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jueves, 31 de octubre de 2013

Manuel Antonio Carreño

Amigos comparto con ustedes la imagen que el Dr. Nicomedes Febres Luces ha traído a las redes sociales 
reseñando lo siguiente: 
" Hoy voy a colocar una foto muy rara de Manuel Antonio Carreño, el autor del famoso manual. El Manual de Carreño fue el libro más importante escrito y editado en Venezuela en el siglo XIX. Se extendió por toda América con pasmosa rapidez y fue el libro de cabecera en el continente. Estaba concebido como un libro de civilidad, de educación cívica y urbanidad influenciada por una Inglaterra impregnada de liberalismo, lo que se lee en la Introducción del libro y por otro lado, era un manual de Buenas Maneras y de protocolo proveniente de Francia que era el otro país de referencia en esa época, más dedicado a la forma que al fondo de las cosas. Incluso en la educación femenina se debatían esas dos opciones. Al final, en las sucesivas ediciones hasta la introducción se la mutilaron o quitaron y lo dejaron como un libro de buenas maneras, casi todo dedicado al comportamiento en la mesa. Creo que Venezuela perdió mucho con la eliminación de la razón de ser del libro que estaba en su Introducción. pese a su banalización, el libro debería estar vigente. Cuando puedan lean el libro original, que es difícil de conseguir, pero es infinitamente mejor que esas versiones breves." 


Quién fue Manuel Antonio Carreño Muñoz ? 
Nació en Caracas, Venezuela en el año 1812, fue Músico, pedagogo y diplomático venezolano, falleció en París, Francia el 4 de septiembre de 1874). Alcanzó durante su vida, gran preponderancia particularmente en el ámbito de la diplomacia y la pedagogía, fundando el prestigioso Colegio Roscio, además de servir como traductor de las obras: Catecismo razonado, histórico y dogmático del abate Thériou, y la Introducción al método para estudiar la lengua latina de J.L. Burnouf. No obstante, fue en 1853, con la publicación de su Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres, que pasaría a la historia con el sobrenombre de «Manual de Carreño», un escrito centenario, que enseña y adiestra al individuo en el manejo de las buenas costumbres, fundamental para la educación de decenas de generaciones y reeditado en numerosas ocasiones.1
Fue Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda de Venezuela, pero tras su renuncia a este último, a causa de la Guerra Federal, sale del país, viviendo en Nueva York y luego en París, donde fallece.
Fue el padre de Teresa Carreño, aclamada música y pianista, que él mismo entrenó en las artes musicales, además de impulsarla en su carrera en el extranjero.
Primeros años
Hijo del músico Cayetano Carreño Rodríguez (maestro de capilla de la catedral de Caracas) y María de Jesús Muñoz.
En su hogar él y sus hermanos obtuvieron una sólida formación cultural y musical, lo cual les permitiría destacar como excelentes ejecutantes y compositores. Desde joven Manuel Antonio mostró una gran vocación por la pedagogía, lo que lo llevaría a fundar el 1 de septiembre de 1841, el colegio Roscio, que con el tiempo llegó a gozar de un gran renombre en Caracas. Fue sobrino de Simón Narciso Carreño Rodríguez, mejor conocido como Simón Rodríguez, el insigne maestro del Libertador Simón Bolívar.

Madurez

A finales de 1853 nació su hija María Teresa y desde entonces, Manuel Antonio Carreño se dedicó a su educación musical. Para ello escribió 500 ejercicios para piano, los cuales abarcaban todos los aspectos pedagógicos y técnicos para el aprendizaje del instrumento.
Como parte de su trabajo como educador, tradujo con la colaboración del doctor Manuel María Urbaneja, el Catecismo razonado, histórico y dogmático del abate Thériou, y la Introducción al método para estudiar la lengua latina de J.L. Burnouf.
Ministro de Relaciones Exteriores (14 de mayo de 1861), en agosto del mismo año es designado ministro de Hacienda (1861-1862).

Emigración Hacia Francia

Inestabilidad política que se vivía en Venezuela como consecuencia de La Guerra Federal, decide abandonar su cargo y marcharse al exterior en busca de mejores condiciones para el desarrollo artístico de su hija. En tal sentido, el 23 de julio de 1862 parten juntos a Nueva York, donde viven unos años hasta que parten a París. En la capital francesa Carreño se desempeñó como profesor de piano, logrando alcanzar cierta notoriedad.

En 1853, publicó por entregas el Manual de urbanidad y buenas costumbres, obra que le valió un gran reconocimiento y fama. Dicho texto, ha sido reeditado numerosas veces en muchos países de Latinoamérica y fue un libro de referencia fundamental para diversas generaciones venezolanas y es muy leído en la actualidad en todo el mundo. Sin embargo, este manual ha sido fuertemente criticado, principalmente por su excesivo formalismo, carácter casi ritual de muchas de las recomendaciones, parcialidad en temas religiosos, clasicismo y machismo.
El 14 de marzo de 1855, el Congreso Nacional acordó la recomendación especial para el uso de esta obra. El Manual de buenas costumbres y modales por entregas que tuvo una gran acogida.
Con el nacimiento de su hija, Teresa en 1853 escribió 500 ejercicios para el aprendizaje del piano para ella.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Teresa Carreño


Los pájaros en el bosque hablaron esta mañana de Teresa Carreño. Quizás la vieron pasar con su largo traje de concierto bordado de oro y su aureola de cabellos grises. El bosque de los Caobos es el sitio más propicio para la evocación de Teresa. Aquellos árboles son sus contemporáneos. José Antonio Mosquera, dueño de la Hacienda "La Industria" en Quebrada Honda, fue su amigo. En unión de Dolores Jiménez, Teresa le obsequió un cojín ricamente bordado, que guardaba junto con el más corpulento de aquellos Caobos para su ataúd. Dos veces pasó Teresa por Caracas, ya no volvió nunca. Volvieron sus cenizas guardadas en urna de bronce. Si no volvió no fue por olvido, ni por resentimiento. Simplemente, no pudo volver. Su arte, su vida de artista que necesitaba el mundo como escenario, la muerte misma, se lo impidieron. Venezuela estaba en ella, intérprete del lenguaje, del pensamiento universal. Entre sus composiciones aparece un Himno a Bolívar para el centenario, su Saludo a Caracas y Danza Venezolana que tocó en Lisboa, una noche de grandes ovaciones, en 1903.



El mismo año del nacimiento de Teresa Carreño se publicaba la Primera edición del Manual de Urbanidad y buenas maneras, para uso de la juventud de ambos sexos, precedido en un breve tratado sobre los deberes morales del hombre, por Manuel Antonio Carreño ( Imp. de Carreño Hnos., Calle del Comercio, Nº 149). La dirección general de instrucción pública lo adopta como texto de enseñanza en las escuelas y colegios de la República. El padre de Teresa era hombre de rígidos principios, aunque es fama que no practicaba mucho los de urbanidad.



El 23 de julio de 1862, Teresa salía para Nueva York en compañía de sus padres y otras personas de su familia por la situación de Guerra que vivía el País. El independiente no le dedica unas líneas de despedida. Carreño pertenecía al partido constitucional. Existía entonces en Caracas un conservatorio de música. Por aquellos días se daban conciertos con el objeto de adquirir un piano para el Instituto. Tomaba parte de ellos una orquesta de cincuenta profesores venezolanos. En el Teatro Caracas trabajaba una compañía de ópera italiana. Alejandro Rothe ofrecía en su almacén en la esquina de Mercaderes las últimas novedades musicales. Los padres de Teresa no debían ver de nuevo la tierra de Venezuela.

Marta Milinowski, profesora de música del Vassar College, ha evocado la prolijidad amorosa de la vida de Teresa Carreño, en un Libro traducido por Luisa Elena Monteverde Basalo. Su vida es una magna lección de trabajo. Era bella, fuerte, maternal, apasionada, desprendida, gloriosa y sobre todo desdichada. Todos la explotaban, los conciertos daban para vivir con holgura, pero había muchos ojos pendiente del producto. La explotaban sus agentes, sus hijos y sus maridos….


A los nueve años la oye, Gottschalk la recomienda como un genio. Rossini la reconoce enseguida como una gran artista. Liszt pone sus manos sobra la cabeza de la pequeña, una especie de consagración. Rubinstein aparece en el número de sus más rendidos admiradores. En Leipzig, el propio Grieg se presenta en su camarín: “Señora, no sabía que mi concierto era tan bello”. Lo más interesante de esta biografía es el encuentro de Teresa con Alemania. Berlín la adoptó por suya. La llamaron “Brunilda, la Walkiria”. Desde el momento en que Beethoven comienza a ser más frecuente en su repertorio. Era Beethoven con el ímpetu, la fuerza, el color, la gran luz del trópico. En Berlín celebra sus bodas de oro como artista el veintiuno de noviembre de 1912. Aquella noche el ministro de Venezuela Santos Dominici, evocó en su discurso el País de Teresa en los días de su infancia.


Teresa luchó bravamente en su tierra nativa. Hizo frente a las dificultades con el ánimo que sólo es capaz una gran artista. A su llegada hubo ovaciones, música, flores, discursos, pero los salones permanecieron cerrados. La sociedad que se negaba a recibirla era la misma del Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño. Caracas la amaba y la rechazaba a la vez. En el fondo era la prueba decisiva, a la que el País le gusta someter a los suyos, semejante a las que sufre el neófito en las sociedades secretas. Si resisten los reconocen por suyos. A los que huyen y se tienen a sí mismo por grandes desconocidos, víctimas de las injusticias del medio, les vuelve la espalda. No basta entonces lagrimones retóricos para convencerlo de lo contrario. El regreso es la piedra de toque. Teresa Carreño quiso volver. Una tarde alguien la interrogó acerca de Venezuela y respondió: " La he amado a veces por sus desgracias, otras por la generosidad de su naturaleza, y siempre como la madre irreemplazable. En su seno quiero dormir el sueño de la tierra. Es allí donde deseo reposen mis cenizas" y sus cenizas están allí, en el marco de las montañas nativas. Por encima de las nubes viajeras imagen de su vida errante y maravillosa.


Fuente: Enrique Bernardo Núñez.
"Figuras y Estampas de La Antigua Caracas".
Pág. 41 -43
Monte Avila Editores/ 1991.