“Se inicia de Las Madrices a Ibarra, cuadra donde existió una antigua casa de dos pisos, como se acostumbraba en aquella época, al traspasar el zaguán se encontraba un amplio patio con el segundo piso a su alrededor. Este patio había sido techado instalando en él maquinarias para la fabricación de los cigarrillos marcas “Doble águila” y “Sport”, cuyo propietario era don Enrique Quintana. El señor Quintana había nacido en la Isla de Puerto Rico y le era común mencionarlo, esencialmente cuando iracundo se refería al proceder de don Luís Bigott que como venezolano, según él, no debía haber vendido su fábrica de cigarrillos “Bandera Roja” y Bigott a la América Tobaco Co. En la acera del frente en otra gran casa la firma de Juan Manuel Díaz & Cía. estableció su mayor de mercancías secas, como denominaban la importación de telas. Esta acreditada firma era propiedad de “Liverpool” elegante tienda establecida de Gradillas a San Jacinto, al frente del pasaje Ramella.
De Ibarras a Maturín, una de las primeras librerías que inició en Caracas las ventas de colecciones pagaderas por cuotas y entregadas semanales, fue la editorial “González Porto”, de origen chileno. Don Vicente Vadllalo, nuestro amigo, en esa oportunidad inició con bastante éxito la oferta de las obras completas del eminente escritor venezolano don Andrés Bello.
En la esquina de Maturín funcionaba el Garage “Solex” de don Henrique Sapene, y en la pared adyacente a la puerta de entrada recordamos haber visto una placa de metal indicando que en esa esquina se había construido la primera casa de la ciudad. De Santa Bárbara a la Fé una congregación religiosa estableció el colegio para señoritas “Sor Teresita de Jesús”, por cierto muy mal ubicado, toda vez que en la acera del frente aún funciona una casa de “citas”. Han sido muchas las personas que han solicitado su clausura sin haberlo logrado ya que parece formar parte de una cadena que incluye el llamado hotel Punceres y otro en la esquina de Abanico. Cosas de la democracia.
En la esquina de La Fe la Capillita de La Trinidad, con la curiosidad de tener en la puerta de entrada un cepillo, así llamaban las bandejas para recoger la contribución de los fieles que concurrían a las misas los días domingos. Este de la Capillita estaba representado en un monaguillo de cuerpo entero, con su hábito blanco, simulando encajes, tanto en su borde como en el puño de las mangas. Este hábito estaba cubierto con una capita roja en los hombros. Con las dos manos sostiene una bandeja con su ranura al centro para recibir las limosnas de los fieles.
De la esquina de La Fe a Remedios y Las Brisas, cuadra donde vivimos en unión de mi madre; muy presente tenemos aquella mañana del año 1928 en que al despertar, mi madre angustiada me dice: “Francisco, que noche!!!... ¿qué pasa? le contesté… Mira, toda la noche fueron tiros de fusil y revólveres por ese barranco, al paso en el Cuartel San Carlos, y yo toda la noche sin dormir, rezando para que no te despertaras; y ¿por qué?, le dije. Yo temía que si te despertaras saldrías a imponerte lo sucedido”
Fuente: La Caracas que Conocí de
Francisco A. Moya Martínez.
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