Calles y Paseos
José Gil Fortoul.
“Se ha dicho de la Plaza Bolívar, que es un salón. Agreguemos, para
que el símil no parezca estrambótico: - En las noches de retreta-.
Allí se da cita en las noches
de los domingos y los jueves lo más culto y elegante de Caracas. Allí hacen
gala nuestras damas, de tocados y trajes parisenses, y atraen miradas y
corazones con su airoso trapío. Allí se
estrena la levita flamante, el sombrero de aterciopelados reflejos y la corbata
subyugadora. Allí se conversa. Sobre todo, allí se pasea con placer, porque el
piso es bueno. No se corre allí el peligro de tropezar con una piedra suelta, o
sumirse en un atolladero, o dar un paso en falso en un zanjón, como sucede, por desgracia,
cuando usted se echa a andar por esas benditas calles de Caracas.
La estatua recién inaugurada en su entorno de la plaza, en una fotografía del álbum de Roberto García |
No hablamos en guasa, ni
pertenecemos a la clase de los “inconformes”. Estos no hallan en la tierra nada
bueno. A nosotros nos parece óptimo el paseo de la Plaza Bolívar. Pero las
calles son pésimas y es preciso decirlo y gritarlo, a ver si se convierten pronto
en calles de capital civilizada.
Ni damos palos de ciego. El
Ministro de Obras Públicas, es un caraqueño joven y amigo del progreso. Tiene
que desear, por consiguiente, que la capital merezca su nombre y sea digna
de su categoría. Sabemos también que no
se cansa de arbitrar los medios de lograrlo, y emplea últimamente la parte del
Tesoro que a su Ministerio corresponde.
Pero debemos observar que la
tal parte es insuficiente, y que si vamos a seguir a pasitos como ahora, no
tendremos calles transitables ni de aquí a diez años.
¿La crisis fiscal? Si, ya lo sabemos.
La crisis fiscal se ve y se siente. Lo que no se ve es su solución. Y ya es
tiempo de que los señores ministros nos digan cuándo la veremos.
Uno de nuestros colaboradores,
que si es guasón, e interrumpe a cada instante su artículo para leer estas
cuartillas, nos dice mordiéndose los bigotes: “La solución del problema de las
calles no puede ser sino consecuencia lógica de la solución del problema de las
calles no puede ser sino la consecuencia lógica de la solución del problema
autonomista. Espere, compañero, y ya verá”.
Dios lo oiga, porque si el proverbio no marra, vale más tarde que nunca.
Entre tanto, echemos a volar
la fantasía y preveamos el Caracas del porvenir.
No bien baja usted de la Plaza
Bolívar a la Esquina de Las Gradillas o sube a La Torre, se va hasta el Guaire
o hasta la Estación de Petare por calles bien adoquinadas, barridas y regadas.
Si a pie, las aceras invitan a
caminar a paso rítmico, como lo exige el clima, sin preocuparse con
tropezar en imprevistos estorbos. Se va usted atento a los ojos que fulguran detrás
de las misteriosas celosías, y cuando no hay tales fulgores se apacienta usted
mirando las fachadas. Ya no están barnizadas de chocolate ni mamey, ni se
desconchan como aquellas de remotos tiempos que parecían enfermas de exótica erupción.
Son blancas como las de Andalucía y Argelia, o sonríen (perdone usted el tropo)
con el suavísimo primer verdor de las hojas primaverales.
Si es en carruaje, oye usted
el golpear acompañado de las herraduras y siente girar veloces ruedas de caucho
sobre un suelo liso y duro. Ya los caballos
no cojean sobre adoquines sueltos, ni van los carruajes dando tumbos.
Si es usted jinete, no bien
pasa de Puente Hierro, echa usted a galopar en briosa jaca por el Paseo de El Paraíso.
A un lado y otro, árboles frondosos dan sombra y frescura. Por la derecha y por
la izquierda se prolongan dos filas de carruajes cargados de mujeres hermosas y
elegantes; y por aquellas avenidas laterales de finísima arena, van y vienen
apuestas amazonas y airosos caballeros.
O sube al Calvario por
caminitos de pendientes suave, cortados de trecho en trecho por deliciosos
kioskos [sic] de bambúes y alegres jardincitos de plantas
raras y de rosas.
- Alto ahí, - nos dirá quizás un paseante solitario que
contempla melancólicamente el arco de la Federación. Esto que usted dice no es prever sino postver.
El Calvario era así, como usted lo pinta!
Así era; pero ya no es, Y esto
demuestra que en ocasiones progresar es volver a realizar lo que existió, ¿Quién
nos devolverá El Calvario de nuestras mocedades? La escalinata no parecía trazo
de coliseo antiguo, derruido como el de las ruinas de Italia. No buen pasaba uno
del Caroata, ya no veía garitas amenazadoras.
A la visión sangrienta de la guerra, sucedían al punto los apacibles
paisajes de venturosa arcadia. Y para llegar a la planicie del estanque, no se
subía por gradas rotas, como las de un atrio abandonado…
Bajemos del Calvario. Volver a
dar belleza a algunos pormenores, será cosa fácil, trabajo de cortos días.
De largos años será el
transformar a Caracas. Pero no hay tiempo que perder. Los que hoy la gobiernan,
también la aman. Si la aman, puesto que desean embellecerla.
Que el deseo se convierta
pronto en obra tenaz y constante ¡Caracas sabrá premiar. ¿Verdad, caraqueños,
que cuando mañana domingo os derraméis por esas calles y paseos, soñaréis todos
con vuestra capital del porvenir?
Texto publicado en
Billiken 1945
Transcrito por CER
Imágenes: “Arquitectura y Obras
Públicas
En Venezuela Siglo XIX” de Leszek Zawisza
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