Rincones de Caraqueños
“Para los viejos huéspedes de la ahora “Placita de la Concordia”, es familiar, hasta donde la tolerancia lo permita, este frondoso mango de follaje eternamente esmeraldino. Sus frutos en un ayer cercano, rebosaban de bolívares la hucha de generales y coroneles, llegando, según la abundancia de la cosecha, hasta las faltriqueras del encargado del “Rancho” en el “Cuartel del Hoyo”. Cuando el mango derramaba sus frutos en sazón, se apestaba, verga en manos, el “Cabo de recorrida” para evitar que algún soldado audaz violase la propiedad del jefe. Eso sí, buenas partes de las raciones del individuo de tropa, invertidas en mangos, iban a parar en manos de los superiores.
Mientras los frutos apuntaban al sol como sangrantes corazones, o áureas pomas, los presos de la Rotunda vecina, se hacían agua la boca, porque hasta ellos, de haber llegado la generosidad del mango, les habría dado señales de vivir un mundo mejor.
Ahora, vueltas las cosas al reinado de la humanidad, el mango de la placita, satisface a los chicos decentes, mucamas, que van allí de paliques con sus camaradas y de cuando en vez: al guardia nocturno que se solaza con la carne y la semilla del mango mientras le llega el relevo…
Viejo y noble mango amigo, sembrado cuando el recinto que te sirvió de cuna, hospital de sangre era para sanar la carne herida del hermano, que víctima del caudillo de turno, se fue a la guerra tramada por los liberales contra sus co-partidarios, o en las refriegas “mocheras” donde tras luego recorrer los llanos y los cerros, caían víctimas de la metralla o de la fiebre que nunca perdonó al hombre de la calle.”
Fuente: Billiken 1945
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