lunes, 2 de julio de 2012

Los Paseos Olvidados de Aquel Caracas.

En vísperas del cumpleaños número 445 de nuestra querida ciudad de Santiago de león de Caracas, quiero compartir con ustedes una serie de artículos que he venido recopilando para esta ocasión, comenzando con “Los Paseos de Aquel Caracas” de Lucas Manzano, el cual nos transportará a los lugares de recreación de la Caracas de Antaño.

“Si para pergeñar esta crónica es de rigor someternos al orden cronológico, tendremos que remontarnos al año de 1785, al filo del cual, los elegantes del mundo caraqueño frecuentaban, provistos de alimentos y refrescos, los sitos de moda que figuraban “La Palomera”, al final de “La Roca Tarpeya”; “La Estancia de los Tovar”, en “Coticita”; el pintoresco bosque de “Los Mecedores” bañado por las aguas del cristalino Catuche, bajo el cantar de los pájaros y el rezongo de los araguatos; la laguna de “El Rincón” de El Valle, formada por aguas de lluvia y la acequía de Don Guillermo Espino, para vitalizar sus cañaverales que luego convertía en aguardiente, papelón y azúcar en el “Trapiche Ibarra” de grata recordación para los amantes de lo cañameral ; “El Calvario”, por cuyas avenidas paseaba su arrogante figura de •gladiador” romano el Presidente Guzmán Blanco, cuya diligente acción encaminó para imprimirle belleza a la colina donde culminaban las procesiones llevadas desde el templo de San Jacinto, para que a los caraqueños les fuesen perdonados sus pecadillos.

“Gamboa” y “San Bernardino” se dieron el regalo de ofrecer en sus lagunetas sombreadas por bambúes, tintes de esmeraldas, donde se oyeron turpiales y guacharacas y las armonía del “arpa vanada”, arrancadas por aragüeños al “Jarro Mocho” de Vollmer compositor, que no obstante los años transcurridos, reanima con el reír de las maracas y el rezongar de los bordones para demostrar que si aristócrata era el autor, también solía echar sus canitas al aire entre la moza que escobillaba un “golpe” toda llena de gracia como el sol mañanero.
                                                                                                                                                                                          
Tenían los hombres de aquella cercana antigüedad otro lugar de recreo que el Presidente General Crespo visitaba cuando jineteando su caballo alazán excursionaba hacia los pastizales del “Hato de Cútira” donde engordaban las reses de sus potreros, arriadas hacia el centro para alimentar a quienes comían completo, porque tenían con qué. En Santiago de león de Caracas. El Presidente se detenía frente a “La laguna de Catia”, madre generosa del “Caruata”, aprendiz del río, que en más de una crecida enlutó hogares con su impetuoso y turbulento correr.

Para admirar cuanto de pintoresco tenía los patos silvestres y otras variedades, hombres y mujeres frecuentaban los paseos de aquel Caracas, “que se murió de amores como la desdicha de Elvira” y estuvieron vivitos y coleando refiriendo la emoción recibida en aquellos lugares, cuando la nieve de los años había cubierto sus testas reverentes. Hacían su aparición en los paseos favoritos, Don Octavio Escobar Vargas, “Gentleman” que hasta el último día de su honesto vivir, recorría la ciudad trajeado con paltó levita color de flor de romero, el fino tirolé amoldado en forma que ningún otro mortal usara, en el ojo derecho el brillante monóculo, y para complemento de su indumentaria, las guetas blanca sobre las botas de charol, que le daban el relieve que pocos hombres de su época tuvieron como él. Lugar favorito de Don Octavio era su residencia campestre marginada con la ribera sur del Guaire y el camino que conduce hacia La Vega. Para tormento suyo emplazaron allí, en el año de 1911 la India, desnuda de cabeza a los pies, sobre pétreo y corpulento Chaguaramo, que lleva el nombre de Monumento de Carabobo. Don Octavio fue además uno de los siete columnas formidables del “Club Concordia”.

Las muchachas se daban el lujo de concurrir a los pic-nics celebrados en los citados paseos, trajeadas de “punto en blanco”, lo que obligaba a los concurrentes del sexo contrario a vestir “americanas” bien cortadas y en ocasiones paltó levita, pues señores hubo tan aferrados a estas prendas de vestir que se les desprendían del cuerpo únicamente para dormir.

Los paseos del viejo Caracas desaparecieron para dar cabida a cosas modernas que embellecen la ciudad como no lo soñaron los hombres de viejo tiempo.

Del pintoresco bosque de “Los mecedores”, no quedan ni las huellas; se ven si y eso de cuando en vez, seminaristas del vecino colegio y los valientes que, bajo la creencia de que Catuche nunca más traerá agua en abundancia para nutrir el Guaire, fundaron viviendas en las propias márgenes de la quebrada.

En el área de la que fue la “Laguna de los Chaguaramos” luce elegantemente la mole del “Hotel El Avila”, y la urbanización San Bernardino.

Aquellos lugares dejaron recuerdos que evocan complacidos, los muchachos pasados de las sesenta primaveras.

Quien presenció el gracioso incidente ocurrido cierta noche en la laguna de “El Rincón del Valle” entre el Dr. Crispín Yépez, Guillermo Elizondo y otros miembros de la aristocrática cuerda, reirá al añorar el suceso. Esa noche paseaban en bote el Dr. Crespín y una hermosa dama nativa de París, cuando Elizondo por broma le interceptó el esquife que echó al agua la preciosa carga humana.

Don Crispín braceaba con su remo y protegía su presa disparando su revólver sobre sus amigos, que, a Dios gracias, no recibieron un impacto.

Despojados los náufragos de la indumentaria ensopada surgió la rubia champaña que arregló las cosas como era de rigor entre amigos.

Ahora está en la plenitud de sus éxitos los paseos “El Pinar”, embellecido con su Jardín Zoológico y su Fuente de Soda; el viejo pero remozado “Calvario” que supera todo a lo que fuera en sus mejores años y el imponderable Sistema de la Nacionalidad, expresando con el categórico lenguaje de lo que no es para ser discutido, que supera con lujo de detalle a los más modernos paseos de allá y acullá…



Hacienda Gamboa


Hacienda Ibarra


Laguna de Catia


El Calvario



Cortesia de Guillermo
El Pinar
La Mole del Hotel El Avila


Fuente: Tradiciones Caraqueñas de Lucas Manzano
Crónicas de Antaño 1951
Libro Póstumo/ Publicado en 1967
Empresa el Cojo S.A. Caracas







3 comentarios:

  1. Deberíamos ir a ver cómo lucen estos lugares hoy.... Jajaja.

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  2. Me encanta este blog..! Estupendas crónicas, fotos y remembranzas de la Caracas que se nos fue y es necesaria conocer... Gracias

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