“Domingo soleado y rumoroso! Alegría de los pueblos tristes de mi tierra…EL azul escondido del cielo de este día claro y luminoso, parece gritar a voces que Cristo a resucitado. La campanita cristalina de la pobre iglesia de aldea, con sus paredes escaladas, su techo sin cielo raso en el que se cruzan los gruesos listones de madera con un tramazón de cañas amargas y barro que sostiene las tejas coloradas, ha anunciado muy de mañanita el milagro repetido de todos los años de la Resurrección del Hijo de Dios.
El trágico Nazareno de vestiduras moradas y rostros chorreante de sangre pintada, con su corona de espinas y su gesto de angustia, ha sido guardado otra vez bajo la blanca cortina de muselina, junto con el sepulcro del señor que tanto brillo dio a la procesión del viernes santo. Los fieles que llamados por la voz de plata de la campanita han ido acudiendo al requerimiento de la iglesia, han abandonado el hosco gesto de los días en que se revivía la pasión y muerte del dulce Jesús, para adoptar una expresión alegre de día de fiesta, que se reflejan en los limpios trajes domingueros, de dril planchado de los hombres (..)
La misa del domingo ha reunido entre los muros de la pequeña iglesia, a todos los habitantes del pueblo. A la salida, los mozos esperan en dos filas junto a la puerta, el paso de la chiquilla airosa a quién el encaje de andaluza sirve de lindo marco afiligranado para los ojos renegridos y la boca pulposa y húmeda. Van desfilando las mocitas del pueblo, sonreídas y satisfechas ante el piropo murmurado al pasar. En la plaza se forman los grupos amables y conversadores para el paseo y el comentario. Pero es en la tarde, cuando será la verdadera fiesta. Fiesta de grandes y chicos, donde corre el aguardiente y se quema el Judas que se ha venido preparando desde hace varios días, con todos los requisitos de la tradición.
El boticario del pueblo suministró una vieja colchoneta que ya no servía para que se aprovechara el algodón y el forro para formar el cuerpo de Judas. Naturalmente dentro del cuerpo se colocaron innumerables triquitraquis y garbanzos, así como una rociadita de pólvora seca para que el Judas ardiera bien. En cuanto al bodeguero su aporte fueron los triquitraquis y cohetes que estallarían en medio de la quema.
Para el traje se recurrió a Don Fulano, el más acomodado del pueblo, quién ofreció un flux viejo que vestirá el muñeco. Los zapatos y la pajilla se consiguieron con otros, así como la camisa y la corbata. Finalmente, con una máscara cocida sobre la almohadilla que hace las veces de cabeza, está ya listo el muñeco. Solo le falta ahora lo que el ingenio popular quiera añadirle. Una flor en el ojal, un gran letrero que dice: “Adiós, mi hermano” y un periódico en la mano y todos aquellos que contribuyan a asemejarlo lo más posible al más feroz de los enemigos del pueblo o al más tonto de sus moradores.
Ya está listo el Judas. Y ha llegado la hora del desfile. En un automóvil desvencijado, en una carreta, o caballero en un burro, es paseado por las calles principales del pueblo.
Por un cortejo compuesto de fiesteros y uniéndose los chiquillos de los alrededores donde quiera que va el cortejo. Con las respectivas paradas ante los botiquines y pulperías en la que los componentes del cortejo se detienen el tiempo suficiente para “echarse un palito”. También se detiene ante las casas de los habitantes más acomodados, para que estos puedan hacer su contribución a la fiesta.
Quién da diez bolívares, quién da dos, cada uno lo que pueda. En la tarde el dinero recogido se convertirá en aguardiente y en la alegría de unas horas.
Y allá va la caravana!.. En las esquinas los mocitos que charlan comentando la última novedad del pueblo, o en voz baja, salpicada de malicias, repiten el último chisme de la vecindad, se quedan contemplando el muñeco grotesco que los mira al pasar con sus grandes ojos vacíos.
- Fíjate vale, se parece al coronel Pérez….
El coronel Pérez fue el último Jefe Civil que tuviera el pueblo en vida de Gómez, y allí se le recuerda como causante de todas las miserias y todos los males de la pequeña aldea. El Coronel Pérez se llevó del pueblo “hasta las perillas de las puertas” de la jefatura Civil. Cuando estaba el coronel Pérez en el pueblo, ni si quera se podía matar un cochino sin darle su buena parte. El coronel Pérez hizo su querida de la flor más linda del pueblo, aquella Ana María que tenía los ojos negros y dulces y el cuerpo fresco y airoso. De nada le valió a Genaro, el mocito que la amaba, tratar de defenderla. Genaro fue a parar al Castillo Libertador, acusado de quién sabe qué tenebrosos “complots” contra la causa. Por eso, el Judas de esta tarde se parece al coronel Pérez. Y el pueblo va a darse el gusto de quemarlo alegremente.
Y el cortejo, que ya ha injerido bastante “palitos, continua su marcha abierta por la bamboleante figura del muñeco vestido.
- El Judas!... El Judas!...
gritan los muchachos corriendo en medio del polvo y el calor del mediodía para sumarse a la alegre caravana. Y todos los vecinos se asoman a la puerta para verlo pasar. Las mocitas, muy compuestas, están a la ventana, charlando con los que pasan y con los que se quedan prendidos a los barrotes aprovechando el ambiente de fiesta para decirles la frase atrevida que las hace sonrojarse un poco.
- Jesús con Usted, Andrés….
- si lo oyera mamá….
- Buen cuidado tuve de cerciorarme que no andaba por todo esto.
- Esa suegra mía es más templada!....
Una carcajada alegre acoge la salida del mozo. La chiquilla lo mira largamente y después retira la vista para fijarla en el muñeco que pasa.
- Fíjese, fíjese… se parece un mismo hombre. Jesús! ¿Va estar muy buena la fiesta?
- Esplendida! Don Pedro regaló un barril de aguardiente y dos latas de chichas. Crucito ofreció
venir con los muchachos con todo y arpa… Y como la casa de misia Nieves es tan grande el baile quedará magnifico. Ustedes van, por supuesto, ¿no?
- Claro, estuvimos a punto de no ir, porque como tu mamá tiene esa puntá tan fuerte, no quería que fuéramos solas. Pero como es en casa de Misia Nieves y ella misma ofreció venirnos a buscar…
- Bueno, yo me despido: ¿No van a ver quemar el Judas?
- Si, ahoritica vamos. Hasta lueguito.
Es una extraña costumbre esta de quemar el Judas en la tarde del Domingo de Resurrección. Una costumbre un poco bárbara y mucho pagana, inspirada sinembrago en la tradición católica de las fiestas de semana santa. Una fiesta que tiene un fondo de vindicta pública, de corte de justicia popular. Judas el discípulo traidor que vendió a su maestro por treinta monedas de plata, debe morir todos los años a manos de la justicia popular. Y su muerte debe estar revestida de humillación y de escarnio y ser celebrada después como una fiesta en la que correrá el aguardiente y la satisfacción de la Ley cumplida. Pero Judas en nuestros pueblos, ya casi no recuerda al discípulo de Cristo. Judas se convierte por obra y gracia de la imaginación popular, en la figura más odiada de la aldea, el enemigo público número uno de quién no pudo sancionársele según el anhelo de toda la población y que satisface el deseo de justicia y venganza convirtiéndose en el grotesco muñeco que se hacer arder, entre la alegría de todos los presentes, para escarmiento de futuros malvados.
Por eso Judas se parece a veces al coronel Pérez o al Dr. García. Por eso, el domingo de resurrección del año de 1936, todos los judas de los pueblos Venezolanos era una representación del General Juan Vicente Gómez. Es el pueblo venezolano, ese pueblo tantas veces oprimido y explotado, que ejerce simbólicamente su función de justicia y de venganza…
Fuente: Por Juana de Avila
Reportaje Elite 1939
Transcrito por Caracas en retrospectiva