lunes, 25 de abril de 2011

Cenizo

Aquellos años
Aquiles Nazoa

Desde su enigmática aparición en 1918, la Plaza Bolívar de Caracas fue el acogedor hogar de este perfecto desconocido, cuya procedencia, después de 83 años, continúa siendo un enigma. Sólo con la popularidad de las más famosas estrellas de Hollywood de su misma especie, podría compararse aquella de la que disfrutó el aristócrata can que se convirtió en el perro predilecto y consentido de la distinguida sociedad caraqueña.

Cenizo fue la mascota de literatos, artistas y demás personajes de la élite culta y de alcurnia de la ciudad. Aquiles Nazoa en su libro Caracas, física y espiritual, cuenta que el canino en cuestión estuvo presente, e incluso fue uno de los primeros en llegar, tanto a la fiesta de inauguración del Almacén Americano (1925), como a la presentación del primer ejemplar de Fantoches. Por si fuera poco, versos de Job Pim y dibujos de “Leo” se inspiraron en él y hasta un collar de oro le obsequiaron en un homenaje que propuso Manuel Díaz Rodríguez. El 29 de agosto de 1927, un tropel de gente colmó la plaza donde solían visitar a su protegido, para custodiar la desgarradora muerte de aquel aristócrata. Los despiadados trabajadores del Aseo Urbano, arrojaron sin misericordia el cadáver del perro más querido por la excentricidad caraqueña en los terrenos de Los Chaguaramos donde, para entonces, se encontraba el horno crematorio. Conocido el atropello de que había sido víctima el pobre Cenizo, se unió la ciudadanía para constituir una junta que resolviera el vergonzoso hecho para rescatar los restos y darles sepultura “el 2 de septiembre, a las tres de la tarde, en medio de un torrencial aguacero”, tal como relata Aquiles Nazoa.

Job Pim, con motivo del monumento que pretendía cimentar la junta en honor a Cenizo, escribió un verso contra el can: “¡Señor y a este parásito social se le quiere erigir un monumento!”.

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