“Caracas, diciembre de 1940.-La ofensiva de las autoridades sanitarias contra los elementos que se han creído que la caña es “caldo de gallina”, nos ha traído de la mano para pergeñar esta crónica.
Naturalmente que no es cañera, ni cosa que se le parezca, pero, tan de prisa vamos hacía no sabemos dónde, que es necesario establecer responsabilidades a fin de que cada mochuelo trepe su olivo y a quien le venga la chupa que se la cale.
Si en los estragos hechos por la caña desde el Descubrimiento, hay un responsable, ese no es otro que Cristóbal Colón. Fué este ilustre Cosmógrafo y audaz navegante quién en su segundo viaje hacia estas tornadizas y veleidosas tierras en 1.493, tuvo la curiosidad de traerse unas cuantas semillas de caña, de las Islas Canarias. No quiso seguramente don Cristóbal, hacer de cañero en aquella emergencia, pues obedeció indicaciones que en tal sentido le hiciera en Sevilla el señor Zafra, secretario de los Reyes Católicos.
Detalle del mapa de La Española, A. Morales (1509) |
La caña fue sembrada primeramente a “La Isabela”, mas, como esta doña, había resultado un tanto esquiva a los deseos del Descubridor, Colón resolvió abandonarla y le jugó “la caña” a “La Española”, en la cual, según expresa don Pedro Márquez de Anglerie, “criáronse con tanta fortuna que en quince días habían crecido un codo”. Seguramente de aquí proviene aquello de alzar el codo, cuando nos entregamos al húmedo deporte.
Más, no fue negocio pingüe el de los cañamerales; según rezan los viejos papeles de la Casa de la Contratación las naos de Juan Genovés que atracaron al muelle de Sevilla el 4 de julio de 1517, llevaron para sus Majestades una cajita que contenían los primeros azúcares de “La Española”. El rey probóla y el Real Tesoro pagó seis ducados de oro, por concepto de flete.
Los Caribes no le daban mayor importancia a la caña; y como los españoles estaban atareados seleccionado pollitas para introducirlas en sociedad, nadie se ocupaba de la agricultura.
La fiebre del oro, por una parte y el oro en botón de las indiecitas, motivaron el hambre que a punto estuvo de acabar con los expedicionarios. Fue entonces cuando el católico Rey Don Fernando (que en gloria esté), otorgó su famosa cédula de fecha 25 de julio de 1511, que dice a la letra: “Yo tenía por cierto que los navíos que iban a “La Española” tomaban carga en Canarias, de las cosas que eran necesaria para las Indias e agora el Almirante Don Diego Colón dixe que non dexan ni concienten [sic] a los tales capitanes cargar cosa alguna é azúcar é muchas otras cosas que la dicha Ysla no está poseída…” Vos mando que tengáis maneras de proveer de azúcar é conservas a los navíos que fueron a dicha Ysla”. Como puede apreciarse, la caña no preocupó ni a Diego Colón, diabético contumaz.
Plantación de caña de azúcar de Chr. Herold. La Guaira Carl Geldner |
En tierra firme cuando se plantaron los primeros cañamerales lo único que se industrializó fué el guarapo, que la gente de linaje tomaba, bien en las cantinas públicas, como en las recepciones, en la mesa o para embriagarse, cuando les veía en ganas.
Era el guarapo bebida de gente blanca; el indio no tomaba sino chica de maíz que le producía enormes borracheras hasta por cinco lunas. Y en cuanto a los morenos, solamente tomaban agua y eso si iban a los manantiales como pajaritos.
Al correr de los años, las guaraperas en Caracas desempeñaron un papel importantísimo. Basta decirles que el Hospital de San Lázaro, en el año de 1700 se le sostenía con la renta del guarapo y lo que producía La Gallera Oficial. Aquel establecimiento alojaba 150 enfermos y 5 doctores y dos enfermeros, amén del cura y el monacillo de la iglesia contigua, edificio que hoy ocupa la Escuela Técnica Industrial.
Plano de la Ciudad de Caracas, con división de barrios, Venezuela (1775) |
Las guaraperas fueron centros de intrigas en 1789, y como la aristocracia se reunía en ellas para aplacar la sed y murmurar de las demás gentes, raro era el día en el que el rendez vous de la guarapería de la Plaza Mayor, no terminaba como el célebre rosario de la Soledad. Parece que a los súbitos de S.M. no se les enfriaba el guarapo a la hora de arrear castañas.
Como la costumbre se hace ley, después de Carabobo, en los comienzos de la Federación, la guarapera establecida en la Esquina de “El Quebrado” jugó un papel importantísimo en los preparativos de lo que dió la zancadilla a Julián Castro.
Refieren las crónicas que en la Esquina de “El Quebrado” estaba oculto el General Falcón, cuando planeaban la revuelta y que los hombres comprometidos en el movimiento, para despistar a los radioescuchas se iban, pacíficamente, a tomar su guarapito, guarapita o guarapazo, después de lo cual, recibían las instrucciones del comité y se encaminaban a los toros coleados que en la esquina de “La Garita” celebraban los habitantes de San Juan, para alegrar la ciudad.
Aunque otros han referido el por qué de tan épico nombre, vale la pena traerlo aquí. Refiere “La Crónica” que cuando Don Diego de Lozada trataba de conquistar los 150.000 indios Caracas y acampado estaba con su ejército en el cuartel establecido en el ángulo sureste de “La Garita”, un ayudante suyo advirtióle que en los cerros vecinos estaba Guaicaipuro con un ejército formidable en plan de batalla para sorprenderlos.
Don Diego incorporóse y dando las ordenes del caso, destacó pelotones de caballería por distintas direcciones, los cuales atacaron de tan feroz manera, que en pocas horas no quedaba un indio para contar el cuento. Los indígenas le tenían más miedo a un caballo que a un millar de hidalgos a pie y bien municionados.
Cuando regresaron los vencedores, y se imponían el reposo como bien merecido a su actitud, Don Diego ordenó que se construyera una garita de madera para dejar un centinela, lo cual se hizo. Esta garita se conservó durante siglos, gracias a la Vigilancia de la Capitanía General; pero en unos toros coleados en la administración del General Monagas, un jinete “enguarapado” la enlazó con una zoga [sic] destruyéndola bajo el aplauso de los recurrentes que no estaban acordes en que aquella reliquia colonial construida por los españoles permaneciera respetada del tiempo y de los hombres. ¡Cosas de caña!
Varios historiadores, no admiten que la primera casa de Caracas estuvo en la Esquina de Maturín, porque el fundador Lozada tenía su residencia en La Garita, un día después de haber estrado a este Valle, donde al correr de los siglos , vale decir: 378 años, también la tiene el Capitán General Don Elbano Mibelli.
En el éxito alcanzado por los federales, sobre el maniquí de Julián Castro tiene gran parte el guarapo de “El Quebrado”.
Y allá por los años de 1889, cuando el General Crespo resolvió romper su silencio y ponerse en armas contra el Gobierno del Dr. Andueza, no podía faltar el guarapo en el menú.
Y aquí tienen ustedes desempeñando un papel importantísimo en los retozos democráticos organizados para impedir el continuismo de Andueza, seguramente porque sin Ejército bien aguerrido, el respaldo de la opinión pública y otras credenciales por el estilo, no podía el excelente orador realizar otra maniobra que la que hizo para que Crespo entrara sin sangre y fuego a la capital, aunque con un palo de agua que presagió lo que vendría después.
Plaza de San Jacinto |
Por aquel entonces la guarapera principal de la ciudad estaba establecida frente al reloj de piedra en la Plaza de San Jacinto y era de José Jesús (padres desconocidos).
El negocio abarcaba no menos de 100 metros totalmente invadidos por ochenta pipas de a 100 botellas cada una, todas llenas de guarapo. Lo servían fresco, fuerte y dulce. Los que no, se conformaban con el denominado “entre fuerte y dulce”. Este no rascaba totalmente sino que asabrosaba al individuo.
En la tal guarapera, se reunían los comisionados para distribuir las instrucciones del Comité Revolucionario Crespero.
Nos refería el General Celestino Peraza cuando en el año de 1909 fuimos enviados a recibir unos baños de sombra en el Castillo Libertador de Puerto Cabello, que pipas de José de Jesús guardaron un parque de mosquetones, bayonetas y cápsulas, el cual fue pasado por el centro de la ciudad en urna que llevaron varios hombres a cuesta; le dieron su cuarto completo en llegada de Las Monjas a El Principal, sector en el cual estaba La Gobernación, el Cuartel de Policía y la Casa Presidencial.
No obstante lo peligroso de la maniobra, a los hombres no se les enfrió el guarapo, como a los guapos de varios años más tarde. El azúcar en si, no ofrecía mayor importancia para el negocio en el año de 1801, pues los hombres se preocupaban mayormente de la cría, del cultivo del tabaco, del añil y de preparar el movimiento emancipatorio que preocupaba a los muchachos de esa era, que no eran como los de ahora, gracias sean dadas a la Divina Providencia.
Que se acaben los cañeros, pero que la caña crezca, abunde y fructifique, pare regocijo de cuantas cosas se extraen de ella, gracias a los descubrimientos modernos.
Y si por haber tratado de la caña históricamente me juzgáis, amigo lector, un historiador caña, te aseguro que abundas en razones.”
Billiken 1940
Lucas Manzano
En 1940 , como hoy es una de las mejores crónicas que he podido leer acerca de las bondades de la caña. Lucas Manzano, sí el Cielo existe y claro que existe, allí de seguro estás echándote el reglamentario.
ResponderEliminarIgualmente, al leerla la disfruté tanto que no dudé en transcribirla.
EliminarA alguien se le cruzaron los dedos cuando tecleaba. Ver línea 11 del texto. En cuanto a las semillas, siempre habia creido que la reproducción era por estacas Luego de lo cual, aprovecho la ocasion para lamentar la desaparición de los cañaverales de los valles de Aragua, segados en favor de realmente no se cual objetivo
ResponderEliminarHola Olmar, ¿ te refieres al año? siiii... mea culpa m se me cruzan las teclas y lo cables tambien !!! jajaja gracias. Se hace dificil transcribir un texto tan largo de un escaneo que no fue de muy buena calidad y probablemente tenga más errores .... Gracias por la corrección
EliminarA alguien se le cruzaron los dedos cuando tecleaba. Ver línea 11 del texto. En cuanto a las semillas, siempre habia creido que la reproducción era por estacas Luego de lo cual, aprovecho la ocasion para lamentar la desaparición de los cañaverales de los valles de Aragua, segados en favor de realmente no se cual objetivo
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