Tejados románticos de ayer observan con callada timidez la altura magnifica y desconcertante del macizo granítico ( Edificio Phelps) |
Cuando el corazón de la ciudad
palpita, por el aire escapa una bandada
henchida de armonía gótica.
Secos los arroyos, las quebradas
turbias, enfermo el río, la raíz fluvial de la ciudad despliega sus alas en las fuentes luminosas; pero sólo el murmullo se abandona al viento,
mientras el agua suelta lirios efímeros.
Cuánta huella de leyenda
desaparece bajo del asfalto inexpresivo,
en estas calles alumbradas por bocinazos
y pregones clamorosos. Las esquinas,
cruce de emociones, lugar de atropellamiento sin excusas y recodo para
citas impacientes, han perdido su gracia típica de regazo familiar, regazo de
la provincia solariega, porque en las esquinas de los pueblos todavía se difama,
se gloria; es decir, se teatralizan maliciosamente todos los dramas públicos o íntimos.
La ciudad descansa, se conmueve,
sobre un valle de apamates y acacias, Los cerros la ciñen
vigorosamente, como un amante hambriento.
Tímida, con ilusión de adolescencia, la
niebla abre su sombrilla de encaje en las colinas, pero no baja hasta la
ciudad bulliciosa. ¿Tendrá miedo de los tranvías, del acecho de
los hombres, de sí misma?
Puentes ornados con escudos y frisos utilizados entre el fresco panorama de las urbanizaciones y la ciudad ( Los Caobos) |
¿Quién se recrea hoy en las
plazas de la ciudad, escuchando opulentas romanzas de eco mediterráneo y
criollos valses dulzones? ¿Quién aviva
alguna promesa sentimental bajo los árboles centenarios, de los parques, cuyas
hojas de cuando en cuando como palabra
dicha al azar?
Sofocada de su propio vértigo, la
ciudad se fuga hacia las urbanizaciones llenas de pinos fragantes, donde
siquiera se escucha el alborozo de los pájaros al amanecer. Mientras tanto, el pueblo llega desde el llano,
la montaña y la costa. Ha bajado sus
roídas velas en los flancos de los cerros, porque la altura, como la fe, es
patrimonio suyo, eterno. El pueblo persigue con los ojos de fervor.
Pronto será un recuerdo nada más - ¿o lo es hace mucho tiempo? -, en páginas y relatos multicolores, la ciudad austera y clara, arrebujada en el espíritu colonial, ornamentada con aleros florecidos y ventanas de intrigante celosías.
La ciudad se despoja de toda su sombra recóndita; la entrega a la acción, al progreso. La ciudad
despierta otra vez, entre el humo de la industria, desde sus propias raíces de
tradición.
La arquitectura moderna imprime a
la ciudad un aspecto de poderosa elegancia. Armazones de hormigón, monstruos de hierro y cemento, levanta vertiginosamente
la mágica ingeniería. En el corazón de la ciudad, los hombres pierden tamaño en
contraste con los pétreos edificios; pero ganan, al mismo tiempo, en revelación
de empuje civilizador. Al mecanizarse, el horizonte humano confía al tiempo su
destino.
La ciudad como toda
juventud, es optimista de su urbanismo
creciente. Las vetusta paredes de
ladrillos, con toda su carga de consejas y fábulas, se derrumban en plena
urbe, con esa resignación de toda madurez saturada de tiempo. Los trepidantes barreros horadan la tierra,
cansada de ladrillos y tejas, mientras
las estragadas mezcladoras arrojan los cimientos para la
colmena granítica y límpida. En las fachadas, esculturas desnudas de
agricultores que sostienen la hoz, el
rastrillo y los frutos de optima cosecha, recuerdan al pueblo la inquebrantable
esperanza de la época; más en otros edificios, son los señores héroes de la
nacionalidad los que representan, ante
ese mismo pueblo, la viva virtud ciudadana.
Contra la limpidez del cielo se asoma la piedra reducida a una dura expresión mecánica por la civilización infatigable ( Edificio Las Américas ) |
El movimiento de reurbanización comienza, en el propio corazón de la ciudad, congestionado por el trafico y los cables ( Edificio Veroes) |
Vestigios coloniales – como el mudo
farol del portal y escudo, nostálgico de armas,
en el frontispicio – agregan a la
arquitectura moderna la sobriedad de la civilización, frisos, pilares, arcadas,
cornisas, en reminiscencia colonial, simplifican las líneas de las nuevas
construcciones en la ciudad. En las
quintas residenciales, confortables e
imponentes en su geometría de paredes, pisos,
y habitaciones, aquellos mismos detalles resaltan tanto como la propia
belleza del nuevo estilo.
En las plaza, la escultura indígena
valoriza la deuda que la ciudad tiene contraída con los indios, cuya sangre
corre impetuosa por sus venas, pero a quienes no conoce, porque los aborígenes tienen
miedo de la urbe y la ciudad tiene miedo de los aborígenes. Prefiere pues
admirarlos en grave actitud petrificada.
Añadir leyenda |
La ciudad se expande, se hincha,
asciende, monumentalmente.
Fuente: El Farol 1944
Caracas Monumental
Caracas Monumental
HOLA, SABEN DONDE QUEDABA UBICADA LA EMPRESA LA HISPANA ARC EN LA CARACAS DE 1944?
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