lunes, 28 de febrero de 2011

LOS PRIMEROS CENTROS COMERCIALES DE CARACAS

Comparto con ustedes este extraordinario artículo realizado por el Sr. Ivan J Sira, el cual fue tomado del Blog Añoranzas. Espero lo disfruten tanto como yo...

LOS PRIMEROS CENTROS COMERCIALES DE CARACAS
LO ESTOY ESCRIBIENDO ANTES DE QUE LO OLVIDE

"La Imperial", "El Palacio del Liquiliqui", "El Imperio de las Sastrerías" y quizá cualquier otro calificativo que dijera su dueño: José Abdelnoúr un señor que hablaba con acento argentino, y que además era locutor en la Radio Difusora Venezuela donde tenia un programa que ponían mucha música argentina, especialmente de Carlos Gardel, donde se cantaba tangos y otras canciones argentinas, este negocio estaba ubicado entre las esquinas de Chorro y Traposos. Les voy a explicar: en toda la esquina noroeste de El Chorro, había un comercio, que se llamaba "Las tres esquinas" que vendía maletas, maletines, bolsos, etc. Luego, vía oeste, era la entrada sur del antiguo mercado de San Jacinto, que cuando lo desocuparon se convirtió en un terreno de aproximadamente 8 metros de frente que servía de estacionamiento de vehículos ("Si estacionamiento gratis al lado no hay, no es La Imperial" decía el Slogan en la radio) seguidamente estaba "La Imperial" esto fue cuando comenzaron a hacer las ampliaciones de la calle para hacer la Avenida Universidad. Luego se unieron: el estacionamiento, el local de "La Imperial" y creo que la "Casa Miranda" de un Sr. Siade, (decian que era hermano del preparador de caballos que se llamó Millard Siade) en un solo local que con el paso del tiempo se denominó “Casa Regalía" de un Sr. García, un mayor de quincallería y juguetería. Mientras que en la esquina de Traposos hacia San Jacinto en su esquina noreste era como sigue: la "Farmacia Continental" local de cuatro puertas, dos hacia la esquina de El Chorro y dos hacia la esquina de San Jacinto, seguía un local de tres puertas, (la del medio convertida en vidriera) de la "Sastrería La Argentina" o "La Casa del Liquiliqui", propiedad del Sr. Rodríguez un señor venezolano, casado con la hermana de José Abdelnoúr, (mi abuela me dijo un dia que los Abdelnoúr, eran eran hijos de palestinos). Luego venia la "Perfumería Cliper" local de apenas un metro y medio de ancho, todo esto comprendía parte de el inmueble que constituía un hotel del cual ya no recuerdo su nombre, pero según me contaron un dia que en los años 20s fue de gran categoría. Luego el local de Sombreros Tudela mas tarde el Sr. Tudela hizo el actual edifico "Tudela" donde sigue hasta nuestros dias la sombrerería “Tudela” representante exclusivo de los caros y famosos sobreros "Borsalino" que usaban los Presidentes y los Ricos, luego seguía un local de Fotografías, que he tratado de recordar el nombre y no he podido, era de un señor de origen francés, pero la tienda la atendía una chica española de nombre Begoña, ella era Catalana, en ese sitio era que sacaban las fotos para pasaportes, ese estaba a la entrada del edificio, y luego estaba la sastrería que era propiedad de un señor colombiano, creo que se llamaba Marcelo. Luego del edificio Tudela, se encontraba un pequeño local que era "Loterías Ramírez" seguidamente otro local de dos puertas que dicen que pertenecía a los hermanos Hadad, (El Sr. Pedro Hadad era un señor bastante mayor que usaba unos gruesos bigotes y un chaleco con leontina de oro). Mas hacia la esquina de San Jacinto, estaba un local de tres puertas, una parte era de "Zapatería La Atlántida" del Acuña, el de las dos puertas, y el de una era "Juguetería Regal" que pertenecía a un señor Arismendi.. Seguidamente en un local de dos puertas estaba "El Sastre de Moda" o "Sastrería Ángel Lugo", que ya en los años 40s quedaba con una sola puerta y en la otra puerta estaba "Almacenes el Ultimo Precio" del señor Fairestein. Siguiendo hacia la Plaza El Venezolano había un local de dos puertas de "Zapatería La Victoria" y luego en la esquina un local de cuatro o cinco puertas que era el "Detal de La Playa" que se especializaba en todo tipo de mercancías para los concesionarios de lo que llamaban la playa del antiguo mercado de San Jacinto, ya hacia el este estaba y todavía está el "Restaurante La Atarraya" que para aquellos años 40s y 50s era un botiquín de "Mala muerte" en donde se servian aquellos licores famosos llamados "Lava-gallos" que almacenaban en unos frascos de vidrio, llenos de unos liquidos de colores llamativivos, aderezados con Caña Blanca, hierbas, frutas y semillas con nombres como: "Frute'burro", Yerbabuena, Pasote, Guayabita, Berro, Cañafistola" entre muchos.

En lo que es hoy la Plaza El Venezolano, fue parte del antiguo mercado de San Jacinto y después, un estacionamiento que ocupaba gran parte de esa manzana, desde la propia esquina de San Jacinto hasta la esquina de Dr. Paúl y de esta esquina hacia la esquina de El Chorro.

Y aunque no estaban en la misma cuadra no puedo dejar fuera a Almacenes “Dovilla” de Domingo Villa, (con su Slogan Dovilla que maravilla) estaba en toda la esquina de Las Gradillas, sureste de la Plaza Bolívar. También recordar el slogan "Ramírez crea, no imita", era el de la Sastrería Ramírez, que estaba situada de Bolsa a Pedrera, diagonal al Cine Palace y con la academia Palace, en misma cuadra estaba la sastrería de “José Chacho” que fue el creador del traje Anatómico y luego “Calzados Pepito”, calzados para niños que me llevaron en alguna oportunidad.

Les cuento todo esto porque mi memoria está ya como llena, además, yo en mis años de niñez y adolescencia, mucho que acompañé a mi abuela “Solita” a hacer sus compras por estos lares, que ella llamaba "El Comercio".


COMENZABA EL FUTURO
Caracas ostentó la fama de ser la ciudad, en toda Suramerica de mayor movimiento comercial en los años cincuenta en proporción a su número de habitantes. Entre las tiendas se encontraban las de "Artículos para señoras" - que no sólo eran trajes, bolsos y zapatos, sino también sombreros, guantes y pieles- y las casas de telas, provistas de mercancía que llegaba directamente de Europa, que constituían un verdadero deleite para las costureras, quienes se copiaban de las revistas de figurines, los trajes de diseñadores importantes.

A las grandes fechas para los estrenos, de Navidad y el Año Nuevo, también se sumaba la Semana Santa, como lo indica un aviso publicado en el diario El Universal de 1940, por el almacén La Moda Americana, donde se ofrecían trajes, pantalones, blusas, abrigos de piel y sombreros, además de artículos para niños.

De Sociedad a Camejo se encontraba Novedades Mundiales con piezas finas llegadas de toda Europa. Marlene Modas era una tienda especializada en sombreros, accesorio indispensable para toda mujer elegante de la época. Anunciaban hasta el nombre del barco donde llegaban los tocados a La Guaira, además de ufanarse de tener los más caros de toda la ciudad. Traían las marcas Elizabeth, Fortune y Groyden.

El mas popular fue El Gallo de Oro, uno de los grandes anunciantes de su tiempo (los años 40tas). Su lema era "El almacén de ricos y pobres". Allí las novias obtenían las mejores telas para sus atuendos, así como espectaculares encajes de Bruselas y tiras bordadas de Suiza para el trousseau. Me imagino que debido al exito que tenia esta tienda, le fue saliendo competencia hasta con el nombre tales como: La Mano de Oro, El Boton de Oro.

La Segunda Guerra Mundial influyó muy negativamente en el comercio con Europa, por lo que la confección estadounidense comenzó a ganar los terrenos que iba dejando libre, la vieja Europa. Jharods, de Camejo a Pajaritos, se enorgullecía de poseer las mejores marcas de Nueva York.

Otra tienda que tuvo su momento de gloria, la Compagnie Francaise, renovaba en cada temporada su colección de trajes y de pieles. Cuando llegaba diciembre era tiempo de las pieles de mink y de zorros plateados que se veían en las celebraciones de centros sociales como el tradicional Club Paraíso y el Caracas Country Club.

Más tarde, los comercios comenzaron su mudanza al este. Fue cuando Sabana Grande se transformó especialmente en el nuevo centro comercial de Caracas, apareció la Peletería Canadá, que no se limitaba únicamente a la venta de pieles sino que daba un servicio de remodelación y adaptación a la nueva moda, además custodia de las mismas y las guardaba en una nevera especial.

Mucha gente de la que llamaban High Society, formaron parte del equipo que fundaron la célebre tienda Versalles, que se encontraba de Gradillas a Sociedad. "La parte de atrás de la tienda colindaba, pared a pared, con la casa del Libertador. Por allí desfilaba toda Caracas. Vendían la cristalería más hermosa de la ciudad, pero también ofrecían carteras y otros accesorios de las prestigiosas casas Dior, Givenchy, y Chanel". Después Versalles perteneció al señor Thermiotis, quien hoy continúa vinculado al mundo de los perfumes.

Las grandes boutiques se reunieron, primero, en el centro de Caracas. Así tenemos que Galería La Parisién, una tienda apertrechada de productos franceses, se encontraba de Cruz Verde a Velásquez. Había un cronista de la ciudad, que señalaba que lo francés tenía su éxito garantizado en Caracas porque todas las mujeres querían parecer francesas. Estas casas de moda no sólo contenían piezas de colección, sino que las mismas tiendas, por su decoración, eran espectaculares. Adornaron mucho la ciudad con sus estudiadas vitrinas y sus avisos luminosos.

En los años 50, el Pasaje Zingg fue el resultado de una atrevida operación urbana que sacudió a toda una ciudad empeñada en modernizarse. El corredor interior surgió de la modificación del edificio original, con el propósito de albergar 40 de las más elegantes tiendas de Caracas. Los pasajes comerciales fueron el primer estilo internacional de la arquitectura moderna y albergaron los primeros mundos de sueños consumistas.

Los famosos pasajes de París eran "bulevares interiores", semejantes a los bulevares de calle a los que se abrían. Para finales del siglo XIX, habían llegado a ser el signo de las metrópolis modernas, y fueron imitados en todo el mundo, desde Buenos Aires a Estambul.


DE CASA COMERCIAL A PASAJE COMERCIAL
La Casa Zingg construyó su sede en Caracas en 1940. El Edificio Zingg, diseñado por el ingeniero Oskar Herz y levantado por la Oficina Técnica Blaschitz, fue el primer edificio de acero contra temblores en Caracas. Los transeúntes se asombraban al ver elevarse aquella jaula metálica. Apenas una década después, en 1951, se decidió su reforma con el fin de adaptarlo a los cambios urbanos que trajo, la construccion de la Av. Bolivar que habia desnivelado las calles a su margen entre ellas las esquinas de Camejo y Colón. El arquitecto Arthur Kahn propuso la creación de un Pasaje Comercial, una vía pública peatonal que conectara el centro de la ciudad con el futurista proyecto de la Avenida Bolívar.

El pretendido nuevo eje de la ciudad condujo a la asunción del pasaje como un corredor en tránsito, como un paso fluido ante la avalancha humana que surcaría su espacio. Para ello se aprovechó el estacionamiento del edificio original, que surgió del desnivel que ya he mencionado, y que caracteriza al edificio.
¿UN VERDADERO CENTRO COMERCIAL?
La publicidad de la época mencionaba al Pasaje Zingg como un verdadero centro comercial. Sin embargo, nunca fue en esencia un centro comercial. Por definición, el pasaje nace de la síntesis de diversos precedentes arquitectónicos: los ya nombrados pasajes parisinos -aunque la cubierta despejada hacia el cielo es sustituida en este caso por una cubierta interior-, la tradición caraqueña de pasajes como el del Capitolio y el mismo centro comercial.

El edificio definió un largo frente interior de comercios: 40 elegantes tiendas alineadas a ambos lados del paso. Entre ellas estaba Serpico & Laino representantante de la marca de relojes "Rolex","Pateck & Phillips", "Vacheron & Constantine", "Jaeguer le Coutre" ente otras marcas. Salvador Cupello representante de la marca Plumas Parker y de Relojes Omega.

La nueva vía pública buscaba descongestionar las vías vecinas paralelas, contando con las ventajas que representaba el caminar por la sombra. Se buscaba "brindar al público del centro de Caracas un ambiente simpático, atractivo y novedoso". Lo novedoso consistía en la inserción, dentro de un tipo de edificación del siglo XIX, de elementos que representaban la tecnología más avanzada del siglo XX.

Las primeras escaleras mecánicas que funcionaron en Venezuela fueron las que se instalaron en el pasaje Zingg en 1939. Se convertiría a través de los años en un icono, que aún hoy me sorprende por su funcionamiento, en un país en el que las cosas caducan y se desaparecen con mucha rapidez .



NUEVA ÉPOCA

La Gran Avenida de Sabana Grande reunió durante casi dos décadas (las de los cincuenta y sesenta) los establecimientos más glamorosos de la ciudad. Perfumes, cristales, joyas y vestuario se exhibían en sus vidrieras que no sólo constituyeron el sitio obligado para las compras, sino que también fueron lugar de contemplación en los paseos dominicales. Uno de los salones de moda más antiguos y conocidos de Caracas se llamó Krysthian y se encontraba en esta avenida. Allí estaban los diseñadores más famosos del mundo: Jean Patou, Elsa Schiaparelli, Diminutives, Martini, Fredy Greenberg.

En esa misma cuadra se hallaba Gathmann y Joyerías Unidas que importaban marcas como Rosenthal, Sevres, Hauchenreuther, Heinrich, Gerent y Cristalería de Bohemia y de Baviera. En cuanto a joyería eran los representantes de Longines. Muy cerca estaba la Joyería Hernández con cristalería exclusiva y relojes de marcas como Zenith, Omega y Lanco. Completaba el circuito de la elegancia Betty Modes, con una decoración Art Deco tardío. Su renglón principal lo constituyó la representación del calzado Miller y las carteras Josef y Koret.

El gran evento del año 1954 fue la inauguración de la sucursal de la Casa Dior en Caracas. Para su apertura vino el propio Monsieur Chrysrian Dior. La tienda estaba ubicada en la avenida Francisco de Miranda, entre Chacao y Campo Alegre. En esa época Dior tenía en Venezuela una de sus mejores clientelas -imposible no nombrar a Mimi Guevara Pietrantoni (esposa de Reynaldo Herrera Uslar y, suegra de Carolina Pacanins esposa de Reynaldito Herrera) también quedaba otro icono de la moda: Cartier, un local realmente fastuoso, donde se veían las mejores joyas que, en aquella época, se lucían en cualquier fiesta y sin ningún temor. Entre sus clientas estaba Elena Bueno de Vallenilla, (esposa de Laureano Vallenilla Lanz, Ministro de Relaciones Interiores de Marcos Pérez Gimenez). Fueron verdaderos templos que desaparecieron con la demolición del edificio en la época de los sesenta.

Al llegar las boutiques, éstas asumieron la representación de las grandes casas. Nombres como Alfa Per luí y Alfa Per leí registraron en su inventario las firmas tales como: la de Emmanuele Ungaro, Emilio Pucci y Pierre Cardin.

La tienda Adam's “Un rincón de Nueva York en Caracas” llegó a Sabana Grande después de una larga pasantía con una tienda en la esquina de Padre Sierra en el centro de Caracas y luego vio morir la avenida principal de Sabana Grande y presenció el nacimiento del boulevard en los años dorados de riqueza de la "Venezuela saudita", por lo que abrió una sucursal en el Centro Comercial Chacaíto, y posteriormente, otra cerca de La Media Naranja en Margarita, en pleno auge de la zona franca, lo que permitió que la isla tuviera un espacio para Jean Cartier, René Lacoste, Salvatore Ferragamo, Calzado Walkover. Por allí desfilaban hombres y mujeres de la televisión y la Política. Fue la época de Ermenegildo Zegna y las damas perseguían la etiqueta de Valentino Garavanni. En ese mismo Centro Comercial Chacaíto, el sitio Inn de los setenta, donde vendían los productos originales de Mary Quant, se instaló Yves Saint Laurent, ubicado en la esquina suroeste. Su vidriera mostraba accesorios y prendas pret-á-porter. Causó sensación la primera vez que se vio en ella el mítico esmoquin femenino, que bien lució en alguna fiesta Leonor García Serrano (Esposa del Canciller Zambrano Velasco).

En aquellos días también causaba furor la boutique Le Premier Étage. Fueron famosas sus prendas francesas, entre las cuales se colaban firmas como Rocco Barrocco, uno de los italianos más influyentes de los ochenta, junto a Guccio Gucci, todo un ídolo de las venezolanas de entonces. En el departamento de accesorios destacaban las carteras de Jean Cartier.

Pero no todo era alta costura. Los "Blue-Jeans" dejaron de ser ropas para los dias rudos y se transformaron en prendas indispensables para toda ocasión. El templo de estos pantalones se llamó Carnaby, nombre que hizo de la bandera británica su identificación. Allí se encontraban las mejores marcas. Pero con el tiempo la piratería y la falsificación comenzó a contaminar los estantes y las vitrinas y luego comenzaron a declinar estas tiendas. Quedaban al lado del Piccolo Caffe .

Imposible dejar afuera a la Dama francesa Minouche, su boutique estaba atestada con piezas de las últimas colecciones presentadas por las grandes casas de moda del viejo continente.

El viernes negro -Aquel fatídico 18 de febrero de 1983- le infirió la primera estocada a estos locales, hiriéndolos de muerte. La mercancía comenzó a dejar de venderse y a decaer de la misma forma como se evaporaban los dólares y los Bolivares del bolsillo del venezolano. Luego vino El "Caracazo" que le asestó un puntillazo mortal, pero el tiro de gracia definitivo y mortal lo disparó el Control de Cambio, "CADIVI" que se fue llevando paulatinamente a Georges, que no aguantó mas, tambien sacó del juego a Bazar Bolívar, Selemar, Tropicana, Emeli Rodín, Savoy, Óptica Berl y El Faro, entre otros.Entre los nombres que lograron sobrevivir con dignidad figura Wilco con marcas como René Lacoste, Florshein, también Casablanca, que es hoy la representante de casas de la talla de Giorgio Armani, Robberto Cavalli, Cocó Chanel, La Perla.

Los petrodólares de hoy han permitido que personajes como: Louis Vuitton, Mario Hernández entre otros, aparezcan en el directorio comercial de la ciudad y que los diseñadores venezolanos peleen su espacio.

Publicado por Ivan J. Sira



sábado, 26 de febrero de 2011

Un Cariño de la Ciudad: para la Primera Dama

Quién pensaría que con diferencia de algunos meses, nuestra primera Dama , se encontraría con nuestro querido Arq. William Niño Araque, quién siempre reconoció la labor y dedicación que Doña Alicia hizo por nuestra amada Ciudad.
Comparto con ustedes el siguiente artículo públicado en el Nacional en 1999.

ARQUITECTURA
Un Cariño de la Ciudad: para la Primera Dama
William NIño Araque
Alicia Pietri de Caldera durante su
Presidencia en el Museo de los Niños



Sin duda, el entendimiento de Caracas como un sueño prodigioso cobijado por las consecuencias del afecto, resume el logro más importante de cinco años de trabajo.
La definición de una nueva cartografía es, en consecuencia, el más asombroso entendimiento del paisaje que cifra la extensión del cariño de la caraqueñidad.
Como una expedición Caracas extiende este afecto desde la costanera: desde Catia La Mar hasta Anare, desde Naiguatá hasta Los Caracas.

La ciudad se presenta así como el territorio de una rara belleza, cuyo frente marítimo instalado en el borde anverso limita el jardín monumental de la montaña en su fachada al mar. De este lado, desde el interior, desde Catia hasta Petare, el sentimiento se extiende más allá del cañón de valle. Abarca desde Caricuao hasta Guarenas y Los Altos Mirandinos.
La nueva cartografía es la referencia y el desafío del afecto extendido más allá de los límites convencionales, señala también (como la realidad de los traumas y de las potencialidades) la redimensión del paisaje y la naturaleza de la ciudad construida o por construir.

Como un capítulo sin precedentes en ella intervinieron las intenciones de los empresarios, los organismos públicos y los habitantes. A través de Un Cariño para mi Ciudad, se esbozó la posibilidad de una esperanzada opción estética, luego del cansancio y menosprecio hacia la ciudad, sufrido a partir de las tres últimas décadas del siglo XX. De la idea de Doña Alicia Pietri de Caldera, quedó la siembra, quedó sembrado el reto de un caraqueño capaz del mantenimiento y de la comprensión de la naturaleza urbana. Quedó sembrada también, la necesidad de entender la ciudad, su clima y vegetación, como un proyecto de vida que es fundamentalmente social, centrado en la idea paradisíaca del placer, la belleza y el dominio de la territorialidad como las tres condiciones irrevocables del señorío caraqueño. La oferta es un proyecto de vida apostado hacia el futuro y anclado en la fortuna de la geografía con historia que escenifica la ciudad.

Más de quinientas intervenciones y cerca de quinientas hectáreas recuperadas, fundamentaron el esfuerzo de un proyecto común soportado en la presencia incólume de la Primera Dama. Su infatigable insistencia hizo de Caracas el recinto de un laboratorio paisajístico orientado en resguardar esa poderosa vegetación y belleza para el nuevo siglo. El señorío de la ciudad apareció así, a lo largo de las continuas intervenciones, como una percepción sin precedentes que fomentó rítmicamente, la comprensión de una totalidad en continua expansión.

Además de mantener la incesante búsqueda del patrocinio, queda por resolver el reto del entendimiento de las expectativas del tiempo, de la lluvia y de la sequía, de la topografía y de los suelos abandonados. La comprensión del territorio de la autopista como un lugar de belleza difícil y abarcante fue su mayor logro. Las pequeñas palmas en crecimiento, sembradas como un escuadrón que avanza y acompaña a María Lionza, queda como el símbolo que celebraremos los próximos años, en el centro geográfico de una ciudad en expansión. El rescate de la Autopista exige la complicidad con los fenómenos heológicos, hidrográficos, con la temperatura y las especies. Queda por ahora, insisto, terminar el trabajo, perpetuar la complicidad silenciosa que nos permitirá hacer de ella el jardín de la ciudad.

De cómo hacer un jardín, el palmeral del mundo, en un sitio como éste (en el que casi nadie confía) representó el principal desafío del trabajo realizado y que acudía a la expresión de Cariño para la Ciudad. La estrategia fue un centro de operaciones sin empleados, burocracia ni presupuesto. El objetivo se orientó aleatoriamente en un espacio sin forma, central y periférico, anunció el prodigio taxidermista de la naturaleza (y también del arte). El lugar para intervenir abarcó un territorio de límites abiertos y trazado por el más importante nudo vial -una columna vertebral humana construida, dura y de poderosa belleza- y por la geografía del valle. La idea de la autopista como el recinto de un paseo memorable constituye un mecanismo de ordenación del territorio (que bien deberían utilizar como referencia, urbanistas, arquitectos y planificadores) que podría saldar nuestra deuda con la historia reciente. Sin embargo, no se olvidó la ciudad del tiempo lento, ni de la Plaza O'Leary, ni la Candelaria, ni Los Caobos.

La autopista es la calle singular de la Caracas de hoy. Con uno tan sólo de sus bordes materializados podría presentarse como un paseo memorable "como una fachada marítima frente al malecón", que revela el símbolo iconográfico de la ciudad contemporánea. Un Cariño para mi Ciudad fue la ventana de esa fachada y es la escena de la expectativa, el lugar de la esperanza. La autopista es el lugar por donde respiramos a lo largo de ella cruza la luz absoluta, la vista de todas las ciudades, la imagen de todos los árboles y el frescor que dejan todas las lluvias arrastradas por los vientos alisios desde Barlovento. La luz, la brisa, la vegetación y sobre todo, la lluvia que en ocasiones nos atemoriza, son el clima de esta ciudad calurosa, dan el tono al territorio y a la arquitectura que desde el automóvil observamos.

A partir de febrero afrontamos un tiempo de sequía, afortunadamente junio retornará las lluvias torrenciales y los vientos desconsiderados. Junio será el tiempo de sembrar y de esperanza. Mil palmas sembradas entre árboles centenarios serán el mejor homenaje del Cariño para la Ciudad y el saldo de la deuda caraqueña con la Primera Dama del siglo XX: palmas reales, washingtoneas y palmiras entre mijaos, palmas de madagascar, palmas llaneras y palmas mariches entre ceibas; palmas viajeras, palmas bucaneras y palmas datilares entre araguaneyes, expresarán al mundo nuestra inteligencia a través del modelado para una ondulada silueta de topografía con memoria. Expresarán también, insisto, la deuda de la ciudad con quien sembró árboles y afecto de una manera irrevocable y discreta.

EL NACIONAL - LUNES 8 DE FEBRERO DE 1999

profesor sin cátedra y discípulo sin pupitre

PAPEL LITERARIO

Saber y sabor del anticuario
JESUS SANOJA HERNANDEZ

Uno de los más hermosos estudios de Enrique Bernardo Núñez es aquel dedicado al
"anticuario del Nuevo Mundo", 1944, donde reunió artículos publicados, marzo de aquel año, en diario del que fue asiduo colaborador. Citaba Núñez allí la frase de Martí: "Arístides Rojas, con la América a cuestas", y aunque no fuera América, por lo menos fue Venezuela su carga sentimental e investigativa.
 Nada, o muy poco, se sabía en sus tiempos acerca del petróleo, pero en alguna parte afirmó que el Orinoco era un "creador de petróleo". Faltaban muchos años para que se descubriera la Faja Petrolífera del Orinoco, inicialmente llamada "bituminosa".

La librería y a la vez editorial "Almacén Rojas", fundada por su padre José María de Rojas, cumplió una labor privilegiada en el resto del siglo y fue punto de tertulia donde concurrieron los primeros entre los de la época. En 1876, en el apogeo guzmancista, Rojas Hermanos editores dio a conocer Un libro en prosa, recopilación miscelánea de 556 páginas. Al acopio de datos y a la variedad de enfoques, el volumen añadía el sabroso estilo que en él era fronterizo entre la tradición y la crónica. Y Crónica de Caracas tituló Enrique Bernardo Núñez una selección de esbozos publicados por Rojas, la mayoría de ellos extraídos de Leyendas históricas de Venezuela, dos volúmenes que habían visto luz en el bienio 1890-1891, pues, como bien advierte Angel Raúl Villasana, tres de ellos pertenecen a otras publicaciones.

Por ejemplo, "El cuadrilátero histórico", estampa de lo que fue el centro de la ciudad, su palpitante corazón de antaño, había sido incluido en el Almanaque Rojas de 1875 y reproducido en sus Estudios históricos, compilación ordenada por el gobierno de Gómez, 1926-1927, e introducida por José E. Machado, a la sazón director de la Biblioteca Nacional y autor de uno de los primeros censos de seudónimos de Venezuela. Los de Rojas fueron "Bibliófilo", "Camilo de la Tours", "Provincial" y "E.D. Aubry".

Para insistir algo en el Almanaque Rojas, que pasó a ser una institución nacional, en él colaboraron escritores e investigadores muy importantes. Treinta años atrás buscaba yo datos acerca de Guayana y tropecé con el correspondiente a 1883, que traía un estudio sobre las minas y ferrocarriles, otro de R.F. Seijas ("El oro del Yuruari: de Caracas a las minas de Guayana") y un tercero firmado por Olegario Meneses (a cuyo tronco familiar perteneció Guillermo). Esos trabajos me sirvieron, así como el libro de Lucien Morisse que más tarde me tocó prologar, para determinar que las Obras científicas de Codazzi, que aparecían en la Biblioteca Nacional bajo la cota V-2664, no eran en realidad de Codazzi sino una de las tantas falsificaciones, imposturas y trampas literarias de Rafael Bolívar Coronado.

Para Luis Beltrán Guerrero, fue Rojas "profesor sin cátedra y discípulo sin pupitre, iniciador del estudio científico de la historia, creador de los estudios arqueológicos" y tal vez algo más, como anticuario que se encargó de explorar en los caminos largos de la tradición.

La reedición que en 1972 la OCI hizo de Leyendas históricas de Venezuela permitió al lector de hoy el acceso a uno de los más bellos libros misceláneos escritos por venezolano alguno. Entre otros materiales, allí encuentra el buceador de crónicas o el visitador de almacén de antigüedades, esto: "La primera taza de café en el Valle de Caracas", retrato además de una tertulia famosísima; "El primer buque de vapor en las costas de Paria", por allá en 1818, días del Congreso de Angostura; "Pasquinadas de la Revolución Venezolana", interesantísimo documento donde la diatriba y el humor de realistas y patriotas afloran en versos anónimos; o "El loro de Atures", uno de sus tantos apuntes humboldtianos recogidos en la selección de Juan Röhl y Angel E. Alamo.

Riquísimo en información agradable por el estilo, entre añorante e imaginativo en su exposición, todo Rojas es un banquete para quien busque visitar los rincones de la historia con el propósito de conocerla sin los tormentos de la épica y sin el desafío del erudito.

EL NACIONAL - DOMINGO 3 DE ENERO DE 1999

Entre tablas y talleres

PAPEL LITERARIO

Entre tablas y talleres
JESUS SANOJA HERNANDEZ

En aquel mayo de 1915 en que César Rengifo vino al mundo la compañía Rueda montaba en el Teatro Caracas la zarzuela Amor que mata y acababa de estrenarse en el ahora restaurado Teatro Municipal Madame Butterfly, ópera que causó sensación en "la sociedad capitalina". Quedó en la memoria de Job Pim, quien en la materia era un fanático, y en la de Gustavo Machado, joven recién salido de La Rotunda.

Eran asimismo los tiempos de encumbramiento de Ayala Michelena (Al dejar las muñecas), de los sainetes y el teatro costumbrista, donde el sabor local predomina sobre el contenido universal o los problemas existenciales. De alguna manera, esa tendencia permaneció viva, salvo algunas excepciones, hasta los años 40. El teatro que le tocaría afianzar a Rengifo sería de otro tipo, de profunda inspiración histórica y con entonación social que le venía de su visión marxista de las artes y las letras.

La pintura en 1915 estaba dominada por los zapadores del Círculo de Bellas Artes, peritos en la captación del paisaje. No sería ésta la obsesión de Rengifo, una vez que se decidiera por la pintura, sino la del hombre frente a los desafíos sociales, concepción en la que debió influir sensiblemente su paso por México, donde la influencia del muralismo era muy difícil de ser evitada. Que Rengifo, asimismo, hubiese tocado en Chile, de intensa actividad literatura y política, con un Partido Comunista pionero en América Latina, contribuyó a provocar en él esa zambullida en las aguas del "arte social".

"El muertico", como lo mentaban los venezolanos que cayeron en el México cardenista, fue pintor entrenado en la Academia de San Carlos y en la Escuela de La Esmeralda. De vuelta al país ejerció el periodismo, en los años 40, tanto en publicaciones donde los de Unión Municipal y Unión Popular tenían el mando, como en El Heraldo, ya en manos de los Corao, y del cual llegó a ser jefe de redacción.

Y no conforme con las tablas y los cuadros y las letras de talleres periodísticos, Rengifo acometió la docencia. Fue profesor en Historia del Arte en la Escuela de Artes Plásticas de la ULA y profesor de Historia del Teatro en el Curso de Capacitación Teatral de la Dirección de Cultura de la UCV, y además director de esta curiosa escuela donde impartieron clases Romeo Costea, Enrique Izaguirre, Hugo Baptista y creo que Humberto Orsini, Rafael Briceño y José Ignacio Cabrujas.

Tal vez Cabrujas, en Juan Francisco de León, haya acusado influencia del teatro histórico-social de Rengifo, como también de los experimentos del Teatro Universitario dirigido por Nicolás Curiel. En cuanto a Rafael Briceño, habrá que recordar que "el último texto" de César Rengifo fue el leído en el homenaje que se le hizo a ese gran actor, seis días antes de morir el creador de Lo que dejó la tempestad, parte final de la trilogía (o mural) sobre la Guerra Federal. Contaba allí lo sucedido con el montaje de esta obra. El segundo acto parecía no empezar nunca, a pesar de los timbrazos que lo anunciaban, por lo que él decidió salir a la calle en plan de huida ante el derrumbe del montaje: "Cuando había avanzado algo más de una cuadra sentí que un joven corría hacia mí llamándome mientras me anunciaba que el acto había comenzado".

En realidad el actor no había llegado sino que Rafael Briceño, homenajeado y a la vez espectador inquieto, había subido al escenario y asumido el papel de Ezequiel Zamora: "Enterado él de las atribulaciones que ocurrían tras bastidores, fue a los camerinos y resueltamente se decidió a encarnar el papel del héroe federal, si alguien le apuntaba... Y lo hizo con dignidad y brillantez. Y el espectáculo y el Festival pudieron continuar".

En 1977, Casa de las Américas, con el título de Teatro, reunió de Rengifo los dos murales trilógicos: el de la Guerra Federal y el del Petróleo. Son dos visiones de Venezuela, una centrada en el país agropecuario, el de las contiendas intestinas, otra dirigida al nuevo país que comenzó a crecer en el Zulia, pero ambas alimentadas por la pasión crítica y el fervor marxista


Cesar Rengifo


Amor y humor de la ciudad

PAPEL LITERARIO

Amor y humor de la ciudad
Jesús Sanoja Hernández



A la hora y punto de su trágica muerte, en abril de 1976,
escribí una nota para el Anuario Internacional, de Barcelona la de España, que anda perdida entre los secretos de mi papiroteca, y otra, más larga, que incluyó la revista Actual, de Mérida la de Venezuela, junto con una entrevista de Salvador Garmendia -bastante anterior a la desaparición de Aquiles- y otra que Arnaldo Acosta Bello le hizo a Mario Abreu y a Jacobo Borges, "para encontrar a Aquiles", y dos comentarios de Javier Villafañe, y un material de Rafael Pineda intitulado "El humorismo en Venezuela, a propósito de Aquiles Nazoa". Pineda había prologado en 1950, para la histórica editorial Avila Gráfica,

El ruiseñor de Catuche, y estuvo tan cercano a él como Alarico Gómez, un monaguense guayanizado, cuya obra fue rescatada en buen momento. Alarico murió a los 33 años, y acerca de él y su tempranísima poesía, en 1938, Aquiles dejó correr palabras de admiración en El Verbo Democrático, de Puerto Cabello.

Quise conservar como joya bibliográfica, y no pude, aquella maravillosa colección empastada y con lujo de tipografía y diseño que Aquiles Nazoa concibió para el Círculo Musical, con motivo del cuatricentenario de Caracas, una ciudad que si no existiera como realidad "física y espiritual", existiría por lo que de ella dejaron, en larga suspensión histórica y humorística, Job Pim, Leo y el mismísimo Nazoa, y en otros niveles Enrique Bernardo Núñez, Arístides Rojas, Mariano Picón Salas, Arturo Uslar y Guillermo Meneses.


En aquella colección de 1967, cuyo bautismo fue interrumpido temporalmente por el terremoto del 29 de julio, dio a conocer Nazoa, precisamente, su Caracas física y espiritual, por fortuna reeditada, más modestamente, por la UCV en uno de los volúmenes dedicados a la prosa del "ruiseñor de Catuche", y al cual su hermano Aníbal introdujo breve y humorísticamente, afirmando que aquella era una Historia de Caracas libre de "larguísimas citas de autores, tomos y páginas", obra para ser leída de corrido, "como una buena novela, sin la molesta interrupción de las llamadas y las aclaraciones".

La Caracas de Nazoa pasa por la fotografía, el alumbrado, el álbum de avisos, la era guzmancista, el souvenir del 900 (este siglo que agoniza y entonces despuntaba), las pequeñas historias (de los helados, de los vehículos, de la radio), y casi culmina con la Caracas del petróleo, capítulo el más polémico de todos. En él cuestiona a fondo el urbanismo cuartelario del perezjimenismo, cuyo máximo exponente fue el Copódromo de El Valle (nombre que se le debió a Picón Salas), cuyo antecedente habría que buscarlo en el patrioterismo del general Gómez cuando quiso transformar "el campo de Carabobo en una utilería de chivera".

Pero si me diese por elegir el capítulo, o el esbozo maestro, escogería entre todos (y es empresa nada fácil), el dedicado al Duque de Rocanegras, donde simultáneamente al dibujo del singularísimo personaje que fue Vito Modesto Fran-klin, "criatura insólita de la fantasía y el humorismo de la ciudad", corre una descripción gozosa de la bohemia y los gustos de nuestros twenties. Y en este punto desearía detenerme para remate de una nota de presentación que recoge menos de milésima parte de lo que debería decir.


A propósito de su fecha de nacimiento (17 de mayo de 1920) me atreví a sostener que "no en vano se nace tal día, tal año, tal década", pues "la existencia se da en el tiempo, con estos o aquellos materiales. Los de Nazoa fueron tan decisivos que incluso sirvieron a los mayores ensayistas, Picón Salas y Uslar Pietri, para definir el decenio de los veinte como los años de la gran mutación en el país y, muy señaladamente, en Caracas: el petróleo, el whisky, el fox y el one-step, la radio y el tennis, la flapper y el cine, Lindbergh y los ídolos, las primeras noticias acerca de la TV y las posibilidades de los viajes extraterrestres, el urbanismo de imitación, chato y de mal gusto"...
Lo demás y con mayores habilidades y conocimientos discurre en esta misma página, gracias a la prosa de Britto García.
Caracas Física y Espiritual
Publicado con motivo al cuatricentenario de Caracas 


El Nacional/1998

El Silencio y la Ciudad Universitaria

PAPEL LITERARIO
El Silencio y la Ciudad Universitaria
JESUS SANOJA HERNANDEZ

Para el caraqueño de los años 40 El Silencio era timbre de orgullo, tanto como lo sería para el de los años 50 la Ciudad Universitaria. Entre las obras de Villanueva bastaban esas dos para exaltarlo como innovador en materia de urbanismo y arquitectura. Por lo mismo, para mí fue disparo mortal al centro del orgullo cuando oí decir a un poeta armenio, de paso por Caracas, que la Ciudad Universitaria no le gustaba, y cuando años más tarde leí en el libro de Yallop sobre el terrorismo, y a propósito del liceo en que estudió Ilich Ramírez, que muy cerca del Fermín Toro quedaban "el desangelado barrio de El Silencio".





 
La historia de esos dos grandes proyectos de Villanueva se enlaza de alguna manera con mi pequeña historia. Llegué a Caracas el 26 de enero de 1944 y me alojé en casa de unos tíos, situada en el 49-2 de Pineda a Toro, y mi primer domingo (y muchísimos de los que después vinieron) fue de visita matutina al área de El Silencio donde el movimiento de tierra era incesante, para luego subir, escalinatas arriba, hacia tierra de árboles y animales: ¡al paseo El Calvario! Al fin vi concluida la "reurbanización" que se convirtió en ágora política, con mítines donde hablaban los revolucionarios octubristas e incluso aquel conductor de masas llamado Jorge Eliécer Gaitán. En los apartamentos de los bloques 1 y 3 se reunían células comunistas y desde uno de ellos vi, en cita convocada para estudiar qué hacer ante el anunciado golpe, cómo los tanques se situaban aquel 24 de noviembre en los puntos clave de la Plaza O'Leary. El Silencio era, además, el sitio de las tertulias bohemias y de los encuentros literarios de tipo grupal, debido a la cercanía del Fermín Toro, la Universidad de San Francisco, El Nacional, los teatros Municipal y Nacional, la Biblioteca y hasta la odiada policía de Las Monjas.

Cuando recuerdo esos tiempos y releo en los cronistas qué había sido antes El Silencio: un enclave prostibulario en pleno corazón de la ciudad, la expresión de Mr. Yallop me enardece.

También viví de cerca -y viví cerca- el área excavada por bulldozers en la antigua hacienda Ibarra. La avenida Olimpo, en su parte norte, expropiada para la zona rental que nunca hemos disfrutado, lindaba con los terrenos de la futura Ciudad Universitaria. Estudié economía en la casa de la famosa hacienda y luego me tocó ver surgir los edificios del conjunto de Medicina, bastante antes de que estuvieran listos los siete inaugurados por Pérez Jiménez el 2 de diciembre de 1953. Cuando regresé al país, en 1956, la Ciudad Universitaria estaba prácticamente lista, si bien después, bajo la democracia representativa, le han hecho innumerables modificaciones y ampliaciones. Lo que no he logrado contemplar es el edificio de 58 pisos anunciado para ser rematado en 1959, con tiempo récord de dos años de construcción. Me parece haber leído, meses atrás, un diálogo o controversia entre Hannia Gómez y Juan Pedro Posani, experto en Villanueva y en el complejo mundo de la arquitectura y la urbe, que tocaba, si no me equivoco, este punto.

Como sea, la Ciudad Universitaria es una prodigiosa obra, no sólo de arquitectura sino de "integración de las artes" y está tan metida en lo hondo de mi alma que, después de haber oído lo que dijo el poeta armenio, lo supuse tan ignorante en artes plásticas como Yallop en la visión de ciudades que no sean Londres o París y hasta las del Medio Oriente terrorista.

Entre finales de los años 30 y finales de los 60, Villanueva fue protagonista de los grandes cambios en la ciudad. Los que saben de la materia discuten cuánto se acercó y cuánto se alejó del Plan Rotival originario al diseñar El Silencio como "angelado barrio" para las clases medias o de bajos recursos. Silvia Hernández de Lasala, en su trabajo sobre el Plan Monumental de 1939 y sus violaciones sucesivas, apunta: "La Plaza Mayor, originalmente planteada, estaba conformada por edificios públicos tales como el Capitolio, el Ayuntamiento, los Ministerios" y, desde luego, no fue eso lo que Villanueva (y sus razones tendría) hizo, sino los bloques de El Silencio con la Plaza Urdaneta (O'Leary), en el centro.

El Nacional / 1998


Vista aerea de la Ciudad Universitaria de Caracas con motivo
al Cuatricentenario de la Ciudad
1967
 





Villanueva en tres tiempos

Nacido con el siglo, Carlos Raúl Villanueva -según palabras de Miyó Vestrini- quiso siempre expresar en su propio país toda una filosofía de la arquitectura que él mismo definió alguna vez como "compleja y contradictoria". Autor de la Ciudad Universitaria -su obra maestra sin duda-, la Galería de Arte Nacional, el Museo de Bellas Artes, el Museo de Ciencias Naturales, la Plaza de Toros de Maracay, el parque Los Caobos y la urbanización El Silencio, Villanueva ofrece una mirada subjetiva y sensual de la ciudad y su arquitectura, en su libro Caracas en tres tiempos
Hannia Gómez

"Es bueno recordar que una ciudad no puede ser considerada únicamente como obra de una sola generación; en ella deben existir testimonios reales de toda la historia vivida por su pueblo" Carlos Raúl Villanueva Una afición por las cosas entrelíneas nos hace volver a los dos-libros-hecho-uno de Carlos Raúl Villanueva, La Caracas de ayer y de hoy: su arquitectura colonial y la reurbanización de El Silencio y su versión ampliada Caracas en tres tiempos: iconografía retrospectiva de una ciudad. Al leerlo con finisecular suspicacia, encontramos en él a un solapado cuaderno de apuntes caraqueños, lleno de decenas de dibujos, recortes y anotaciones: el único de sus cuadernos que habría visto realmente la luz hasta ahora.


Primer tiempo
El primer libro, de exquisitas blancas tapas en papel Ingres flordelisado, impreso en París por los ilustres maestros impresores Draeger Fräres, tenía 110 páginas y dos ensayos: el intuitivo y amoroso "Caracas, ciudad colonial" del profesor de Arquitectura Precolombina y Colonial Carlos Manuel Möller y el lúcido "Caracas marcha hacia adelante" del urbanista francés Maurice E.H. Rotival.

Nació de una premonición. Villanueva había sentido la urgente necesidad de escribir para "recordar, aprender y estimular" la memoria de la Caracas colonial, que iba inevitablemente desapareciendo por la transformación urbana. Desde el año 1942, cuando arrancó la renovación de El Silencio, hasta el 26 de agosto de 1945, cuando se dan por terminadas las obras, Villanueva experimentó una catarsis arquitectónica. En los treinta meses transcurridos como una ráfaga había tenido, como dijo Rotival, "la audacia de llevar la dinamita y el bull-dozer al centro mismo de la ciudad." Su audacia barrió con una parte insalubre de la ciudad antigua para implantarle el nuevo y radiante "cristal de la ciudad moderna."

Lo grave es que los tractores también arrastrarían consigo el respeto a lo que quedaba de intocable en la ciudad... algo que nunca se cuenta en los libros de historia. Hay una máxima clásica en diseño urbano: una renovación trae consigo más renovación. Desde entonces, una reacción en cadena de promotores, propietarios, ingenieros y arquitectos desbocados por igual se abocó a "rascacielar a la criolla" borrando el pasado en aras de la modernidad. Aunque Villanueva lograra que se reconstruyera en el patio del Museo Colonial de Llaguno la portada de la casa No. 74 de la Calle del Triunfo, demolida para dar paso a uno de los bloques, y aunque todo su proyecto buscaba "hallar un enlace con la ciudad colonial y recordar algunos elementos de su arquitectura básica," el Mea Culpa no fue suficiente. La ciudad se despertó, estirando los brazos con tan irreverente violencia, que no ha parado hasta hoy.

Apenas publicado su libro en 1950, Villanueva ya empezó a temer por las joyas que tan delicadamente ensalzase (a veces creemos que lo que publicamos crea un halo protector en torno a nuestros bienes sobre la tierra). La misma Gobernación del Distrito Federal se las llevaba por delante por decreto público: en 1953 le demolía su adorado Colegio Chávez y el propio Museo de Arquitectura Colonial.


Segundo tiempo

Entre el primer libro y su reedición de 1966 (Ediciones de la Comisión de Asuntos Culturales del Cuatricentenario de Caracas), median algunas sutilezas, aparte de dieciséis años y una completa Ciudad Universitaria. Tiene el doble de páginas, y viene ilustrado con planos y cortes inéditos que atestiguan el espacio arquitectónico: "La parte colonial logré aumentarla sensiblemente para hacer mayor ilustración de los principios que confirmo." Incluye además un rápido escrito sobre la Iglesia de Santa Teresa y el Teatro Municipal "a manera de eslabón entre pasado y presente" y el ensayo "Caracas allí está..." de Mariano Picón Salas, publicado en El Nacional en Febrero de 1951 celebrando la aparición del primer libro.



Picón Salas compartía su vértigo ante el crecimiento que se amenazaba "madrepórico". Ambos estaban aterrorizados ante la posibilidad de "una ciudad, que si se le dejara crecer sin pauta ni norma, sin algunos principios claros de belleza y urbanismo, llegará al cabo de unos años a ser fea -a pesar del espléndido marco natural..." Junto a Villanueva, a Möller y a Rotival, Picón Salas da fe de su adhesión al linaje urbano hispano y a la herencia de la arquitectura mediterránea. Uno para todos y todos para uno por la línea directa de la tradición latina, profesando un rechazo a la ahistoricidad del general Guzmán Blanco: "La modernidad iconoclasta de Guzmán atropellaba los estilos artísticos y su coherencia interna con el mismo ímpetu con que atropellaba las constituciones; ejemplariza ese fenómeno venezolano del hombre que cree que la historia comienza con él y que su criterio debe servir de canon hasta en lo que ignora." Picón Salas culmina triunfal anunciando a los "nuevos León Batista Alberti que harán una ciudad para enorgullecernos." Es entonces cuando el nuevo libro empieza a revelarse, transformándose en testimonio de "la permanencia de los principios y normas que prevalecieron en las edificaciones coloniales". Usando el recurso de indagar en las sugestivas estampas del pasado, buscando indicios de la historia urbana y arquitectónica, inicia una pesquisa que llega hasta el mercado de las pulgas, un rastreo del "Rastro," pescando imágenes en colecciones antiguas y especializadas como la de Eduardo Röhl. Y dice significativamente: "Las leyendas que acompañan los grabados y las fotografías de la Caracas colonial no expresan sino las impresiones que me han producido viéndolas como arquitecto y urbanista. " Los cuadros de Bellerman, los escritos de Humboldt, las fotos o dibujos de Lessman, las litografías de H. Neun, los grabados de F. Lehnert, y las fotografías de A. Boulton, A. Brandler, o de P. Gasparini, son indagados por una mirada acuciosa que busca las pistas de la memoria, para que ésta hable.

Luego están los dibujos. Plantas y cortes de una arquitectura y una ciudad que ya nadie garantiza que será conservada. Levantamientos premonitorios, dibujados con pasión y descritos ya casi con añoranza... ¡Cuánta razón tendría! Hoy todavía, buscando ese legado en su mayor parte desaparecido, tenemos que echar mano de sus dibujos: de no ser por ellos, poco sabríamos de la perdida "carpintería de lo blanco", de las "flores de gusto antiguo" y de los "alarifes desconocidos" de la arquitectura doméstica urbana de la Caracas tradicional. Nada los ha suplantado, nadie los ha tampoco reeditado. Nuestra historia de la arquitectura está escrita en incunables introuvables.

Tercer tiempo
En la carátula estilo años 60 del segundo libro quedaron los tres tiempos ya señalados: el primero, con un detalle de la puerta del Colegio Chávez, el segundo, con los balcones de El Silencio. El tercero es la imagen críptica de una ventana de romanilla al parecer de su casa, Caoma. Ese tercer tiempo, será, por lo tanto, el tiempo de la síntesis: el tiempo de la invención.

Alessandro Baricco, el joven escritor torinés de Tierras de cristal, escribió que "hay quienes llaman ángel al narrador que llevan en su interior y que les relata la vida." En el segundo libro, cada vez que aparecía una imagen de la arquitectura o la ciudad colonial, había un apunte al margen; esos apuntes en el papel fueron premonitoriamente escritos para ser destinados a un futuro que los realizaría alguna vez en piedra. Habiendo ya Villanueva realizado al libro su segunda lectura, ¿qué nos impide a nosotros ahora escucharlo, cual alado amigo? La tercera lectura la hará la voz que nos susurra en la espalda, indicándonos cómo hay que leer, señalándonos los indicios entre las páginas...



Conforme pasa el tiempo, más habría que ver a los dos libros de Villanueva en su forma primitiva de maqueta previa a su entrega a la imprenta, como una carpeta repleta de hojas sueltas siempre en crecimiento, llena de apuntes caraqueños, de ricas anotaciones, dibujos de colores y recortes de estampas y planos marcados encima, como era su costumbre. Lo que está aún por leer en el gentil cuaderno artesanal escondido entre los libros, cobra cada vez mayor importancia: ¡Qué quedó del apunte de las torres y de las esquinas de la ciudad colonial; qué del apunte del plano de original de Caracas; qué pasó con lo que decía en el apunte del cuadrilátero histórico; quién se acordó jamás del apunte de la iglesia de los Neristas, "mansión embrujadora" de Humboldt; cuánto hay de sugerente en el apunte de las portadas; cuánto en el apunte de los patios? ¿Cómo reactualizar el apunte de los árboles simbólicos? ¡Cuán bonito aquello del reloj equinoccial "levantado sobre robusta columna"! ¿Cómo retomar la queja del apunte de los ríos? ("¿Qué hicimos de ellos?"); ¿Quién se atrevería hoy a hacer el apunte de los puentes desde tales cauces resbaladizos; dónde están las pilas de agua del apunte de las fuentes, quién quiere levantarlas; qué escondía el apunte de la Casa Natal y de la iglesia de la Trinidad? ¡Oh, premonitorio apunte del Colegio Chávez ("esta última y preciosa joya de nuestra arquitectura colonial"), si te hubiéramos creído!; ¿Qué pasaría si asumiéramos de una vez por todas el talante austero del apunte de la casa de don Felipe Llaguno ("qué dignidad confería habitar allí"), o el de la escuela superior de música, o el de la casa de los Echenique; cómo apasionarse de nuevo por la "magnificencia y fuerza expresiva de las molduras y ornamentos" en el apunte de la casa del canónigo Maya; qué queja vieja hay que adivinar en el apunte de la Catedral, antes de las reformas de 1932? Verdades del apunte de los conventos; preguntas del apunte de las estancias: Anauco arriba, Anauco abajo; certezas del apunte del pueblo de Petare; claves del apunte de la casa de hacienda de los Villegas.
Para Villanueva Caracas fue, como para nosotros es, una "misteriosa ciudad, como la tierra prometida...", donde se perfilan infinitos la crítica, el deseo, y el proyecto.

El Colegio Chávez de Villanueva

Había en Caracas una casona colonial, construida en 1783 para don Juan de Vegas y Bertodano, que apasionaba a Villanueva. Esa casa conduciría su vida hacia horizontes inesperados. De una sola planta, de portada con inscripción y blasón de piedra y un frontispicio de frontón y vanos curvilíneos, desencadenó mil loas a su esplendor perdido: "la más hermosa entre todas las portadas de Venezuela", le cantó Gasparini. "Su arquitectura lo subyuga; cuando habla de las casas del período parece que es a ella a la que siempre se refiere: "Recordamos con nostalgia esas casas coloniales que adornaban nuestra capital, sencillas pero sugestivas, desaparecidas de nuestro ambiente, una tras otra..." La levanta, la dibuja, la escribe, la retrata, (es suya la foto del 65 en La arquitectura colonial en Venezuela), se la lleva a París en el recuerdo. Y allí, de un amor tan profundo, tan impregnado de eternidad, nació su primer libro. Ella habita todas sus páginas, pero no fue suficiente: también plenará los portales de El Silencio con su ondulante presencia, y las arcadas, donde renacerán las sensuales columnas de su patio...
 
El Nacional
18 de octubre de 1998
Papel Literario


Carlos Raul Villanueva acompañado de Alexander Calder en
Pampatar, Isla de Margarita


La Esquina de Angelitos.

Esquina de Angelito y Parroquia San Juan

Esquina de Angelito

El nombre de esta esquina posiblemente viene de los tiempos del Obispo Díez Mandroñero y su piadosa nomenclatura, pero el costumbrista Lucas Manzano refiere esta picaresca historia:

... en aquel lugar de la Ciudad, despoblado para 1830, tenía el General Páez cierto interés en invadir predio ajeno, cuyo dueño tenía fama de hombre de malas pulgas, y nada escaso de valor para cobrar ofensas en su honor.

Eso lo sabía el Aquiles de las Queseras, pero como antes una mujer de esas que quitan el hipo el miedo no existe, y de manera especial cuando se tienen colaboradores que despejen el campo, el General Páez iba de cuando en vez donde la dama, dejando, por si algo ocurría, a la entrada del callejón, asus edecanes, veinte jinetes bien montados....

La presencia allí de aquellos guardianes capaces de hacerse matar en defensa de su jefe, motivó el que los bromistas signasen la esquina con el mote de los Angelitos...

De ser cierta esta historia, es posible también que el humor popular aplicara a estos hombres el nombre que ya tenía la esquina .

El plano de Caracas de Jesurún, en 1843, le da el nombre de los Angelitos de la Pilita, y es probable que existiese allí una fuente pública con estas imagenes esculpidas o pintadas. En los sucesivo, todos los planos de Caracas traerán solamente " Los Angelitos"

Fuente: Rafael Valery
"La Nomenclatura Caraqueña"
pág.122

lunes, 21 de febrero de 2011

El Helicoide

Autor del Helicoide

Jorge Romero Gutiérrez
ganó Premio Nacional
de Arquitectura 1996


El Helicoide de la Roca Tarpeya y el Centro Profesional del Este, son sólo dos de las más importantes obras de Jorge Romero Gutiérrez, el arquitecto venezolano que ayer se hizo merecedor del Premio Nacional de Arquitectura 1996, por decisión unánime del jurado conformado por Celina Bentata, Henrique Hernández, Juan Pedro Posani, Pablo Lasala y Carlos Gómez de Llarena.

En el veredicto destaca ``el papel protagónico que el arquitecto Romero, como pionero de la arquitectura moderna en Venezuela, ha desempeñado durante un período histórico - el de los años 50-, ha sido especialmente importante para el país''.

Jorge Romero Gutiérrez nació en Caracas el 1ro de abril de 1924. Realizó sus estudios en el Colegio San Pablo y en el Liceo Aplicación de Caracas, posteriormente hizo sus estudios superiores en la Facultad de Ingeniería, en la Escuela de Arquitectura, de la Universidad Central de Venezuela, graduándose en la Primera Promoción, en 1948.

Inmediatamente de graduarse creó la Empresa de Proyecto ``Arquitectura y Urbanismo'', C.A., cuya primera realización fue el Centro Profesional del Este, el cual fue galardonado en su oportunidad con el Premio Sociedad Venezolana de Arquitectura, en la Primera Bienal de Arquitectura en Venezuela, celebrada en 1963. Romero se incorporó, en 1953 a la UCV, siendo uno de los fundadores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Dos años más tarde funda la Revista de Arquitectura ``Integral''.

Entre otras obras urbanísticas de importancia realizadas por Romero Gutiérrez se destacan: el Plan regulador de la ciudad de Maracaibo, las urbanizaciones de Prados del Este, Charallavito, El Cafetal, Ciudad Balneario Higuerote, Palma Sola, así como la Urbanización Irama de Maracaibo, Playa del Angel de Margarita, el Aeropuerto Las Piedras de Falcón, la aduana de Maracaibo, la urbanización Cantarrana de Charallave y varias edificaciones residenciales.

Fuente : El Nacional


En 1955, el Arquitecto Jorge Romero Gutiérrez escoge la Roca Tarpeya como el lugar adecuado para edificar un impotente centro comercial, flanqueado por una vía rápida, siguiendo la tendencia arquitectónica de aquella época, que consistía en zonificar o agrupar las diferentes actividades que se encuentran en una ciudad en un conjunto arquitectónico, para este proyecto la colina elegida fue la frontera de dos sectores de la ciudad: el denso Centro y el Sur que comienza a desinficarse. Estos terrenos se extendían desde la Avenida Norte- Sur 7 (Avenida Fuerzas Armadas) hasta el punto de conjunción de las avenidas Victoria, Nueva Granada, Prado de María y Guzmán Blanco, este gran proyecto se denominó El Helicoide.

El Helicoide es proyectado como un Centro Comercial y Exposición de Industrias, su singularidad formal soporta diferentes aproximaciones entre las cuales se destacan lo planteado por el Arquitecto Dirk Bornhorts que encontraba "la espiral como símbolo de la unión del pensar del Este y del Oeste", otra singularidad enfatiza la imitación con la topografía de Caracas y una tercera se debería a especificaciones de tipo funcional que posibilitarían la existencia de una vía de forma espiral o helicoidal, con el fin de crear una cadena ininterrumpida de locales.


El Helicoide es una construcción con forma geométrica triangular que resulta de la forma piramidal de la colina que constituye su base. La edificación consiste en un manto helicoidal de doble espiral, cuyas rampas entrelazadas envuelven a la colina, como aceras aéreas en una pendiente muy suave a lo largo de las cuales se localizan espacios laborales, cuyos módulos permiten integración horizontal y vertical. La altura de las áreas es ajustada a medida que se asciende, de modo de conservar una pendiente uniforme.

El área donde está ubicado El Helicoide es la mejor servida por el sistema de vialidad del Área Metropolitana de Caracas, se comunica con la urbanización Las Acacias, con El Cementerio y Los Rosales por la Avenida Guzmán Blanco; desde el interior del país puede llegarse directamente a El Helicoide, por la autopista del Valle, convirtiéndose en uno de los puntos más estratégicos de la ciudad.

Al ingresar a la edificación en sus niveles primarios se pueden ubicar una estación para suministro de combustible y un helipuerto. En la cima del edificio, es donde se resuelve la articulación de ambas espirales gracias a una curva en forma de "S". Se observan seis niveles o ramas de diferentes superficies, que consiste su forma en un manto helicoidal de doble espiral, cuyas rampas entrelazadas envuelven la colina. En su punto más alto se exhibe un domo o cúpula geodésicas que se encuentra entre las tres primeras a ser construidas en aluminio creada por el Ingeniero [sic]  Buckminster Fuller inventor de las cúpulas geodésicas. Esta tiene una luz de 70 m., capacidad para unas quinientas (599) personas, ventilación natural y el uso eventual de este elemento es la exposición y realización de eventos culturales. La extrema belleza de esta estructura, radica en las especiales características y sensaciones que nos brinda su espacio curvo y envolvente, en donde el orden geométrico de sus barras constituye de por sí una composición sumamente estimulante a los sentidos. Por otro lado destacan sus múltiples ventajas y posibilidades que nos ofrecen en el campo arquitectónico, brindándonos esta forma un espacio bello y sugestivo.

Cabe mencionar que esta obra, constituye uno de los puntos de partida de la profunda mutación de los paradigmas en la arquitectura desde el siglo XVI, invalidando todos los sistemas de articulación y construcción urbana previamente establecidos, exhibiéndose en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en la exposición "Roads", donde se alcanza una notable proyección en el debate arquitectónico internacional, hoy cinco décadas más tarde, aún constituye un desafío para la arquitectura latinoamericana, y en especial para la arquitectura venezolana.

En los espacios antes descritos desde el 10 de septiembre de 1986, le fueron adjudicados a la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP).

Fuente: Portal de la DISIP.

Notas  Donde dice el ingeniero Buckminster Fuller , debe decir Arquitecto.
Hoy día es la sede del  Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN)

Puente Miraflores





Puente Miraflores :

Este puente, sobre la quebrada de los Padrones, se observa primero en el plano de 1890, y fue decisivo para incorporar la Pastora al centro de la Ciudad. Al ser inaugurado recibió el mismo nombre que la mansión edificada por el Presidente Joaquín Crespo para su residencia, al extremo de la misma calle, hacia el sur. Es curioso que lños planos de 1894 y 1896 no lo indican, y vuelve aparecer en el 1897; posiblemente en 1890 haya sido solo un proyecto no realizado. El Primer plano que indica su nombre es el de 1906.

Fuente: La Nomenclatura Caraqueña
Rafael Valery
Pag. 271

domingo, 20 de febrero de 2011

La Esquina de Pajaritos

Esquina de San Francisco a
Pajaritos 1960

Esquina de Pajarito


Hacia 1675 los padres franciscanos obtuvieron para su huerta y convento agua por cañería de cal y canto, y así se originó el Chorro de San Francisco, que primero dio nombre a esta céntrica esquina. En el libelo de Pedro García de Segovia, de 1733, se expresa que “…una cuadra más abajo ¨ [del convento de la Inmaculada Concepción] hay una fuerte en el claustro del convento de N. Serafico Padre S. Francisco con agua en la enfermería en la huerta del convento, y de esta agua salen dos chorros a la calle real…”

En el Terremoto de 1812 los frailes perdieron los títulos de sus derechos de agua, pero declararon que los tenían “por posesión antiquísima, incluso a la mitad de la caja principal, por haberla construido un religioso franciscano ingeniero”.

En los primeros años del siglo XIX ya la esquina había cambiado su nombre por el que hoy tiene, pero no se conoce con certeza el motivo. Doña Carmen Clemente Travieso afirma que la denominación se debe a que en las pilas de los franciscanos venían a beber pajaritos, “que alegraban la calle con sus trinos”; otros opinan que el nombre obedece a unos árboles cubiertos con la tiña de este nombre, Loranthus paniculatus, que hubo en el lugar. Pero muy bien pudiera ser que la pila de los frailes, de igual manera que las del León (Capuchinos) y de los Angelitos, que tenían grabadas o esculpidas las imágenes que les dieron nombre popular, ostentara la figura de las avecitas que tan comúnmente se asocian con el “poverello” de Asís. Es tradición muy arraigada que el santo podía comunicarse con los animales, y la iconografía franciscana abunda en ejemplos que lo representa rodeado de pajaritos.

Fuente: La Nomenclatura Caraqueña
Rafael Valery

sábado, 19 de febrero de 2011

La Esquina de Fe

La Esquina de Fe


Completando la trilogía de las virtudes teologales, en el antiguo barrio de la Trinidad se encuentra la esquina de la Fe, que aparece en los planos de caracas en la misma época que de la de Esperanza y Caridad. No hay referencias anteriores sobre ninguna de las tres esquinas.

La Fe es la primera de dichas virtudes. Es el conocimiento sobrenatural por el cual creemos lo que Dios dice o la Iglesia nos indica como revelador por El. Por lo tanto esta esquina forma parte del Conjunto de Virtudes que se enmarcó dentro del Barrio de la Trinidad, probablemente dado estos nombres para dar nombre al Barrio que ya en el plano de 1852 muestra algunas manzanas.

Fuente: Rafael Valery
La Nomerclatura Caraqueña.

Esquina de Fe / Parroquia Altagracia
Iglesia Santisima Trinidad

miércoles, 16 de febrero de 2011

La primera noche del Poliedro

El presidente Caldera, con un presupuesto de 17 mil millones de bolívares y un precio petrolero de 14 dólares el barril, inauguró importantes obras: el Poliedro de Caracas, la sede del Museo de Arte Contemporáneo, entre otras. La actividad cultural marcó un gran momento. También nació el Museo de los Niños y arranca el programa de becas Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, diseñado para el desarrollo y la excelencia del recurso humano nacional. Carlos Andrés Pérez inicia su primer mandato

Todos los ojos estaban puestos en su construcción. Había incluso quienes planificaban viajes los fines de semana para ver de cerca a la gigantesca estructura que iba a sustituir al Nuevo Circo de Caracas como centro de entretenimiento.

Diseñado inicialmente por el arquitecto Jimmy Alcock en colaboración con Héctor Hermidas y Roberto Andrade en el año 1971, el Domo Geodésico no se terminó de levantar, sin embargo, sino hasta el año 1974, cuando el ingeniero estadounidense Buckminster Fuller lo construyó sobre 145 metros de diámetro y 38 metros sobre el nivel de la pista para albergar espec- táculos y eventos culturales de cualquier índole.

"El Poliedro funciona esta noche", reza el titular de El Universal del 2 de marzo acerca de esta obra monumental que fue inaugurada por el presidente Caldera y que no tardaría en convertirse en el núcleo cultural del país y en el lugar idóneo para realizar ferias, exposiciones artísticas, eventos dancísticos y montajes teatrales.

Fue bajo la cúpula de La Rinconada que la agrupación catalana Fura dels Baus llegó a incendiar una gigantesca maquinaria de juegos pirotécnicos como parte de las atracciones del Festival Internacional de Teatro. Fue allí también donde Freddie Mercury y los integrantes de Queen deleitaron a miles de personas con su Bohemian Rhapsody a principios de los ochenta. Fue ese el lugar donde la banda británica Iron Maiden exorcizó sus demonios y Cindy Lauper sacó a relucir su pop punk a principios de los noventa. Sin contar que igual fue allí donde el tenor italiano Luciano Pavarotti extrajo de su pecho las notas de Oh, Sole Mio.

No es la única gran obra que inaugura Rafael Caldera en el año 1974 con un barril de petróleo a 14 dólares y con un presupuesto general de ingresos de 17 mil millones. Dos meses antes de entregar el mando al recién elegido Carlos Andrés Pérez, esto es, el 24 de febrero, el Presidente abre oficialmente las puertas de una obra que dejó boquiabiertas a las instituciones culturales de toda América Latina: el Museo de Arte Contemporáneo.

Considerado durante años como la institución museística más importante de Suramérica, su directora, Sofía Imber, logr´´o reunir allí piezas de los más grandes artistas plásticos extranjeros del orbe, de Picasso a Salvador Dalí, pasando por Braque y Andy Warhol. Amén de reunir una importante colección de arte contemporáneo venezolano.

Año de gran esplendor cultural, se creó también la Fundación Museo de los Niños, presidida por Alicia Pietri de Caldera, y se puso en práctica el programa de becas Fundación Gran Mariscal de Ayacucho con el objeto de formar recursos humanos calificados en las áreas tecnológicas, humanísticas y científicas.
Fue el año cuando el gran artista plástico Tito Salas cerró sus ojos para siempre.

El universal 2009


Otra nota del últimas Noticias  del 23 de marzo de 2014,  nos  refiere al día efectivo de la Inauguración, es decir, cuando realmente se abrieron las puertas al Público por vez primera 

“Duró 5 minutos”. Así fue el titular de primera página de Últimas Noticias en su edición del miércoles 27 de marzo de 1974, ilustrada con una fotografía de Ken Norton en la lona. 

Esa fue la inauguración del Poliedro de Caracas, el centro internacional de los grandes espectáculos, cuyo primer director fue Aldemaro Romero. El miércoles se cumplen 40 años de este combate. 

El desenlace fue más rápido de lo pronosticado y de esa manera George Foreman retuvo su título de los pesos completos avalados por la AMB y el CMB. 

En un país con tanta tradición boxística, y en una época de esplendor para esta actividad, el 26 de marzo de 1974 se montó por primera y única vez una pelea de campeonato mundial de los pesos pesados, donde estuvieron involucradas dos grandes figuras como eran Foreman y Norton. 

Ese día el retador Norton subió al ring a las 10:15 de la noche, y muy cerca de su esquina estaba Cassius Clay en plan de comentarista para la TV de EEUU. Cinco minutos después le tocó a Foreman subir al tinglado bajo las rechiflas de los aficionados. 

El incomparable Pepe Pedroza fue el anunciador de la cartelera, mientras que el “Tenor de América”, Alfredo Sadel, fue el encargado de cantar el Himno Nacional. 

El estadounidense Jimmy Rondeau fue el árbitro de esta pelea, y no tuvo mucho trabajo. Y es que, desde el primer gong, Norton inició lanzando dos izquierdas seguidas, pero se observaba temeroso, y poco a poco el campeón Foreman fue tomando el control del combate. Dos izquierdas y un upper a la mandíbula de Norton hicieron retroceder al aspirante. Un izquierdazo de Foreman llegó a la humanidad de su rival, quien se estremeció y fue a la lona. Se paró penosamente y siguió recibiendo castigo cuando el árbitro le dio conteo de protección. Ya Foreman era un tanque, indetenible tenía contra las cuerdas a Norton y ya todo estaba definido, hasta que Rondeau al minuto 59 segundos del 2º asalto detuvo la pelea. Norton fue tres veces al tapiz y se acabó todo; Foreman ni sudó para seguir como monarca mundial. " 


Fotos: Archivo Cadena Capriles.

El ring instalado en el Poliedro costó 40 mil bolívares y a esa cartelera asistieron 8 mil fanáticos. 
Pepe Pedroza en el momento de hacer el anuncio de la pelea de campeonato mundial. Al fondo se observan al periodista Guillermo Vilchez, el narrador Carlos Tovar Bracho y más alla a Cassius Clay, quien comentó la pelea para la televisión de EEUU.
Norton contra las cuerdas recibe castigo de Foreman, en el segundo asalto.
Poliedro de Caracas 1976
EL Universal