humilde dando a luz muchacho tras muchacho. Al parecer, no nos conformamos nunca con estar en un solo lado. Más allá de las necesidades urbanísticas, parece que tenemos en nosotros un afán de cambio, de novedades, constantes y sin fin. Somos, por ejemplo, de las ciudades que no tiene a su clase alta en el centro, como Nueva York por ejemplo. O París, después de la viveza de Haussmann. Es un vivir constante lleno de insatisfacción aparente, de no saber qué se quiere. En Mural escrito por el viento, Montejo nos dice:

Adora a tu ciudad, pero no por mucho tiempo,
Olvida el tacto de sus piedras,
Sé gentil a tu paso y prosigue de largo,

No proyectes quedarte entre sus muros,
Hasta fundirte en el paisaje.
Una ciudad no es fiel a un río ni a un árbol,
Mucho menos a un hombre.

Quien amó una ciudad solamente en la tierra,
Casa por casa, bajo soles o lluvias
Y fue por años tatuándola en sus ojos,
Sabe cómo engañan de pronto sus colinas,
Cómo se tornan crueles esas tardes doradas

Que tanto nos seducen.
Las ciudades se prometen al que llega
Pero no aman a nadie.
Cuando se ven por la ventana de un avión

Todas atraen
Con sus cumbres azules
Y largos bulevares rumorosos,
Pero al tiempo son sombras amargas.

Sus edificios nos vuelven solitarios,
Sus cementerios están llenos de suicidas
Que no dejaron ni una carta.

Por eso el río pasa y no vuelve,
Por eso el árbol que crece en sus orillas
Elige siempre la madera más leve
Y termina de barco.

Ciudad de llegada de extranjeros al país, también fue el lugar de anclaje de mucha gente del interior. Hoy en día, caraqueños con más de 100 años de raigambre en ella, pocos. Caracas se hace cada día tal como se han hecho sus calles y urbanizaciones. De nuestra ciudad, más allá de la delincuencia desbordada y la crisis económica que la afecta, podemos decir que poco permanece. Lo que consideramos viejo tiene apenas 40, 50 años, a lo sumo 100. Vivimos en una ciudad que fue arrasada durante la Guerra de Independencia, luego vivió una gran crisis económica de recuperación, luego una Guerra Federal y una ciudad bajo esas circunstancias no queda incólume. La pacificación del país con Gómez, luego de la avalancha arquitectónica e ingenieril bajo Guzmán Blanco, nos lleva a encontrarnos con una ciudad que deja de ser capital por un tiempo. Es la época de El Paraíso, luego la del Country Club, en donde tocaba la orquesta de Luis Alfonzo Larrain, aristócrata caraqueño quien además compone el himno del partido comunista. Fundadores del partido los Machado, gente de alcurnia, fundadores a su vez de El Paraíso. De Altagracia al Paraíso, de ahí al Country, de ahí a Prados del Este, luego Altamira y las urbanizaciones aledañas, luego Bello Monte, luego El Cafetal, luego Santa Mónica. Y así. El pico se alcanza en Altamira; y luego de Villanueva, la ciudad se divide otra vez. Antes de Guzmán, después de Guzmán hasta Luis Roche y Villanueva. A partir de este momento, Caracas cambió hacia el espectro de una ciudad hija de la inmigración y del crecimiento población y educacional. Mal que bien, empiezan los años de la alfabetización masiva, la fundación del Pedagógico, del Inciba, de la Facultad de Humanidades y Educación por Mario Briceño Iragorry, de la de Arquitectura, de un comienzo de futuro distinto para la nación y para la ciudad. El tiempo de la ciudad moderna tiene sus bemoles. José Ignacio Cabrujas nos habla con la lucidez que siempre lo inundó:

“Nunca fuimos tan 'provisionales' como en los dorados años de Pérez Jiménez. Había más riqueza que presencia. La ciudad de Caracas no era capaz de reflejar esa prosperidad por más edificios y monumentos que se construyeran. La ciudad seguía siendo una aldea, pero todos estábamos de acuerdo en que se trataba de una aldea provisional, "mientras tanto y por si acaso". Por eso desapareció el hotel Majestic para dolor de los nostálgicos. Por eso despedazaron con una bola de acero la miserable casita donde había nacido Andrés Bello. No vivíamos donde teníamos que vivir, pero tampoco sabíamos dónde teníamos que vivir, cuál era la imagen de la ciudad que soñábamos, en qué consistía esa fabulosa ciudad. Por eso, Caracas no es una ciudad reconocible. Por eso no se la puedes describir a un extranjero. Vete a París e intenta explicar a un francés qué es Caracas. ¿Qué puedes decir? Grandes edificios, muchas autopistas, algo como Houston, como Los Ángeles, algo inerte y sin recuerdos. Grandes, edificios, grandes autopistas, como los discursos de Pérez Jiménez, que eran una síntesis de cuántos edificios se hicieron y cuántas autopistas se construyeron”.

Vemos aparecer, en los albores de la democracia, la ciudad de este lado del río, la de las crecidas del mismo, la de las Montañas del Sur, la nueva: Las Mercedes con sus viejas casas hermosas, más la huella vasca por varias partes, y sus calles con nombres de hermanas extranjeras: París, Londres, Nueva York, una avenida principal llamada José Martí (no Principal, como se cree) envueltas en restaurants chinos, italianos, españoles, franceses; luego tenemos a Bello Monte de este lado del río, a donde llegamos por una avenida llamada Río de Janeiro: Beethoven, Miguel Ángel, Pasteur, Bonplant, Chopin, Sorbona, Voltaire, Edison, Leonardo Da Vinci, son los nombres de sus calles, entre edificios numerados, esquinas con aires europeos, lugares de comida libanesa, pequeños bares y muy cerca la UCV y su extensión hacia afuera: el furor del beisbol, traído por los norteamericanos, y del futbol, por los italianos, portugueses y españoles; muy cerca los Chaguaramos y Santa Mónica con sus anchas calles, sus garitos de estudiantes y cerveza barata (antes), hasta llegar a los Próceres. En Los Chaguaramos se puede comer en Roccolano, en Santa Mónica en el Fornaretto, y en uno de los lugares más emblemáticos y legendarios: Crema Paraíso. Por estos parajes leemos los nombres de estas calles, en plaquitas blancas que poco observamos: Reinaldo Hahn, Teresa Carreño, Rufino Blanco Fombona, Teresa de la Parra, Cristóbal Rojas, Razzetti, Codazzi, Rísquez, Facultad, Estadium, Bellas Artes, Humboldt, tantas calles, tantos referentes hasta llegar a la Eduardo Calcaño. Siempre me pareció irónico que la Academia Militar y la UCV estuvieran tan cerca. La huella que dejó Gómez y la de Betancourt, los dos grandes políticos del siglo XX venezolano, se evidencia entre el Fuerte Tiuna y Las Mercedes. Aunque la huella de Pérez Jiménez pueda verse en el Paseo Los Próceres, queriendo resaltar la alianza cívico-militar, este lado de la ciudad se encargó de hacerle ver con el tiempo que no era así. Una parte de la ciudad que viaja, pinta, esculpe, hace música, estudia, escribe. De este lado del río la ciudad más nueva, la que se soñaba menos castiza, más universal. La verdadera ciudad moderna, la de Inocente Palacios, la de los inmigrantes italianos llegados a la avenida Victoria.

No es perfecta nuestra ciudad, de estos lados: es la ciudad de las protestas estudiantiles desde siempre, de los recogelatas, de los habitantes de las riberas del Guaire, gente abandonada y sola. Está llena de matices grises, del color del río viejo, del smog de los carros.

¿Cuánto sabemos realmente de ella? ¿De sus historias, anécdotas? La mía es sencilla. He vivido toda mi vida en El Cafetal y me he movido entre él y Plaza Venezuela. Mi ciudad ha solido terminar en el Cordon Blue, emblemático lugar de los ucevistas (aunque su existencia se remonta a los años sesenta, o más atrás). Conocí poco la Sabana Grande legendaria, apenas el O gran Sol, y hasta hoy El Maní es así. He recorrido a Caracas entera, desde Catia hasta El Calvario, desde La Guaira al Paraíso, desde La Trinidad hasta Petare. Pero estos son mis espacios. Estudié en un colegio público de El Cafetal y me formé en la Biblioteca Raúl Leoni del Cafetal: en ese espacio nos caímos a golpes a la salida, besábamos a las muchachas, hacíamos ejercicios y además veíamos obras de teatro, estudiábamos, leíamos mucho, con el ruido de las guacamayas resonando en el recinto. Ahí lanzábamos huevos al colegio en carnavales, ahí soñábamos. He conocido una ciudad que no ha dejado nunca de soñar. Mejor hablar de ella ahora pues no sabemos cuándo desaparezca, cuándo se marche, cuándo nos deje solos. Dependerá quizás de nosotros conservarla, en físico, o en la memoria. Somos nuevos, apenas hemos llegado. No somos Roma ni Estambul, nos falta mucho que sortear todavía. De este lado del río, hay una ciudad que se escribe cada día entre trago y trago de cerveza de los estudiantes en los bares alrededor de la UCV, en donde continúan las discusiones de las clases, en donde pelean, luchan por sus ideas, las abandonan, las rescatan. La retengo ahora, la abrazo en su verdor y su mugre, en sus pordioseros haciendo malabarismos mediocres en los semáforos, en sus talleres mecánicos, en sus perrocalienteros, en sus crecidas del río que aterran y nos hacen pensar que desapareceremos de un chispazo. Quizás por eso vivimos en colinas, quizás por eso nos olvidamos tanto de sus pasos, apenas fundados, apenas dejando marca en el cemento. En otro poema, Eugenio Montejo nos habla de Caracas:



Tan altos son los edificios

Que ya no se ve nada de mi infancia.

Perdí mi patio con sus lentas nubes

Donde la luz dejó plumas de ibis,

Egipcias claridades,

Perdí mi nombre y el sueño de mi casa.

Rectos andamios, torre sobre torre,

Nos ocultan ahora la montaña.

El ruido crece a mil motores por oído,

A mil autos por pie, todos mortales.

Los hombres corren detrás de sus voces

Pero las voces van a la deriva

Detrás de los taxis.

Más lejana que Tebas, Troya, Nínive

Y los fragmentos de sus sueños,

Caracas, ¿dónde estuvo?

Perdí mi sombra y el tacto de sus piedras,
Ya no se ve nada de mi infancia.

Puedo pasearme ahora por sus calles
A tientas, cada vez más solitario;
Su espacio es real, impávido, concreto,
Sólo mi historia es falsa.


Hace poco inauguraron una Plaza en Los Palos Grandes, que tendrá una biblioteca con el nombre de Eugenio Montejo. Ciudad proteica, cambia a cada paso o respiración, con cada aguacero. Quisiera decirle a don Eugenio, con quien hacemos silencio cada 5 de junio recordando una vez más su partida, que su infancia sigue en pie, ahí. No puedo. La ciudad de todos poco a poco desaparece; más que tierra de paso, somos tierra que apenas se levanta y construye, que apenas aprende a hacerse polis, a saberse ciudad. Ya no tenemos el clima de Selva Negra alemana del que hablaba Humboldt, ni somos la Caracas de “Simoncito” Bolívar. No se patina más en diciembre, se toma cada vez menos Ponche Crema, las tradiciones se van perdiendo. No importa. Haremos otras o las rescataremos. Apenas estamos fundando esta ciudad: la fundamos todos cada día viviendo en ella. Odiándola menos quizás. Transitándola, recorriéndola, sabiéndonos de ella en cada salida de sus límites añorantes de Ávila.

Quizás una biblioteca Fernando Paz Castillo de este lado del río, saludando a la de Montejo, sería algo que sus fantasmas agradecerían, para continuar conversando.
De este lado del río, en donde todo cambia y permanece a la vez, nos sabemos de ella, de la ciudad nueva, la que apenas se fundó hace 50 años, la más hermosa y rebelde de las muchachas, la que odiaba y amaba a la vez María Eugenia Alonso, la que soñó Inocente Palacios, la que vivimos y hacemos. La nuestra.

Fuente: http://www.relectura.org/cms/content/view/837/43/