domingo, 3 de mayo de 2020

El Velorio de la Santa Cruz



por Oscar Zambrano Urdaneta [SIC]


“Un cronista de esta publicación expresó, refiriéndose al novelista norteamericano Caldwell, que es de los hombres penetrar en el espíritu del pueblo "como quien se introduce en el corazón de una mina" con el ánimo de lograr sus producciones, no una parodia de vida, sino la vida misma transportada al papel en todo su realismo.
Es una verdad lo que ha sentado el cronista. Para escribir sobre el sentir de las masas, es necesario hundirse, hacer y pensar como ellas.
Es así como hemos logrado estas impresiones, mezclándonos íntimamente con los que han hecho doctrina de superstición, aunque cabe preguntar si todas las doctrinas no han sido en un principio supersticiones.

El Velorio de la Santa Cruz.

Es un acentuado rasgo de credulismo, mezclado toscamente con ciertos dogmas católicos y que nos da la impresión exacta de un espectáculo propio de siglos atrás.
El orden de las cosas está dispuesto de la siguiente manera: Hay una pequeña sala en una cuyas paredes está colocado un largo paño morado, que sirve de fondo a una Cruz de muy regulares dimensiones, cubierta totalmente por rosas artificiales, en las que predominan los colores fuertes.
Está rodeada de banderolas multicolores y de pequeños ramos de flores naturales.
Debajo del anterior conjunto, está situada una mesa, sobre la que reposa otra Cruz más pequeña, alumbrado todo por dos delgadas velas.

Frente a esta especie de altar se coloca el "coro" integrado por un número de ocho hombres aproximadamente, van estos provistos de cuatros, guitarras, violín. Ellos son los encargados de elevar el Símbolo del Cristianismo los ruegos convertidos en voces agudas y graves. Iniciando así los cantos y alrededor de la salita siéntase los espectadores, integrados por hombres y mujeres de todas las edades que adoptan actitudes estatuarias. Solo se mueven los ojos enrojecidos por el aguardiente.(...)

De pronto cesa todo aquello, dejándonos en suspenso, en un mundo poblado de raras ideas y tardamos un poco en retornar a la realidad pasa darnos exacta cuenta de que todo fué  [sic] obra y gracia del golpe seco, continuo, monótono, ensordecedor, de los cuatros, junto a la vocecita chillona del violín, a los lamentos agudos del coro y a sienta propia sugestión.

Después de esto se llama "Salve a la Cruz" que ha sido precedido por un Rosario, viene un intermedio, al final del cual espera, la cena, integrada por hallacas, yuca, grandes arepas y café. No faltan de ninguna manera, el aguardiente, el chimó, el ají y los fuegos artificiales. "

  

Transcrito  de la Revista  El Farol 1947

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