lunes, 21 de julio de 2014

Costumbres Caraqueñas a través del cementerio

La vida del caraqueño de finales del siglo XIX experimentó cambios significativos durante el primer gobierno de Guzmán Blanco (1870-1877). La incorporación de un eficiente servicio de aguas, el inicio de la utilización del alumbrado eléctrico, la construcción de bulevares, teatros, parques, plazas, y de un Cementerio General, acompañado del primer carro fúnebre a caballos, la primera máquina de moler maíz, y algunas fábricas, incidirán notablemente en algunos aspectos de la vida cotidiana. La ciudad estará plena de obras arquitectónicas y contará con una serie de importantes servicios. Al respecto señala Yépez (1998) que en los años próximos al siglo XX “... la cuidad comenzaba a estirarse y a romper la costura de sus calles, que se alargan y se empatan con otras nuevas y aumenta la demanda de más y mejores condiciones sanitarias la tranquilidad política, que de alguna manera se había alcanzado y la modalidad de nuevas políticas sanitarias ayudaban al nuevo ambiente capitalino. El lento crecimiento de la capital, en su camino hacia el progreso ya estaba plasmado en la vida diaria del caraqueño”.
Y es precisamente ese crecimiento paulatino de la capital el que traerá consigo la construcción del Cementerio General al Sur de la ciudad, en el caserío del Rincón del Valle. 


LOS CAMPOSANTOS A LAS AFUERAS DE LA CIUDAD

El espacio rural que conformaba al Rincón del Valle, dedicado al cultivo de caña de azúcar y otros rubros agrícolas pasará a ser la sede del nuevo camposanto, que no sólo sería concebido como la última morada de los difuntos, sino como un lugar de esparcimiento, Merola (1987) acota que “siendo este un jardín público, era lógico esperar que hubiera esmero y cuidado en el mantenimiento del mismo”.
Por otra parte, la incorporación del Rincón del Valle a Caracas sería un hecho, pues para 1875 ya formaba parte de la parroquia Santa Rosalía y no del Valle, según Cobos (2007) “Este tipo de dictámenes fueron el inicio de otras disposiciones más amplias de irradiación urbanística, las cuales tenían el propósito de ensanchar los limites tradicionales citadinos”.
Los camposantos en las afueras de la ciudad por cuestiones sanitarias dieron pie a una serie de decretos y ordenanzas en Europa que sirvieron de modelos para los cementerios públicos presentes en Latinoamérica para el siglo XIX. Por ello no resultan extrañas las coincidencias que pueda tener el camposanto del sur con los presentes en ciudades como Lima, Ciudad de México, Guayaquil, Bogotá. Silva (2007) resalta que “Son similares las formas funerales y enterramientos, la introducción de medios de transporte modernos entre las dos ciudades, las de los vivos y las de los muertos, el origen europeo de estatuaria y mausoleos, así como la reseña de los cementerios y el florecimiento de una literatura necrológica en las publicaciones ilustradas de las capitales latinoamericanas” .


                  

  Fotos de Abilio Rangel Gil del Cementerio General del Sur  1935

  Fotos de Abilio Rangel Gil del Cementerio General del Sur  1935


EL CEMENTERIO – JARDIN – MUSEO

La construcción de este camposanto-jardín como se sabe, permitió además la existencia de un espacio único en la capital, elegido para ser el lugar de descanso eterno de todos los caraqueños, en donde la diferenciación social se hizo evidente al momento de enterrar y adornar la última morada del difunto. La presencia de obras de escultura funeraria en las familias más pudientes de la capital se hizo cada vez más evidente dentro del camposanto, para Cartay (2003)“ El monumento funerario capturaba el espíritu del fallecido y lo dejaba expuesto en piedra permanente a las generaciones futuras (...) algo de eso tenían nuestros monumentos funerarios, que, eran en realidad, casi siempre copias de monumentos existentes en los cementerios de Milán, Génova y de otros del norte de Italia, ordenados a firmas establecidas en Caracas” .
Lo que quiere decir pues, que con la inauguración del nuevo camposanto y la concepción que se tenía del mismo, la cotidianidad del caraqueño de alguna manera se vio afectada, ya no tendría que acudir al cementerio del norte de la ciudad (los hijos de Dios) y el acto de enterrar al difunto variará sobre todo en aquellas familias que además de llevar a su ser querido trasladado en carretas fúnebres, podían dar a la tumba de su deudo un sello personal que permitiera identificar a este o a su grupo familiar. La elaboración de esculturas y rostros de los difuntos favoreció el comercio de las marmolerías presentes en las adyacencias del cementerio, lo que contribuyó en conjunto con otras actividades vinculadas a la necrópolis al crecimiento poblacional del Rincón del Valle.
Escultores famosos de la talla de Pietro Ceccarelli, Chellini, Francisco Pigna, Ventura, Morini, Julio Roversi y Emilio Gariboldi, (que tenía, según Montenegro (1997) una marmolería artística en el en el centro de la ciudad, entre Mercaderes y Municipal).

La presencia de panteones familiares, contribuyó a darle al cementerio una imagen más agradable aún, acorde con lo que se buscaba al momento de su creación. Cañizales (2006) señala al respecto que en la actualidad existen 2800 declaradas patrimonio artístico de la nación
“De allí que especialistas en la materia temen que con la medida de cierre se perdería esa condición de patrimonio artístico”.

El camposanto llegará a ser pues, un lugar en donde se presentan obras de arte que a pesar de ser privadas pueden ser disfrutadas por el colectivo. Necrópolis, jardín o museo, la morada final de los difuntos caraqueños exaltaría a través de la belleza de los panteones el lugar de descanso de las familias más pudientes, quienes comprarán lotes de terreno para asegurar la colocación de obras de arte en los lugares de descanso de sus familiares.


SOBRE REGLAMENTOS Y PLANOS.

Según el reglamento del Cementerio publicado en el Diario “La Opinión Nacional” de fecha 08/07/1876, en la sección tercera, artículo 18 que “Las ventas de terreno se harán por el Consejo Municipal y podrán traspasarse y sucederse como cualquier propiedad”. Sin embargo, tomando en cuenta que el cementerio no era sólo morada de familias pudientes, sino también del público en general, se estableció un límite en la venta de lotes, como establece el artículo 20 del mencionado reglamento: “No podrán hacerse concesiones perpetuas o venta de terreno, sino hasta la extensión de veinticuatro hectáreas en totalidad de la parte plana del cementerio, ni podrá venderse a una misma persona más de diez y seis metros cuadrados de esa parte, pues siempre debe quedar para el público, sin poderse enajenar, por lo menos diez y seis hectáreas de terreno, calculándose que se requieren tres hectáreas para una población de seis mil almas” .
Unido a esto se encuentra el trazado realizado en el plano del camposanto. Siguiendo la influencia francesa, este cementerio laico estaría compuesto principalmente por cuatro cuarteles y dos grandes avenidas (norte y sur) cada una de cuatro metros, que dieron inicio a la expansión del mismo, en donde, según Silva “...hacen evidente un sistema racional en que se diferencian formas de enterramiento, que luego resultarán en la jerarquía de sepulturas y áreas nobles identificables en el recinto (...) tendrían influencia en el valor de los terrenos”. Con respecto a los límites iniciales, Montenegro (1989) acota que “El ámbito de Tierra de Jugo, solo se había cercado en su límite noreste, ya que los otros puntos cardinales estaban cerrados por la ceja natural de las colinas que le hacían de anfiteatro” (p.4). El plano original del camposanto, según entrevistas e investigaciones realizadas se encuentra extraviado. Sin embargo, a través de la observación del mismo y de la revisión de los planos de la ciudad, se puede tener una idea de su crecimiento y expansión, que se realizó principalmente hacia el lado sur del mismo.

Fuente :  Comunidad de usuarios y amigos del Cementerio General del Sur

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