La Avenida Este, que partiendo de la Esquina de La Torre hace su recorrido a empalmar con la carretera que va a Petare, era nuestra costumbre llamarla “La Calle Real de la Candelaria”, nombre quizás del tiempo de la Colonia. Las muchachas de la Calle Real de la Candelaria, el Colegio Sucre quedaban en la Calle Real de la Candelaria. El único que se distinguía, a pesar de que en esta calle tenía su cochera y oficinas, era el Tranvía, que nadie le decía de otra manera que “La central”, tal vez por ser el que conducía a la Estación de Ferrocarril Central, término de la avenida.
Esta avenida o calle real de la Candelaria era notable en nuestra vieja Caracas, como arteria principal, alegre, social y de tono. Muchas madres con hijas ya solteronas, decían; nos vamos a tener que mudar a la Calle real de la Candelaria para ver si las niñitas consiguen novio. Efectivamente, esta calle era muy paseada por jóvenes en coche descubierto, a caballo y eran muchas casas donde usted veía pegado a la ventana y agarrado fuertemente de los balaustres, como si se fuera a caer algún pegote de novio.
Al pasar se escuchaba en una casa el mecánico manejo de las teclas de alguna pianola, en otras el trinar de las cuerdas de la bandolina o de los melancólicos acordes de la vieja guitarra española y hasta el mismísimo cuatro con su alegre charrasqueo acompañado de valse “Regional” o “Las Madreselvas”.
De La Torre a Madrices, frente a la puerta lateral de la Catedral, estaba El Barcelonés, hotel de lo más conocido, un zaguancito, especie de librería y botiquín, refugio de beodos poetas, músicos de cañón y artistas venidos a menos, esto era “La Cidra”, más abajo Don Juan Santana de León, con su “Económica” donde exhibía las primeras gallinas importadas, animales colosales, jabadas unas y otras negras. Enfrente la relojería de Carlos Lemoin, revolucionario empedernido y que le costó la vida. En la Esquina de las Madrices, Domingo Ottati, hombre de empresa éste, que no se conformaba con su botellería sino que importó los primeros extinguidores de incendios.
De Madrices a Marrón, tenía Don Pedro Tomás Vegas “El Alcohol Luz” y donde solía exponer bellos ejemplares de begonias que él cultivaba. Al lado la zapatería de Rodríguez Cabrera donde se calzaba la élite masculina caraqueña. Al frente la casa más conocida de todos, la célebre agencia de casas de Aristóbulo Uzcátegui, más abajo el primer Hotel Klindt y luego la Lotería de Beneficencia pública. En la esquina de La Marrón, la famosa Botica de Arismendi y Requena donde el señor Ferrero era solicitado por toda la pobrecía de Caracas, se había arruinado en su propia farmacia en la esquina de Tienda Honda y ahora trabajaba para levantar su familia y hacer bien a la humanidad. Vaya un homenaje al recuerdo de tan estimado Ciudadano.
De Marrón a Cují teníamos a La Lavandería Americana donde los señores mandaban sus camisas, puños y cuellos para estar flamantes, bien erectos y brillantes, al frente quedaba el Colegio Sucre del nunca bien estimado doctor J.M. Núñez Ponte. ¿Quién no conoce al doctor Núñez Ponte? Y a ¿quién no conoce el doctor Núñez Ponte? Maestro de varias generaciones, el hombre del buen decir, el caballero intachable, orgullo de Venezuela. Lo tuvo en sus brazos el Arzobispo José Antonio Ponte, le conoció el Arzobispo Rincón González y del Arzobispo Lucas Guillermo Castillo, del Arzobispo Arias Blanco, .. hasta poder presenciar el Cardenalato de Monseñor José Humberto Quintero. Hoy de casi una centuria de años vese sentado como Presidente de la Academia correspondiente de la Real Española con su sabiduría y elocuencia, entre sus conmilitones de cámara, como Jesús entre sus apóstoles”.
Más abajo otro gran colegio de otro meritorio institutor. Terminando el comercio y los planteles educativos de este calle Real, entra en su desfile, las ventanas orladas de bellas muchachas. Si aquí admiramos a Margarita Rodríguez Briceño, enfrente están María Cristina y María Elena Giménez, y en la cuadra de más abajo entre Cují y La Romualda, Las Pérez Vera y las niñitas Machado Morales que ya despuntan en unas bellas criaturas, enfrente las preciosas Guerrero. En la esquina de La Romualda se construía para los días de Carnaval el templete más sonado para albergar a las más bellas caraqueñas. Las rejas de la casa de don Carlos Vicente Echeverría siempre adornada con lindos tipos caraqueños; enfrente la casona del doctor Pedro Miguel Reyes cuya gentileza y sociabilidad de su esposa eran innatas en ella y su hermana simpatías que luego recogería con creces su hija Josefina.
De Manduca a Ferrenquín venían las ventanas de Isabel Level de Duarte donde esplendía María Isabel Blanco, luego la bella Berta Delfino, al frente Margarita y Carlota Reverón Montemayor que esplendían en gracia y donosura, más abajo, las alegres Rincón Ortega y cantidad de lindas mujeres que sería difícil enumerar pues si recuerdo los apellidos, como Landaeta, Rivero, García, Trina, etc., no preciso los nombres de pila que me obligan a omitirlos y así llegaremos a la famosa Cruz de la Candelaria, arteria caraqueñísima de nuestra inolvidable Caracas vieja.
Esquina de Madrice |
Disculpe, quisiera saber como obtuvo esa información de Juan Santana De León. Quisiera saber si tiene mas información de esa familia.
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