“Caracas crece vertiginosamente. Se levanta, se endereza, se alza sobre su valle como un mar tempestuoso. Todo cae para volver a levantarse. Se van, bajo la destructora piqueta, los viejos edificios con sus fachadas añejas y sus formas tradicionales. Todo renace. Nuevas formas y nuevas ideas brotan por doquier. Ya no es más nuestra romántica Santiago de León. Esa romántica ciudad de que con tanta nostalgia nos hablaban nuestros abuelos. Ese viejo conglomerado de casas y plazas, que parecían allí juntadas por las manos poderosas de un gigante, que al ser recordadas velan de gris los ojos de nuestros padres. Romántica en sus voces y en sus añoranzas; romántica para ellos que le entregaron los mejores años de su vida. Y que dejaron sobre sus calles empedradas, bajo sus típicos aleros, todas sus marcas de alegrías.
Pero es necesario caminar al hilo del progreso. Pegarse como una parásita a un árbol, al momento histórico de cada día, de cada año, de cada época. Nuestra ciudad crece. Hay más hombres, más industrias, más problemas. Nuestro comercio se intensifica, lo mismo nuestra vida. Se impone una visión distinta, una organización diferente, una antítesis estructural. Hoy nuestra ciudad crece. Hay más hombres, más industrias, más problemas. Nuestros comercios se intensifican, lo mismo nuestra vida. Se impone una visión distinta, una organización diferente, una antítesis estructural. Hoy nuestra ciudad, tratando de solucionar problemas de orden económico y social, se eleva buscando a Nueva York. Se materializa, se hace práctica. Donde antes se levantaba una casa de techos rojos hoy se alza un edificio recto y frio, un bloque de granito y piedra que sólo aspira a abarcar más en menor espacio. La línea sin complicaciones sucede al arabesco. No hay tiempo para florituras. Estamos en una época que se hincha como un globo y cuyo futuro ignoramos. Es necesario correr, correr, para no ser alcanzado… ¿Alcanzado por qué? .. ¡Es algo que ignoramos por completo! Lo cierto es que nuestra ciudad experimenta el proceso que debe experimentar; el proceso que por su momento histórico, por el espíritu de su época, le es necesario cumplir. Y a fe que lo está haciendo.
Hoy queremos sin embargo, acordarnos de aquella Caracas de antaño. Hemos querido recordar sus viejos edificios, su vieja arquitectura; que por ser vieja no es ni peor ni mejor, sino solo el producto de su época. Queremos hablar de algunos de los hombres, de los arquitectos que colaboraron en la formación de la ciudad; de la ciudad que hoy tiene que ceder paso lógico al progreso, que debe doblarse ante el proceso histórico-social que desaparece bajo los golpes secos y exhaustos de la piqueta reconstructora. Algunos de ellos están vivos, con éstos hemos charlado. Otros están muertos, nos limitamos a recordarles.
Arquitecto Alejandro Chataing |
“A tal señor, tal honor”, dice un viejo apotegma. Por eso es necesario hablar en primer término de Alejandro Chataing que, según acertadamente afirma su hijo el Dr. Luís Eduardo Chataing, ocupa por sí solo “toda una etapa de la arquitectura venezolana; aquella que coincide con las primeras décadas del siglo”.
Alejandro Chataing estudió en la época de Guzmán Blanco, con Juan Hurtado Manrique; quién había construído la Basílica de Santa Teresa. Trabajó con él en la realización del Arco de la Federación. Luego comienza su obra personal con el pórtico levantado al fondo de la calle del Carmen a la “Quinta Crespo”, y el acceso de entrada a la misma. En el Banco Caracas deja luego, una lámina, de fuste de su orientación artística. En el Museo de Historia Natural- que fuera luego Museo Bolivariano- perfila su yo, imbuido en las modernas tendencias de los estilos triunfantes. En la Exposición de París de 1900, en el “grand” y en el “petit-palais” de los Campos Elíseos, y en la decoración teatral del Puente Alejandro III, cuyos pilones ornamentales, los encaja en la fachada del Teatro Nacional. Realiza también el Palacio de Justicia, la Academia Militar (donde está hoy el Ministerio De la Defensa), el Ministerio de Hacienda, hoy derruido; el Teatro Ayacucho, La Gobernación vieja (donde está hoy la Prefectura), el Nuevo Circo de Caracas, La Escuela de Música y Declamación, La Iglesia San Agustín, el Banco de Venezuela, y el Hotel Miramar, inaugurado el mismo mes de su muerte: abril de 1928.
Postal del Nuevo Circo de Caracas |
Maqueta del Gran Hotel Macuto "Hotel Miramar" |
Su obra es verdaderamente gigantesca en nuestra Caracas de antaño. Y también en el interior del país ha dejado su incalificable huella. En mole de piedra, en las sabanas de Carabobo, realiza un Arco Triunfal para glorificar la hazaña del 24 de junio. Su muerte fue muy sentida por el pueblo venezolano, ya que fue el más alto exponente de la arquitectura e ingeniería de su época. Su hijo, el Dr. Luís Eduardo Chataing, nos ha hablado de su padre con verdadera emoción. Esto nos ha servido para rendir este pobre homenaje a tan gran venezolano."
Fuente; Gilberto Pinto.
Elite 1955
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