Por J.A. de Armas Chitty.
“La Caracas de 1891 tenía algo
más de setenta mil habitantes y cerca de noventa incluyendo las parroquias
foráneas. También alrededor de diez mil casas. Las parroquias foráneas eran
Antímano y Macarao, La Vega, El Valle, El Recreo y Macuto. Era un pueblo grande
cuyos límites urbanos no pasaban de las esquinas de San Roque, Palo Grande y
Alcabala.
Aunque hacía el Paraíso ya se
prolongaba el ansia de romper aquella figura irregular que venía desde la
Colonia, Caracas vivía entre El Avila, el Guaire, los pastizales de las
Haciendas El Conde el bosque occidental que llegaba hasta La Quebradita. La
visión de esta Caracas nos la ofrece una "Descripción" de autor
desconocido que publica el "Boletín de la Riqueza Publica" en su
número 16 correspondiente al 28 de octubre de 1891. Quizás escribiese la
"Descripción" algún redactor del "Boletín" o su Director
Carlos M Rosales, aunque lo escueto de los datos y lo desliñado del estilo hace
pensar que no fuese Rosales.
La ciudad, según el ilustre
anónimo, tenía un área de 4.272.000 metros cuadrados. Alude a las partes más
altas de Caracas, la Alcabala de La Pastora, a 1.043 metros sobre el nivel del
mar, y la de Puente Hierro, a 880. Para esta época había pues una alcabala llamada
de Puente Hierro y es lógico pensar que estaba ya un puente de hierro.
La "Descripción", como
es natural, dice que la ciudad ha sido cuna de egregios varones y enumera los
principales héroes del partido civil y militar; viajeros ilustres que visitaron
a Santiago de León durante la Colonia y época posterior; hombres de ciencia que
gozaron de la calma de aquellas saudosas y lentas cuando nuestros antepasados
iban graves de negro, sombrero alto, ceremoniosos, por las calles angostas y
empedradas.
La narración está acorde a la arquitectura de la ciudad.
Dice en efecto: "Vista por
el lado físico, la ciudad de Caracas presenta hoy un aspecto encantador. A las
estrechas calles han sucedido elegantes avenidas y a las sombrías y lisa
paredes de los conventos y edificios públicos, las fachadas de arquitectura
moderna. El alumbrado de gas ha sustituido al petróleo y el enconductado de
hierro a las antiguas cañerías para el reparto de aguas. El sistema de
fabricación ha cambiado radicalmente sin que pueda decirse que haya casa de las
nuevamente construidas en que la elegancia del frente no corresponda a la
belleza y comodidad del interior".
Sin duda que es admirable el entusiasmo del
cronista, pues las flamantes avenidas a que se refiere debieron ser las calles
aledañas al Capitolio, obra de Guzmán Blanco, después que el Ilustre echó abajo
el convento y el Capitolio alzó sus columnas griegas, quedó en las calles que
lo rodean espacio suficiente para avenidas futuras. Este espacio es lo que
anima y hasta deslumbra al desconocido cronista.
Pero viajemos: "Tiene
Caracas espaciosas y empedradas calles tiradas a cordel con acera de cimento
romano; (así cimento, como se dijo hasta hace más o menos treinta años); doce
plazas con preciosas alamedas y jardines y decoradas con estatuas de nuestros
libertadores y hombres preeminentes; un viaducto de 141 metros que una el paseo
de "El Calvario" con la capilla del mismo nombre y 40 puentes que
facilitan el tránsito; entre éstos, sobresalen el de la "Regeneración"
y el llamado 9 de febrero que son de hierro y de atrevida construcción.
Más adelante al referirse a los
edificios oficiales habla de "la Casa Amarilla residencia particular del
Presidente de la República". Para demostrar que el movimiento urde es
inmenso, el cronista es injusto con las carretas pues a ella es a la que debe
aludir cuando al final del siguiente párrafo dice: "Sus calles están
cruzadas por varias líneas de tranvías y por innumerables coches y otros
vehículos".
Al indicar las líneas férreas que
partían desde Caracas hacia el interior, después de citar que iba a la Guaira
"obra de audacia incontenible"; la que llegaba hasta Petare,
Antímano, Los Teques, habla de "la última que une con el Pueblo del
Valle". Ignorábamos que hasta El Valle hubiese existido ferrocarril.
Era pues, nuestra Caracas
estrecha "vista por el lado físico de su aspecto verdaderamente
encantador". Ofrecía también la ciudad- según el cronista- "todos los
elementos de comodidad y distracción que puede tener la vida civilizada; teatros,
hoteles, fondas, clubs, cafés, etc. y para alimento del espíritu y estimulo del
hombre estudioso una famosa biblioteca de 31.125 volúmenes". Igualmente
alude al Museo Nacional donde había colecciones valiosas de "objetos de
mérito y documentos".
Esta Caracas de "tan amplias
avenidas" tenía 168 médicos cirujanos, 182 abogados, 165 ingenieros y 70
agrimensores. La "Descripción" promete una parte en la cual estudia y
aborda la instrucción pública que no hemos podido localizar.
Así era Caracas de 1891, la de
Andueza Palacios, capital de un país que vivía del café, del oro, de las res
(entiéndase vacuno); un país que exportaba hasta buches de pescado. Un año
después, por octubre, entraba a la misma Caracas bajo un aguacero que hizo
desbordar considerablemente El Guaire, a la cabeza de millares de hombres
desnudos sobre caballos borrosos de greda y los trabucos en las cañoneras de
las sillas, el General Joaquín Crespo, caudillo de carácter bonachón que
todavía llaman liberal; caudillo que salvó a Venezuela de los horrores
continuistas de Andueza para instalar el instalar el paraíso continuista de
Crespo.
Fuente: ("El Nacional", 11 de mayo de 1956)
Imagen de Caracas 1898 Crónicas de Caracas 1955 |
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