miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hemos defendido el Ávila?

Entre mis recientes lecturas he conseguido un artículo del cronista de Caracas Don Enrique Bernardo Núñez, el cual, considero que a pesar de las circunstancia, se mantiene vigente.

El Ávila siempre será el Ávila, es necesario que conozcamos sus orígenes, leyendas y todo lo que gira entorno a nuestra Montaña, pero de allí a cambiarle el nombre por el solo capricho gubernamental o tratar de borra la historia es inútil, como si la historia y el tiempo mismo no procurase inevitablemente dar nombre a las cosas, más tratándose del corazón de la Ciudad.

Vemos como el Presidente de la República Mediante el decreto Nº 7.388 concede oficialmente el nombre del Parque Nacional Waraira Repano a la extensión que comprende al Parque Nacional El Ávila, en fecha viernes 07 de mayo de 2010, a aquél que desde 1958 fue llamado oficialmente como todos le decían…“ El Ávila”. Asimismo en diciembre de 2010 el ministro del Ambiente, Alejandro Hitcher había hecho el siguiente anunció: “la línea de cota de los límites del parque en las faldas del cerro –en su fachada Norte– será elevada de su valor actual más bajo de 120 metros hasta un límite mayor que podría de 400 metros. El ministro indicó que la modificación se hará solo en el estado Vargas en el tramo comprendido entre los ríos Tacagua y Naiguatá, es decir, desde el municipio Urimare (sector Ezequiel Zamora, aledaño al Aeropuerto de Maiquetía) hasta el municipio Naiguatá”.

Es por ello, que comparto con ustedes lo escrito hace más de 50 años por Don Enrique Bernardo Núñez, convencida de que el caraqueño de hoy y de mañana siga recibiendo a través del Ávila la energía suficiente para defender, soñar y trabajar por una mejor ciudad.

Defensa del Ávila

La época que cambia su nombre indígena por el castellano es un gran momento en la historia de la montaña. El momento en que la Ciudad nace a sus pies. El drama humano comienza a desarrollarse. La Ciudad se apropia de la montaña. Sus picos más altos serán en lo sucesivo la Silla de Caracas. Se le debe a Gabriel del Ávila, uno de los fundadores. Tenía veinticuatro años el conquistador, representante de una vieja raza guerrera. Del lado de Petare. Hacía Guarenas, la montaña toma otros nombres. Se les llama La Rosa, Padrón, Ayala, Duarte, según los dueños de haciendas o estancias en sus laderas. Se le llama cerro del Cachimbo. También se le llamó Monte de la Independencia, pero sólo el Ávila parece haberse identificado con la montaña. Así hay la Rosa del Ávila, como hay la noche del Ávila. No la noche de su pasado geológico, sino la noche cubierta de luciérnagas, la de las galaxias o nubes estelares en las noches serenas, junto al Ávila.

Los siglos que forman apenas momentos en la historia del Ávila. Épocas de las minas, época del trigo, del cacao, del cafetero y el añil. Época del petróleo, del urbanismo acelerado. En ninguna de estas épocas ha dejado de influir en su espíritu, en su pensamiento. Son muchos los que hablan del Ávila, pero lo hacen de lejos. Pocos se acercan a él. Para comprender el Ávila hay que trepar por sus caminos y veredas. Hay que respirar su aire, y contemplar el mar y la ciudad desde las alturas. Hay que acercarse a las cuerdas de cristal de sus torrentes.

Desde la pica que conduce al interior de “Los Venados” a Galipán, Caracas, trae a la mente las ciudades que veían en su sueño los conquistadores. La vasta ciudad aparece metida en su valle. Las expediciones Del Dorado dieron contingentes de población a la recién fundada Santiago. Dentro de poco el Ávila, a semejanza de otras montañas del mundo tendrá un funicular (Inaugurado el 29 de septiembre de 1955 y puesto en servicio el 19 de abril de 1956). Ya no serán necesarios los laboriosos preparativos de las expediciones de Humboldt, Boussingnault o Cajigal. En pocos minutos el teleférico depositará las multitudes dominicales en la cima del Ávila. Muchos se preguntarán sino sufrirá menoscabo la grandeza o majestad de la montaña. Si esas multitudes no provocarán mayores estragos o devastaciones que los incendios que lo han desolado. Sin embargo, la irrupción ciudadana por tremenda y competida que sea, nada podrá contra la soledad del Ávila. La soledad del Ávila es invulnerable. La defensa de Ávila está en su soledad.


Fuente:
Enrique Bernardo Núñez
1950-1952
Figuras y Estampas de la Antigua Caracas.







 


2 comentarios:

  1. Creo que es poco o nada lo que hacemos por la Ciudad, por el Ávila .... por el patromonio tangible e intangible, realmente.

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