sábado, 9 de marzo de 2013

Los restos de Páez llegan a la Guayra 1888- Epitafio

Trascurre el día 7 de abril de 1888, cuando en horas del mediodía, el Fortín El Vigía del puerto de la Ciudad Histórica La Guaira, con repiques de campaña y con su conocido código de señales anunciaba que había “fragata americana a la vista”, lo que produjo una gran excitación entre el pueblo del puerto que esperaba el arribo de dicho navío. La fragata extranjera era el “Pensacola”, que había salido de Nueva York con los restos del ilustre venezolano el día 24 de marzo, después de haber permanecido cuatro días en capilla ardiente las cenizas del héroe, recibiendo los más grandes honores del pueblo del pueblo norteamericano.

A las dos de la tarde atracó el buque de guerra en la rada del puerto de La Guaira, e inmediatamente todos los buques surtos en el puerto izaron las banderas a media asta, lo mismo hicieron los dueños de los edificios públicos y casa particulares.
Como era día sábado, las autoridades decidieron que el desembarco de los restos fuese el lunes siguiente, o sea el 9 de abril de 1888.

Honores en La Guaira 

Ese día escogido, a las nueve y quince de la mañana, se desprendió de la fragata una falúa pintada de negro y con el tricolor patrio adornado de un crespón negro, en donde fueron colocados los restos mortales del héroe. Enseguida, el General Carlos Ferrero, con precisión y gran lucimiento inició la marcha naval hacia los muelles, haciendo escolta de honor a la falúa en la cual venían los restos del General Páez, todos los botes y lanchas que se encontraban fondeadas, siempre con las banderas a media asta. En varias lanchas venían unos marinos de la fragata “Pensacola”, quienes al desembarcar rindieron honores en correctas formación. En el momento del desembarco, la fragata hizo una salva de despedida de 21 cañonazos.
Los pilares del muelle habían sido vestidos con tela blanca, artísticamente cruzadas con cinta negra, sosteniendo 36 trofeos formados por las banderas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia. En el centro de cada trofeo iba un escudo orlado de laureles, donde se grabó el nombre de alguna batalla de nuestra independencia en la que hubo combatido Páez.
El techo que cubría el muelle estaba cubierto de bambalinas con los colores nacionales, completándose así adorno del sitio de llegada. Para mayor realce del acto, el piso del muelle había sido enarenado convenientemente y se colocaron alfombras en el centro del mismo.

         Al atracar la falúa con los restos de nuestro héroe, toda aquella inmensa multitud que esperaba en silencio, se descubrió respetuosamente y sombrero en mano permaneció hasta que los restos del General José Antonio Páez fueron colocados en un vagón del ferrocarril, que había sido acondicionado para dicho evento. Enseguida, el General Jacinto Regino Pachano en emocionado discurso hizo entrega de tan preciosa reliquia a la Directiva de La Guaira encargada de recibirla. También manifestó su agradecimiento al Gobierno y al pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica por los actos celebrados en Nueva York, y que él había tenido la oportunidad de presenciar. El General Juan Bautista Arismendi, tomó la palabra para decir entre otras cosas: “En nombre de la Junta Directiva que tengo el honor de presidir, recibo las gloriosas cenizas del héroe de nuestra independencia que fatigó a la historia con sus hazañas y cuyos sacros restos la Patria espera para colocarlo en el templo de la inmortalidad, al lado del gran Bolívar y sus otros compañeros de gloria. Allí reposarán esas reliquias veneradas y servirán de estímulo a las generaciones venideras cuando se trate de la honra de la Patria…”.


            Junto con la multitud había un grupo de señoritas, quienes vestían trajes similares a los usados en la época romana, y que representaban a las naciones bolivarianas. Al lado de cada una de ellas, se había colocado un general venezolano, portando la bandera de cada una de esas naciones hermanas, excepto la venezolana que la llevaba el Cónsul de los Estados Unidos de Norteamérica, señor Winfild S.
Bird, como homenaje al país que había recibido con fraterno cariño a nuestro destacado venezolano fallecido.

            Las banderas bolivarianas las portaban los generales Tito Alfaro, Alfredo Sarría, José García y Esteban Aranda. Las banderas de los Estados Unidos la sostenía el General Juan Bautista Arismendi, quien presidía la Junta Directiva de la Comisión por La Guayra. Una banda marcial ejecutó el Himno de Venezuela mientras toda la oficialidad y tropa se cuadraba. Luego fue ejecutado el Himno de los Estados Unidos.

            El desfile desde los muelles hasta el vagón del ferrocarril se organizó así: a la izquierda los soldados venezolanos y a la derecha la tropa norteamericana formada por marinos. En medio de estas dos columnas y detrás del féretro venían los familiares de Páez; la comisión venezolana y el comité de Nueva York, encargados de la repatriación de los restos del héroe; el comandante de la fragata, Capitán Arthur R Yates y el Segundo Comandante, W. Reisinger; la oficialidad de la nave norteamericana; los prominentes jóvenes del litoral; Miguel Castillo Rivas, César García Monjuí, Juan Francisco Hernandez, Luis Castillo Rivas, Carlos Hellmund, Froilan Monteverde, Ramón de Lergórburu, Enrique Abadíe, Martín Anderson, Enrique Olaizola, Prudencio Gutierrez, Pedro Dominguez Gil, Lorenzo Badillo, Porfirio Tamayo, Pedro Díaz Otero, Ramón S. Gosling, Heriberto García Monjúi, Juan Guerra Ciasneros y Manuel Badillo. La Junta Directiva de La Guayra hizo entrega de un bello ramo de flores para ser colocado sobre los restos mortales.
 Cuando el vagón del ferrocarril terminó de llegar a la estación situada frente a la casa de la Aduana, hoy casa Guipuzcoana, los marinos de la fragata y tropa venezolana, presentaros armas de frente, mientras que un grupo de hermosas damas del litoral lanzaban una lluvia de flores desde la casa de la Aduana.


            La Junta Directiva de La Guayra, presidida por el General Juan Bautista Arismendi, procedió a colocar sobre el féretro situado en el vagón especial, las insignias y objetos siguientes: Charreteras de General en Jefe, el bastón de mando, el sombrero y la magnífica espada que perteneciera al General Juan Bautista Arismendi; la barra de oro que fue del General Miranda; una hermosa bandera venezolana de seda y una preciosa corona de inmortales entretejida por un tul negro con flecos de plata y sujeto con un gran lazo tricolor, también le fue ofrendada la bandera de los Estados Unidos que vino cubriendo la urna desde Nueva York.

            La señoritas que representaban las naciones bolivarianas, tomaron cada una uno de los cordones de seda con borlas de oro de la urna que contenía los restos, mientras que la otra mano llevaban cestas colmadas de flores para regalarlas al paso. Estas señoritas eran: Luisa Aurora Arismendi, nieta de Luisa Cáceres de Arismendi; Dolores Arismendi, prima hermana de la anterior; María Teresa Smith, bisnieta del prócer Guillermo Smith; Isabel Golding, bisnieta del Almirante Luís Brión; y Marta Teresa García, nieta del Capitán de Navío Jose María García. Representó a los Estados Unidos, la señorita Ana Teresa Arismendi también nieta de Luisa Cáceres de Arismendi y del General Juan Bautista Arismendi.

            En horas del mediodía se ofreció un banquete en la Casa Guipuzcoana al Comandante y oficialidad de la nave “Pensacola”, entregándosele como recuerdo, una hermosa bandera venezolana. Mientras tanto, seguía llegando gente del pueblo a la estación del tren para darle el último adiós al General Páez. A las tres de la tarde partió el tren hacia Caracas, adonde eran conducidos para que reposaran para siempre en el altar de la Patria.

Jóvenes de la capital  con el Uniforme de los Husares de Páez
para el traslado de las cenizas del General Jóse Antonio Páez
al Panteón Nacional 

Fuente: Patrimonio de Vargas
http://patrimoniodevargas.blogspot.com/2012/03/llegada-de-los-restos-de-jose-antonio.html
Imagenes del Cojo Ilustrado.

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