Comparto con ustedes el siguiente artículo públicado en el Nacional en 1999.
ARQUITECTURA
Un Cariño de la Ciudad: para la Primera Dama
William NIño Araque
Alicia Pietri de Caldera durante su Presidencia en el Museo de los Niños |
Sin duda, el entendimiento de Caracas como un sueño prodigioso cobijado por las consecuencias del afecto, resume el logro más importante de cinco años de trabajo.
La definición de una nueva cartografía es, en consecuencia, el más asombroso entendimiento del paisaje que cifra la extensión del cariño de la caraqueñidad.
Como una expedición Caracas extiende este afecto desde la costanera: desde Catia La Mar hasta Anare, desde Naiguatá hasta Los Caracas.
La ciudad se presenta así como el territorio de una rara belleza, cuyo frente marítimo instalado en el borde anverso limita el jardín monumental de la montaña en su fachada al mar. De este lado, desde el interior, desde Catia hasta Petare, el sentimiento se extiende más allá del cañón de valle. Abarca desde Caricuao hasta Guarenas y Los Altos Mirandinos.
La nueva cartografía es la referencia y el desafío del afecto extendido más allá de los límites convencionales, señala también (como la realidad de los traumas y de las potencialidades) la redimensión del paisaje y la naturaleza de la ciudad construida o por construir.
Como un capítulo sin precedentes en ella intervinieron las intenciones de los empresarios, los organismos públicos y los habitantes. A través de Un Cariño para mi Ciudad, se esbozó la posibilidad de una esperanzada opción estética, luego del cansancio y menosprecio hacia la ciudad, sufrido a partir de las tres últimas décadas del siglo XX. De la idea de Doña Alicia Pietri de Caldera, quedó la siembra, quedó sembrado el reto de un caraqueño capaz del mantenimiento y de la comprensión de la naturaleza urbana. Quedó sembrada también, la necesidad de entender la ciudad, su clima y vegetación, como un proyecto de vida que es fundamentalmente social, centrado en la idea paradisíaca del placer, la belleza y el dominio de la territorialidad como las tres condiciones irrevocables del señorío caraqueño. La oferta es un proyecto de vida apostado hacia el futuro y anclado en la fortuna de la geografía con historia que escenifica la ciudad.
Más de quinientas intervenciones y cerca de quinientas hectáreas recuperadas, fundamentaron el esfuerzo de un proyecto común soportado en la presencia incólume de la Primera Dama. Su infatigable insistencia hizo de Caracas el recinto de un laboratorio paisajístico orientado en resguardar esa poderosa vegetación y belleza para el nuevo siglo. El señorío de la ciudad apareció así, a lo largo de las continuas intervenciones, como una percepción sin precedentes que fomentó rítmicamente, la comprensión de una totalidad en continua expansión.
Además de mantener la incesante búsqueda del patrocinio, queda por resolver el reto del entendimiento de las expectativas del tiempo, de la lluvia y de la sequía, de la topografía y de los suelos abandonados. La comprensión del territorio de la autopista como un lugar de belleza difícil y abarcante fue su mayor logro. Las pequeñas palmas en crecimiento, sembradas como un escuadrón que avanza y acompaña a María Lionza, queda como el símbolo que celebraremos los próximos años, en el centro geográfico de una ciudad en expansión. El rescate de la Autopista exige la complicidad con los fenómenos heológicos, hidrográficos, con la temperatura y las especies. Queda por ahora, insisto, terminar el trabajo, perpetuar la complicidad silenciosa que nos permitirá hacer de ella el jardín de la ciudad.
De cómo hacer un jardín, el palmeral del mundo, en un sitio como éste (en el que casi nadie confía) representó el principal desafío del trabajo realizado y que acudía a la expresión de Cariño para la Ciudad. La estrategia fue un centro de operaciones sin empleados, burocracia ni presupuesto. El objetivo se orientó aleatoriamente en un espacio sin forma, central y periférico, anunció el prodigio taxidermista de la naturaleza (y también del arte). El lugar para intervenir abarcó un territorio de límites abiertos y trazado por el más importante nudo vial -una columna vertebral humana construida, dura y de poderosa belleza- y por la geografía del valle. La idea de la autopista como el recinto de un paseo memorable constituye un mecanismo de ordenación del territorio (que bien deberían utilizar como referencia, urbanistas, arquitectos y planificadores) que podría saldar nuestra deuda con la historia reciente. Sin embargo, no se olvidó la ciudad del tiempo lento, ni de la Plaza O'Leary, ni la Candelaria, ni Los Caobos.
La autopista es la calle singular de la Caracas de hoy. Con uno tan sólo de sus bordes materializados podría presentarse como un paseo memorable "como una fachada marítima frente al malecón", que revela el símbolo iconográfico de la ciudad contemporánea. Un Cariño para mi Ciudad fue la ventana de esa fachada y es la escena de la expectativa, el lugar de la esperanza. La autopista es el lugar por donde respiramos a lo largo de ella cruza la luz absoluta, la vista de todas las ciudades, la imagen de todos los árboles y el frescor que dejan todas las lluvias arrastradas por los vientos alisios desde Barlovento. La luz, la brisa, la vegetación y sobre todo, la lluvia que en ocasiones nos atemoriza, son el clima de esta ciudad calurosa, dan el tono al territorio y a la arquitectura que desde el automóvil observamos.
A partir de febrero afrontamos un tiempo de sequía, afortunadamente junio retornará las lluvias torrenciales y los vientos desconsiderados. Junio será el tiempo de sembrar y de esperanza. Mil palmas sembradas entre árboles centenarios serán el mejor homenaje del Cariño para la Ciudad y el saldo de la deuda caraqueña con la Primera Dama del siglo XX: palmas reales, washingtoneas y palmiras entre mijaos, palmas de madagascar, palmas llaneras y palmas mariches entre ceibas; palmas viajeras, palmas bucaneras y palmas datilares entre araguaneyes, expresarán al mundo nuestra inteligencia a través del modelado para una ondulada silueta de topografía con memoria. Expresarán también, insisto, la deuda de la ciudad con quien sembró árboles y afecto de una manera irrevocable y discreta.
EL NACIONAL - LUNES 8 DE FEBRERO DE 1999
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