lunes, 30 de diciembre de 2013

Feliz 2014 para toda la familia retrospectiva


Transcribo las palabras de José García De La Concha en su magnifico e irrepetible libro "Reminiscencias", las cuales a pesar de no existir hoy el tradicional  "cañonazo", siento vigentes en cada línea, cada transcripción, e imagen que subo para ustedes;  Feliz 2014 para cada uno de ustedes, para  vuestros afectos y para nuestro maltratado país .

expresó García De La Concha : 

 " En todas partes he estado y en todas partes he recibidos años, pero francamente puedo deciros, quizás porque soy caraqueño por dentro y por fuera, que ese estampido del cañón a medianoche, solo, con su voz de trueno, habla mucho. Despide un año e inicia otro cuando irrumpe el Himno Nacional y brotan de todos los corazones, en precioso enjambre, el amor a Dios, el amor a la patria, el amor a los padres, esposas e hijos, el amor a nuestros semejantes, y es como el momento en que todos tenemos el alma limpia. Y es la voz del cañón. El arma mortífera de los hombres que seguida por las voces de las campanas, voces de ángeles, nos recuerda a nuestros antepasados y nos une a todos en el Himno inmortal de nuestro Bravo Pueblo, que penetra en nuestros corazones, y así sea en la Plaza Bolívar, en la casa de Dios, en nuestro hogares, todos sentimos con el “cañonazo” un lazo de unión y confraternidad deliciosa que nos hace más y más sentirnos venezolanos y alabando a Dios y a nuestro padre Libertador soñamos en un futuro promisor y una patria venturosa y un porvenir dichoso." 

Feliz 2014  para todos !!! 

domingo, 29 de diciembre de 2013

Que vuelvan los cañonazos

"El cañonazo del 31 es sólo un recuerdo" 

El sábado 31 de diciembre de 1983, el Diario de Caracas entrevistó  a Carlos Eduardo Misle o Caremis que se pronuncia porque le echen pólvora al viejo cañón de la Academia, si es que todavía existe, y disparen el tradicional cañonazo de los 31. Un sonido que nadie, ahora, escucha ni ve, y sin embargo todo el mundo habla como si fuera verdad. 

Explica Caremis: 

 " La costumbre de esperar el nuevo año en La Plaza Bolivar era una tradición muy arraigada en Caracas. Literatura al respecto hay en abundancia y Caremis se cuenta entre los relatores, no solo de las festividad de Año Nuevo en la Plaza Bolivar, a la que en el siglo pasado asistían  los presidentes de la República, sino que ha sido un atento seguidor de los acontecimientos importantes ocurridos en la Plaza desde la época de la fundación de Caracas hasta nuestros días.
Caremis cuenta que el cañonazo del 31 lo disparaban  desde el Cuartel San Carlos y luego en La Academia Militar, hoy convertida en Museo Histórico Militar. El Cañón estaba instalado en la Colina de La Planicie, asiento de la Academia Militar. Se popularizó a partir de 1910. 
Ese día en la Plaza el ambiente era de fiesta. El eco del fogonazo se escuchaba hasta en La Candelaria. " Caracas era una ciudad silente. Hoy, con el ruido, no se oye nada, y además no hace falta. Ante la gente se reunía en la Plaza y se traían hasta las sillas. ¿ En estos días como le vas a pedir a alguien que vive en Caricuao o en Macaracuay que se tire un viaje hasta la Plaza Bolívar para recibir el año? además es un peligro. 
"Yo no se si el cañonazo lo disparan todavía, porque ya la Academia desapareció y es asiento del Museo Histórico Militar . Sería bueno que lo activaran para que siga la tradición" 

El Cañonazo


“Raro era el caraqueño que decía: "Voy a esperar el año en tal o cual parte"; por lo regular, siempre se hablaba de el "cañonazo". Yo esperaré el "cañonazo" en la Plaza Bolívar; nosotros esperaremos el cañonazo en la Santa Capilla o bien en casa. Y era curioso observar que, aun sonando las doce, nadie hacía nada hasta no oír el estampido del cañón en La Trinidad o en La Planicie.
Para el caraqueño de época pasada, sentir el "cañonazo" era la llegada del Nuevo Año con todas sus penas y alegrías. A muchos encontraba el día primero del año, tranquilos, indiferentes, y les preguntaba y me contestaban: "Si yo no sentí el cañonazo; yo estaba durmiendo"; y yo soy de los que si no siento el "cañonazo" para mi es una noche cualquiera. Efectivamente, mi abuela me decía: "Lo que soy yo me acuesto temprano porque no quiero oír el "cañonazo", porque me da mucha tristeza, me trae muchos recuerdos". En todas partes he estado y en todas partes he recibidos años, pero francamente puedo deciros, quizás porque soy caraqueño por dentro y por fuera, que ese estampido del cañón a medianoche, solo, con su voz de trueno, habla mucho. Despide un año e inicia otro cuando irrumpe el Himno Nacional y brotan de todos los corazones, en precioso enjambre, el amor a Dios, el amor a la patria, el amor a los padres, esposas e hijos, el amor a nuestros semejantes, y es como el momento en que todos tenemos el alma limpia. Y es la voz del cañón. El arma mortífera de los hombres que seguida por las voces de las campanas, voces de ángeles, nos recuerda a nuestros antepasados y nos une a todos en el Himno inmortal de nuestro Bravo Pueblo, que penetra en nuestros corazones, y así sea en la Plaza Bolívar, en la casa de Dios, en nuestro hogares, todos sentimos con el “cañonazo” un lazo de unión y confraternidad deliciosa que nos hace más y más sentirnos venezolanos y alabando a Dios y a nuestro padre Libertador soñamos en un futuro promisor y una patria venturosa y un porvenir dichoso.
En época lejana, en nuestra humilde ciudad la torre blanca, los techos rojos y las azules lomas, en el antiguo San Carlos en La Trinidad, en el ángulo que mira al sudeste, se instaló un grande y viejo cañón de épocas remotas; negro, solo era como el vigía de la Ciudad; todos lo respetaban y querían; era como un símbolo para crear un museo.
Este cañón era familiar entre los caraqueños; no había nadie que no lo conociera. Tenía su personalidad. Y había chicos que le llamaban “La Cochina”, otras “La Verracas”, y como solo dejaba oír su voz en Año Nuevo o fiestas nacionales, le decían: “La Casaca” y de ahí se originó el conocido estribillo de:

La Cochina
La Verraca
La casaca
De tu papá

Por muchos años “La Cochina” daba el estampido de medianoche en el Año Nuevo y todos los esperábamos. Al  día siguiente eran romería de muchachos los que nos llegábamos hasta allí, a ver, oler y tocar el consabido monstruo y a preguntarle al centinela cómo la habían cargado, cómo la habían prendido, cuánta gente mató, se si oyó fuerte y tantas cosas que preguntan los chicos.

Cuando llegó el Gobierno de Cipriano Castro y se levantó en la Planicie la Escuela Militar, instalaron en el ángulo nordeste dos viejos cañones para las salvas  de ordenanzas y a ellos se les encomendó “el cañonazo de Año Nuevo”. “La Cochina” descansó y no se que se ha hecho. Como antigüedad, reliquia histórica y mismo como un autentico recuerdo de la ciudad de Caracas que se nos va, pido un lugar adecuado e cualquiera de nuestros museos para esta joya de nuestro pasado.
El cañonazo es algo íntimo del pueblo de Caracas, de una tradición de sus costumbres, y nadie está osado a suprimir.
Si este año yo no oigo el cañonazo, diré con la frase hípica: “Ya no hay  nada que hacer”, esto se acabó.

Fuente: 
José García de La Concha
Reminiscencias “Vida y Costumbre de la Vieja Caracas”/ 1962
Páginas 149 y 150

lunes, 23 de diciembre de 2013

Calles y Paseos de la Caracas de ayer

Calles y Paseos
José Gil Fortoul.

Se ha dicho de la Plaza Bolívar, que es un salón. Agreguemos, para que el símil no parezca estrambótico: - En las noches de retreta-.

Allí se da cita en las noches de los domingos y los jueves lo más culto y elegante de Caracas. Allí hacen gala nuestras damas, de tocados y trajes parisenses, y atraen miradas y corazones  con su airoso trapío. Allí se estrena la levita flamante, el sombrero de aterciopelados reflejos y la corbata subyugadora. Allí se conversa. Sobre todo, allí se pasea con placer, porque el piso es bueno. No se corre allí el peligro de tropezar con una piedra suelta, o sumirse en un atolladero, o dar un paso en falso  en un zanjón, como sucede, por desgracia, cuando usted se echa a andar por esas benditas calles de Caracas.


La estatua recién inaugurada en su entorno de la plaza, en una fotografía
del álbum de Roberto García

No hablamos en guasa, ni pertenecemos a la clase de los “inconformes”. Estos no hallan en la tierra nada bueno. A nosotros nos parece óptimo el paseo de la Plaza Bolívar. Pero las calles son pésimas y es preciso decirlo y gritarlo, a ver si se convierten pronto en calles de capital civilizada.

Ni damos palos de ciego. El Ministro de Obras Públicas, es un caraqueño joven y amigo del progreso. Tiene que desear, por consiguiente, que la capital merezca su nombre y sea digna de  su categoría. Sabemos también que no se cansa de arbitrar los medios de lograrlo, y emplea últimamente la parte del Tesoro que a su Ministerio corresponde.

Pero debemos observar que la tal parte es insuficiente, y que si vamos a seguir a pasitos como ahora, no tendremos calles transitables ni de aquí a diez años.

¿La crisis fiscal? Si, ya lo sabemos. La crisis fiscal se ve y se siente. Lo que no se ve es su solución. Y ya es tiempo de que los señores ministros nos digan cuándo la veremos.

Uno de nuestros colaboradores, que si es guasón, e interrumpe a cada instante su artículo para leer estas cuartillas, nos dice mordiéndose los bigotes: “La solución del problema de las calles no puede ser sino consecuencia lógica de la solución del problema de las calles no puede ser sino la consecuencia lógica de la solución del problema autonomista. Espere, compañero, y ya verá”.  Dios lo oiga, porque si el proverbio no marra, vale más tarde que nunca.
Entre tanto, echemos a volar la fantasía y preveamos el Caracas del porvenir.

No bien baja usted de la Plaza Bolívar a la Esquina de Las Gradillas o sube a La Torre, se va hasta el Guaire o hasta la Estación de Petare por calles bien adoquinadas, barridas y regadas.

Si a pie, las aceras invitan a caminar a paso rítmico, como lo exige el clima, sin preocuparse con tropezar  en imprevistos estorbos.  Se va usted atento a los ojos que fulguran detrás de las misteriosas celosías, y cuando no hay tales fulgores se apacienta usted mirando las fachadas. Ya no están barnizadas de chocolate ni mamey, ni se desconchan como aquellas de remotos tiempos que parecían enfermas de exótica erupción. Son blancas como las de Andalucía y Argelia, o sonríen (perdone usted el tropo) con el suavísimo primer verdor de las hojas primaverales.

Si es en carruaje, oye usted el golpear acompañado de las herraduras y siente girar veloces ruedas de caucho sobre un suelo liso y duro. Ya los caballos  no cojean sobre adoquines sueltos, ni van los carruajes dando tumbos.

Si es usted jinete, no bien pasa de Puente Hierro, echa usted a galopar en briosa jaca por el Paseo de El Paraíso. A un lado y otro, árboles frondosos dan sombra y frescura. Por la derecha y por la izquierda se prolongan dos filas de carruajes cargados de mujeres hermosas y elegantes; y por aquellas avenidas laterales de finísima arena, van y vienen apuestas amazonas y airosos caballeros.    
O sube al Calvario por caminitos de pendientes suave, cortados de trecho en trecho por deliciosos kioskos  [sic]  de bambúes y alegres jardincitos de plantas raras y de rosas.

 -  Alto ahí, -  nos dirá quizás un paseante solitario que contempla melancólicamente el arco de la Federación.  Esto que usted dice no es prever sino postver. El Calvario era así, como usted lo pinta! 

Así era; pero ya no es, Y esto demuestra que en ocasiones progresar es volver a realizar lo que existió, ¿Quién nos devolverá El Calvario de nuestras mocedades? La escalinata no parecía trazo de coliseo antiguo, derruido como el de las ruinas de Italia. No buen pasaba uno del Caroata, ya no veía garitas amenazadoras.  A la visión sangrienta de la guerra, sucedían al punto los apacibles paisajes de venturosa arcadia. Y para llegar a la planicie del estanque, no se subía por gradas rotas, como las de un atrio abandonado…

Bajemos del Calvario. Volver a dar belleza a algunos pormenores, será cosa fácil, trabajo de cortos días.
De largos años será el transformar a Caracas. Pero no hay tiempo que perder. Los que hoy la gobiernan, también la aman. Si la aman, puesto que desean embellecerla.

Que el deseo se convierta pronto en obra tenaz y constante ¡Caracas sabrá premiar. ¿Verdad, caraqueños, que cuando mañana domingo os derraméis por esas calles y paseos, soñaréis todos con vuestra capital del porvenir?



Texto publicado en
Billiken 1945
Transcrito por CER
Imágenes:  “Arquitectura y Obras Públicas
En Venezuela Siglo XIX” de Leszek Zawisza

jueves, 12 de diciembre de 2013

Caracas, Ciudad de ayer y de hoy

“Caracas era una ciudad típica hasta hace unos siete años; típica como sus habitantes, filósofos de la vida  y “amigos de los hombres”.  Una luna madura de metal cobrizo se paraba en las esquinas como si aguardara el cruce de algún transeúnte solitario de la noche. Hoy la luna es moderna, sobre los edificios grandes, iluminados como un retablo. La luna de ahora es blanca, simplona, no destaca su fuego amarillo sobre las calles profusas de luminiscencias publicitarias.  Hoy el esmalte lunar es limitado por los decoradores de ultramodernos cafetines y fuentes de sodas, extrañas a Caracas, la ciudad de los botiquines coloniales con sus pesados mostradores y mesas de caoba encerada, espejos turbios por muchas generaciones de moscas y pisos de cementos incoloros. Esos bares remedos de cantinas españolas, adonde llegaban los andaluces de sal y luz a palabrear entre vinos y aceitunas anécdotas o  mentiras. Era Caracas Ciudad de mujeres tímidas ante la palabra procaz del hombre, de damas  ataviadas con trajes largos de serias coloraciones, el cabello arreglado según modelos antiguos, profuso, caído en cascadas hasta las espaldas, sin falsos tonos oros, aireado por las brisas frescas del Avila. 
Chocolateria La India 

Los modales sin desbordamientos, sobrias risas, a penas dibujadas en las facciones breves, palabras sencillas, ideas fáciles, sin rebuscamientos de lecturas y principalmente referidas a temas del matrimonio y el hogar. Cumplidoras de los preceptos católicos iban a misa diariamente y los domingos, al salir de la Iglesia acompañadas por sus padres se tomaban en sana juerga la mañana. Mañana dominical de 19…., horas anheladas en toda la semana; la Plaza Bolívar, Lucas Manzano de pantalones cremoso y fresca pajilla de sombrero, paseando y observando el ambiente  para escribir la crónica de BILLIKEN. Fotografías con cámara “Kodak” para dejar plasmado en un papel brillante los rostros sonrientes de un día festivo.  Luego a las 11: am la retreta municipal, la banda engalanada con trajes de paño azul oscuro, orillados de oro. Los cobres de la banda hacían sonar valsecitos criollos o bravos pasodobles donde el clavel y la manola eran palabras importantes de la letra. Al fin, el joropo, criollo y veloz. Y el público, numeroso, aplaudía. Luego el paseo por la Plaza, damas engalanadas de sedas y pajizos sombreros enriquecidos con racimos de flores de café (fingidas). A las doce, reunión en “La India”, el salón de familias más elegante de la capital del 20; helados en cajitas provistas de una cuerda para transportarlas con un cesto, uvas, versallesco obsequio de los caballeros, manzanas, peras, aceitunas, una taza de chocolate. Con estos comestibles celebraban el domingo las damas y hombres de alto rango social, concurrentes al lujoso salón de familias.  El almuerzo, alguna dama invitaba a su novio a la mesa; hervido de gallina latería de “Rodel” traídas de “La Colonial”, el botiquín de la gente “de tono”. En tarde, las carreras de caballos, la plana mayor del gobierno de Gómez  en la tribuna presidencial, boletos jugados entre la gritería de las damitas, antología de trajes y cosméticos, los mozos tomaban una copa de brandy y a pasear por el jardín del Hipódromo.

Otras damas iban “a dar una vuelta” al paseo de “El Paraíso” en un coche tirado por briosos caballos de idéntica pelambre y aperados lujosamente. Las cinco de la tarde “El Pinar”, florido y fresco, las calles de tierra. En la noche, hasta las diez, las damas sentadas a la ventana. Apoyaban los codos marmóreos sobre muelles cojines bordados por sus propias manos. Se paran los caballeros, les obsequian bombones.  La madre vigila desde el fondo de la sala sentada en una mecedora. A las 9 y 45 los primeros bostezos, los caballeros lo notan, vacilan en permanecer junto a las damas enventanadas “Tu mamá tiene sueño, me voy”. Y se iban los mozos  por la criolla calle, silbando, silbando bajo la luna llena de trópico. Entraban al bar, comían una tostada y una taza de denso chocolate y llevaban algún regalo a sus madres que esperaban sentadas en el lecho su llegada. (“No me puedo dormir hasta que no lleguen los muchachos” dicen las madres buenas). Así era Caracas, con ese tono gentil, elegante, grato. Con sus mujeres hogareñas y sus hombres llenos de hombría, simples en sus preocupaciones, sin política.  Amigos de las fiestas y del buen brandy. Así transcurría la vida hasta que un día se acabó todo esto y hoy es Caracas una ciudad Cosmopolita, poblada y con gente rara que por la calle va con un rostro que no sentimos nacional. Ellos, los inmigrante tienen una porción de trabajo en la obra de formación venezolana que todos queremos realizar. Caracas ya no es típica, está llamada a no serlo, por su situación geográfica, apta para recoger las características de los distintos países que, por medio de sus habitantes viajan, nos llegan al puerto de La Guaira. ¡Caracas, todos te recordamos como eras! Y como en el poema de  Antonio Machado decimos: Mi infancia es el recuerdo de un patio de Caracas."

Caracas, 1945 
Por Rafael Brunicardi, h
Elite 1945




lunes, 2 de diciembre de 2013

Una perspectiva de la Avenida Bolívar

Av Bolívar
Foto de Luís Noguera
1949 

 “El dinámico fotógrafo Luís Noguera tomó en una de sus excursiones por los centros pintorescos de la ciudad, la gráfica que ilustra  esta página.
Desde el Bloque Nº 1, enfocó Luís la gran obra en marcha, gracias a lo cual se ve la brecha abierta desde El Silencio hasta la placita del Nuevo Circo.
El laberinto en que está convertida  la ciudad por el ir y venir de los camiones cargados de tierra, que van dejando a lo largo del trecho recorrido la mayor parte de su carga terrosa, para sembrar la vía de pedruscos y polvo que la hacen totalmente intransitable, cobra diversos aspectos.
Hasta un ayer cercano,  hablar de la Avenida Bolívar, era darle rienda suelta a chistes y frases encaminadas a negar que tal cosa no se llevaría al efecto.
Más. Como obra de magia y por que cuando la pelota cambia de manos, el triunfo es un hecho cumplido, las nuevas corrientes que están dándole  vida a todas las actividades  ciudadanas, nos dan  a cada nuevo amanecer, muestras inequívocas de que avanzamos a pasos gigantescos en la transformación de Venezuela.
La Avenida Bolívar, nadie  podrá dudarlo, puede considerarse entre los hechos cumplidos; si interesados están en su propia realización los elementos que se han echado al hombro la carga de verla realizada no se queda atrás  los contratistas que multiplican sus actividades para cumplir el compromiso de ellos contraído.
Para el mayor logro de tan patriótica finalidad están interesados desde los humildes hijos del pueblo hasta los grandes señores,  porque en todos priva la sola esperanza de ver Caracas transformada en ciudad moderna acorde son su trayectoria y sus grandes fuentes de riqueza." 

Fuente : Transcrito por Caracas en Retrospectiva 
de Billiken #1059 / 1949